“¡Dos mil quinientos pesos por un paquete de culeros!”, casi se desmaya mi abuela cuando le dije de mi reciente compra, nacida de la más pura necesidad. Y es que aunque quienes peinan canas en ocasiones se empeñan en apuntar que antes se vivía sin estos útiles inventos, los tiempos han cambiado.

Pero retomo el tema central, mi compra de culeros, la cual pudo haberme salido más cara…Resulta complicado comprender la lógica tras la cual un paquete de estos en la red comercial estatal tiene un costo máximo de 275 pesos, sin embargo, para que mi niña pueda usarlos, debo abonar la mitad de mi salario mensual.
Obvio, yo no vivo en una burbuja, conozco de sobra la inflación que cada día se hace más latente en el país, pero si algo me ha quedado claro es que la crudeza de los tiempos está sacando a relucir también un lado bastante oscuro de los cubanos.
Como madre, sé que es muy difícil ver que un paquete de pollo cuesta 3 500 o unas confituras oscilan entre los 300 y los 500, cuando son alimentos que, siempre que se puede, debemos tener a mano para los pequeños. Por ello pudiera llegar a entender a las mamitas que deciden vender el paquete que –muy de vez en cuando– les expenden en la tienda, con vistas a saldar más apremiantes necesidades.
Sin embargo, la realidad es que quienes pululan por las redes sociales no con uno ni dos, sino con pacas de culeros a precios astronómicos, rara vez son esas mamitas que mencioné.

Se trata de individuos que ven en las carencias un nicho perfecto para lucrar. Porque no sacan una ganancia media, seamos realistas, explotan hasta más no poder las urgencias.
Y sí, este tema lo he discutido con decenas de personas, algunas más empáticas que otras y he tenido que llenarme de paciencia cuando alguien me ha dicho que ahora todo está caro.
Lo sé, los precios de hoy distan mucho de los de hace años atrás. Sin embargo, por más que me lo expliquen, mi cabeza no logra establecer el equilibrio entre comprar cualquier prenda de ropa por el simple gusto de estar a la moda y suavizar la carga que brindar confort a un bebé entraña.
Quizá, como me dice una amiga, es que la mentalidad de mamá lo cambia todo. Lo cierto es que entre la insuficiente oferta de nuestra red de tiendas, al menos las de moneda nacional, y la imposibilidad de gastar diez MLC de forma sistemática con este fin, poco más se puede hacer que despotricar contra los que viven a costa de una.
Mejores gestiones en las direcciones de las cadenas de tienda tampoco vendrían mal; si no para un mayor acceso, al menos sí para uno más equitativo. A fin de cuentas los bebés no entienden si pertenecen a Cimex o TRD.
Por el momento, y hasta que no aparezca una solución definitiva, estoy segura de que muchas mamis y papis tendremos que continuar trabajando sin descanso para ver reducidos nuestros salarios a 30 culeros. Ojalá y los valores de quienes no logran ver aquí un problema no terminen, como los culeros, dispersos en algún bote de basura.
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