Vital y urgente, la Ley de Comunicación Social ahora en su última versión como proyecto es, como afirmara Onelio Castillo Corderí, vicepresidente del Instituto Cubano de Radio y Televisión, una norma de gran trascendencia para Cuba, y la primera propuesta jurídica sobre esta materia que se promueve en el país.
¿Expectativas? Muchas, porque en su condición de primigenia, no faltan quienes la esperan abarcadora y dando respuestas ansiadas por años; se anhela también integradora, poniendo los puntos en las íes a ciertos asuntos y necesaria en su función de hacer valer los deberes y derechos del ser humano, como su figura principal.
Se aprecia una satisfacción visible en la gente con interés en ella, en los que la han buscado y leído con detenimiento. En esa gran masa de pueblo que la debate, le aporta o le quita desde el criterio personal en una conversación en el centro de trabajo o una parada, está quien cree que algunos de los problemas cotidianos serán resueltos una vez aprobada y se hagan valer, entre artículos, el que expone lo referido a la obligación que tienen los funcionarios del Estado y servidores públicos de atender a los ciudadanos y brindarles la información que demanden.
Igual no faltan quienes ven con buenos ojos que se comprenda en el instrumento jurídico normativo lo concerniente al uso de información e imágenes con malas intenciones, el acoso o la discriminación, pero más allá de que refleje lo que queremos o vemos necesario, centrémonos en uno de sus fines expresado en su capítulo IV, a alcanzar una sociedad más democrática, con mayores niveles de justicia social, más inclusiva, equitativa, participativa, solidaria y en armonía con el medio ambiente, en correspondencia con los principios del desarrollo socialista.
Esta reportera coincide totalmente con el razonamiento final de la DrC. Hilda Saladrigas Medina en su artículo ¿Por qué una Ley de Comunicación Social en la Cuba de hoy? publicado el 11 de diciembre del 2022 en Cubadebate, tanto, que lo tomé de forma textual, por su advertencia y convocatoria en lo que está por venir cuando se apruebe la legislación.
Sin dudas, tiene muchos riesgos: el desconocimiento, la incomprensión, la tozudez, la indiferencia, la mediocridad, la falta de voluntad de hacer con conocimiento de causa. Y claro está la mayor alerta, ya comentada por algunos colegas: hacer de la letra escrita, el accionar práctico revolucionario de todos los días, por parte de todos los que hacemos comunicación social, que en última instancia somos el pueblo.