
Una nueva forma de devolver el cambio, luego de una compra, se impone en el territorio en la venta que realizan algunas personas en los comunes triciclos que desandan por nuestras calles. Sí, se trata de, al no tener los billetes de vuelto para dar al cliente, ofrecerle en cambio una unidad más del producto expedido.
Si lo mira usted sin darle mucha cabeza al asunto no está mal, el problema se encuentra en que es a consideración del que vende y el comprador no tiene nunca la certeza de que si, por ejemplo, le dan un boniato de más, el peso del mismo cubre el monto que dejaron de entregarle.
Mire, amigo lector, dice un antiquísimo dicho que quien hizo la “ley”, hizo la trampa y de tramposos y gente que quiere vivir del esfuerzo de los demás tenemos bastante en la sociedad, sobre todo en estos tiempos de escasez donde la inflación se ha disparado como nunca antes; nada, hay que vivir para ver.
La modalidad en cuestión y la porfía de quienes la aplican ha traído desavenencias, descontento, discusiones y la impotencia de también sentirse estafado porque con la premura que se vive, si no hay cambio y usted no quiere el boniato, plátano o lo que sea, entonces le toca esperar a que venga otro, compre y su pago le dé al vendedor para reembolsarle lo que se le quedó debiendo.
¿Reclamar que se le pese para saber si se compensa? Mire, primero tenemos un desfile de unicornios azules por calle 41 antes de que eso suceda porque ahí, precisamente ahí, comienza el “teatrillo”. Sí, porque debe estar usted claro de que resulta, pues por los argumentos que le dan casi que le están haciendo un favor con venderle. Eso sin entrar en detalles de las malas caras del conductor y el que va sentado atrás, la forma descompuesta al responder y demás.
Por otro lado se pregunta esta reportera: “¿Sabe el de la mercancía con qué cantidad de dinero dispongo o si tengo necesidad de ese vuelto?” La mayoría de las veces y ante los precios exorbitantes no queda más alternativa que decidirnos por una o dos libritas para no ocasionarle al bolsillo un hueco mayor que el de la Capa de Ozono.
En fin, que nuevas maneras llegaron dentro de la ya consabida inflación; una vez más aquellos que ni siembran, ni producen y dedican su tiempo a regatearle al campesino, luego, producto en mano, desangran al pueblo y ahora descaradamente le sigue robando. Llaman las autoridades a hacerles frente a los revendedores, a cerrar filas, pero siempre habrá quien les compre, quien acepte el boniato como vuelto. Entonces, en esta historia, ¿quién le pone el cascabel al gato?