
Además del drama humanitario, en términos geopolíticos hay dos perdedores. Uno es la Federación de Rusia, que tiene que destinar recursos y energía en esta guerra no buscada, y el otro es Ucrania, que se está desangrando y quedará destruida.
Como sucedió con la pandemia, nada asegura que este drama dure solamente un año. Hoy se cumplen , y muchos se sorprenden, principalmente quienes aseguraban que iba a ser una guerra rápida. O no entendían de qué se trataba, o lo ocultaban.
Pero la realidad es que esta no es una guerra de Rusia contra Ucrania (que hubiera sido rápida), es una guerra de la otan contra Rusia. Por eso es falso decir que Ucrania «ha resistido» un año a una potencia ampliamente superior, porque la verdad de esta historia es que Rusia ha resistido, durante un año, frente a 30 potencias (las que conforman la otan) que no paran de mandar armas y municiones a Ucrania.
Hace unos días, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, visitó Kiev, y llevó 500 millones de dólares más de ayuda bélica. Los medios occidentales aplaudieron. Al propio tiempo, su secretario de Estado, Anthony Blinken, dijo, sin ponerse colorado, que tiene pruebas de que «los chinos están pensando en ayudar a los rusos». Alguien decía que de lo único que no se vuelve es del ridículo.
China le respondió con altura, con hechos de la realidad: los únicos que no dejan de mandar armas a esa guerra son los occidentales. Lo que hizo el gigante asiático, mediante su Presidente, fue exponer un plan de paz. Sin embargo, este probablemente nacerá muerto, ya que occidente considera a China como una amenaza.
Entretanto, Vladímir Putin, en su discurso anual ante la Duma (Parlamento), apuntó cosas que viene diciendo desde hace tiempo: que es una guerra desatada por occidente contra su país, por varios motivos: por la amenazante expansión de la otan hacia sus fronteras; por el peligro de los laboratorios clandestinos de armas biológicas que occidente tiene en Ucrania, y por el genocidio que venía sufriendo la población rusa del Dombás (Lugansk y Donetsk), por lo menos, desde 2014.
Pese a esas intenciones, Rusia ha actuado prudentemente, porque una embestida a gran escala habría dejado cientos de miles de muertos y estaríamos ante otro escenario.
Pero, además del drama humanitario, en términos geopolíticos hay dos perdedores. Uno es la Federación de Rusia, que tiene que destinar recursos y energía en esta guerra no buscada, y el otro es Ucrania, que se está desangrando y quedará destruida; casi seguro deberá reconocer la pérdida de territorios y, fundamentalmente, quedará endeudada por décadas y a merced de Occidente.
En las guerras hay ganadores que, casi siempre, no son los que se enzarzan en el campo de batalla. En este caso el gran ganador es Estados Unidos, que hace negocio vendiendo armas a Ucrania, pero sobre todo gas a precios exorbitantes a la Unión Europea. Y de paso, fortalece su esfera de influencia en Europa del Este.
Europa es perdedora, porque sus líderes siguen ciegamente los dictados de Washington a expensas de sus propios pueblos. Pero podríamos decir que, en el lenguaje cínico del mundo militar, Europa representa un «daño colateral».
El objetivo de fondo en esta jugada de ajedrez geopolítica es, sin duda, China (el rival que tiene entre ceja y ceja Washington). Porque China necesita paz para seguir con su desarrollo y potencial comercial, científico y productivo. Por eso, fuera de los contendientes directos, China sería otro perdedor con la guerra.
En su viaje a Ucrania, Biden dijo algunas mentiras, o no toda la verdad. Quizá una de las más evidentes es que él unió al mundo contra Rusia; pero hoy, los únicos que siguen ciegamente a EE.UU. son los líderes europeos. En general, Asia y África se están alejando rápidamente de esas políticas occidentales.
Basta mirar los resultados de la onu. Lo mismo que sucede cuando se vota contra el bloqueo criminal contra Cuba, empieza a suceder cuando se vota por las sanciones a otros países. En esto también, Cuba es precursora, en el declive del imperio en poder imponer una agenda política.
En definitiva, estamos ante la muerte de un mundo y el nacimiento de otro, mucho más multipolar. Claro que hay dolores de parto, como lo fue la pandemia y como lo son las guerras.
El 15 de febrero de 2016, el líder histórico de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz recibía en La Habana al Papa Francisco y al Patriarca Ruso Kirill. En esa ocasión, como siempre, nos alumbraba en tanta oscuridad: «Luchar por la paz es el deber más sagrado de todos los seres humanos, cualesquiera que sean sus religiones o país de nacimiento, el color de su piel, su edad adulta o su juventud».
Hace exactamente cien años nadie vio venir al fascismo y al nazismo, o sí lo vieron algunos, pero no hicieron nada. Hoy tenemos el deber que nos dejó Fidel en aquel 2016: el deber más sagrado de todos los seres humanos, el de luchar por la paz, esa es la tarea.