Villena y su pupila insomne

Tal parece que su destino lo marca una predicción cuando viaja de niño en un tren con su padre, el maestro Luciano Agustín Rogelio Martínez Echemendía, y conversan con el General Máximo Gómez Báez, quien le da su bendición, gesto interpretado como el vaticinio de un futuro brillante.

Lo cierto es que Rubén Martínez Villena, nacido el 20 de diciembre de 1899, y primer hijo varón de una familia culta de Alquízar, desde su temprana juventud escribe versos y juega a la pelota con igual vehemencia que irrumpe en la escena política al encabezar la Protesta de los Trece, protagonizada –junto a otros 12 intelectuales, el 18 de marzo de 1923– para oponerse a las malversaciones y corrupciones de los gobernantes deshonestos de aquella República neocolonial.

Ese mozalbete rubio, delgado, de ojos claros y agudos, graduado de la carrera de Derecho, unido a Julio Antonio Mella integra el Movimiento Estudiantil Universitario que organiza la Reforma de la Enseñanza Superior; participa en la creación de la Liga Antimperialista de Cuba y de la Universidad Popular José Martí, dirigida a la superación de los obreros y el establecimiento de la unidad entre ellos y los estudiantes.

Tiene el privilegio de ser secretario de Don Fernando Ortiz, antropólogo, jurista, arqueólogo y periodista. Puede ordenar  su papelería, ofrece sus aportes al Código Civil cubano y a su lado aprende a ser un buen analista político; ingresa en el primer Partido Comunista de Cuba en 1927, y ese año suscribe el manifiesto del Grupo Minorista.

Martínez Villena resulta artífice de la huelga general revolucionaria que en agosto de 1933 derroca la dictadura de Gerardo Machado, a quien llama “Asno con garras” y Mella lo había calificado como “Mussolini Tropical”. El tirano huye y aunque no fructifican las ansias de libertad y soberanía nacionales, esta acción corrobora cuán necesaria es la unidad para alcanzar la definitiva independencia.

Rubén, el poeta de la pupila insomne, escribe: Tengo el impulso torvo y el anhelo sagrado /de atisbar en la vida mis ensueños de muerto/. ¡Oh, la pupila insomne y el párpado cerrado! (¡Ya dormiré mañana con el párpado abierto!)

Dedica su último aliento a la causa del proletariado cubano, para la que había vivido; y víctima de una afección pulmonar, fallece en La Habana el 16 de enero de 1934.

Faltaban 25 años para que los cubanos fueran realmente dueños de su destino. Hoy, el pueblo en el poder lo recuerda con agradecimiento por la huella imborrable de amor a la Patria que deja a su paso por la vida.

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Mayra Lamotte Castillo
Mayra Lamotte Castillo

Licenciada en Periodismo en la Universidad de La Habana; tiene más de 40 años en la profesión.

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