Del piropo al pirómano

A menudo hemos escuchado decir que piropear, más que una muestra de educación y atrevimiento individual, constituye una forma de idiosincrasia de los cubanos. Pero lastimosamente, la cortesía hoy en día camina por la cuerda floja. En el afán por llamar la atención, no pocos recurren a expresiones sin el menor recato o respeto hacia las mujeres y suelen ser irrespetuosos. Esos son los pirómanos del piropo, es decir, los groseros y maniáticos.

Se les ve llegar de manera inesperada y sin previo aviso. Surgen de la nada con sus silbidos, miradas y gestos obscenos. Pueden encontrarse en calles, principalmente, sin hacer nada. Incendiarios de los espacios públicos, no dejan pasar la ocasión para soltar ante una mujer agraciada o no, sus comentarios sexistas o provocar con sus miradas acosadoras momentos desagradables a las damas.

Se creen jocosos cuando lanzan un: “Mami, préstame tu olla de presión…”, “Niña, contigo hasta la luna, no por lo linda, sino por…”. Eso, sin contar otras frases denigrantes.

Muchos expresan que están cansados de exaltar la belleza femenina y no son recompensados. El no ser retribuido con una sonrisa o un gesto de gratitud, no significa que no se valore y agradezca el que se diga con respeto. A veces el elogio sorprende y deja desarmadas a quienes lo escuchan; por el contrario, un buen piropo motiva, entusiasma, levanta el ánimo y una siempre lo agradece. Nada mejor para empezar un nuevo día o tras una jornada agotadora que escuchar un elogio o una frase bella. Esas metáforas seductoras constituyen música para el alma.

Basta con que te halaguen y despierten simpatía. Hay piropos espontáneos, por ejemplo: “Si parpadeo, me pierdo un instante de tu belleza”; también los hay de corte culinario: “Niña, si cocinas como caminas, me como hasta la raspita”; o de sesgo ecológico: “Tantos años de ser jardinero y nunca vi una flor como tú”; e incluso de intenciones salubres: “Eres lo que me recetó el médico” o “Qué caramelo y yo con diabetes”.

Lo cierto es que el buen piropo es el expresado con amabilidad y cortesía, aunque existen algunas féminas más valientes que alagan la belleza masculina sin importar el machismo de la Isla.

Su lenguaje es el entusiasmo, traducido en coqueteo y zalamería. No pasa de moda, sin embargo es preciso que la emoción del momento y la imaginación no se traduzcan en indecencias.

Entonces, si se decide a piropear, que sea en buen cubano, con todo el sabor criollo a la hora de endulzar el alma de quienes nos rodean. Las palabras de cortesía, expresadas con respeto y gracia, siempre serán bien acogidas.

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