Trejo en el corazón de los cubanos

El 30 de septiembre de 1930 fue asesinado Rafael Trejo González (Felo), joven estudiante abatido a balazos en el parque Eloy Alfaro, y que pocas horas después falleció en el hospital donde fueron conducidos, también gravemente heridos, Isidro Figueroa y el escritor Pablo de la Torriente Brau.

La lucha se desarrolló en torno a la colina universitaria. Esa mañana de septiembre el sector intelectual estuvo bien representado y Juan Marinello llevó allí el entusiasmo de una juventud rebelde que frecuentemente se había pronunciado contra la miseria y la opresión feudal y por el rescate de la frustrada independencia.

Se desarrolló una intensa actividad revolucionaria con reuniones clandestinas, redacción de manifiestos, proclamas y arengas; el estudiantado exigió la rehabilitación de los estudiantes expulsados por sus actividades revolucionarias y la inmediata renuncia de Machado.

Habían convocado a una manifestación en el parque Eloy Alfaro y de ahí marchar al Palacio Presidencial. Trejo llevaba el traje más deteriorado que tenía y un sombrero plateado en señal de protesta. Un gran despliegue de policías y batallones del ejército se preparó para impedir la movilización, emplazaron ametralladoras en sitios estratégicos, pero a pesar de eso estudiantes y pueblo asistieron al lugar convenido.

La policía cargó violentamente contra los manifestantes, Trejo, en un corajudo arranque, se enredó en un cuerpo a cuerpo con uno de ellos y trató de arrebatarle el revólver. Sonó una descarga, Trejo se derrumbó chorreando sangre sobre el pavimento regado de casquillos y manifiestos. Lo hirieron de muerte en el hígado.

Cumplía el tercer año como estudiante universitario y era el Vicepresidente de la Facultad de Derecho. Fue conducido al antiguo Hospital de Emergencias, lo operaron, Ángel López Sosa, le donó su sangre, pero pocas horas después falleció, tal como había deseado vivir: “al servicio de la justicia, siendo útil a Cuba”.
Raúl Roa en cuanto a la figura de Trejo comentó:

“Como todos los que se enrolaban en esta batalla con una ideología revolucionaria y vacío el pecho de ambiciones, Trejo no salió aquella mañana a jugarse la vida, como se la jugó, para el encumbramiento.

“ (,..) Sabía que, como sabemos nosotros, de que en el reloj de la historia había sonado, con campanadas solemnes la hora de los oprimidos, cuyas necesidades y aspiraciones fueron desoídas y estranguladas por el régimen social basado en la explotación del hombre por el hombre “.

Pablo de la Torriente Brau contó cómo fue su encuentro con Trejo dentro del hospital:

“Yo no podré olvidar jamás la sonrisa con que me saludó, cuando lo subieron a la sala de urgencias solo unos minutos después de mí y lo colocaron a mi lado. Yo estaba vomitando sangre y casi desvanecido de debilidad; pero su sonrisa con todo, me produjo una extraña sensación indefinible. Era algo como si me volviera la cólera de la pelea a pesar de la sangre perdida, era que yo sabía ya, que se moría “.

Rafael Trejo González nació el nueve de septiembre de 1910, en San Antonio de los Baños, en la actual provincia de Artemisa. Su madre, Adela González Díaz, ejercía como maestra rural. Su padre, tabaquero devenido doctor en Derecho, se desempeñaba como funcionario municipal en el ayuntamiento de la localidad.

Siempre fue optimista, saludable, fuerte, atleta, nadador, remero de la Universidad de La Habana y ajedrecista, hablaba un perfecto inglés, tocaba violín y piano y cantaba con voz de barítono. Abrigaba fe en el porvenir, poseía una personalidad resplandeciente y atractiva. Le gustaba la música culta pero también la popular.

En la Universidad se vinculó a los hechos que llevaba a cabo el estudiantado en contra de la tiranía de Machado, por el reconocimiento de la autonomía universitaria y llevar a cabo el plan de reformas y depuración del profesorado propuesto por Julio Antonio Mella.

Su respeto por la justicia y el deber le inclinaron a iniciar estudios de Derecho en la Universidad de La Habana. Por coincidencias de la vida, llegó allí en 1927, un 30 de septiembre, matriculó Derecho, como se ha dicho, “para defender algún día a los pobres y los perseguidos”.
Al ingresar en la Universidad conoció a Raúl Roa. Desde ese mismo instante una amistad profunda y verdadera creció entre ellos, ideales iguales los unían.
Felo, como cariñosamente era conocido Trejo le confesó: “No creas que mi aspiración es hacerme rico a expensas del prójimo. Mi ideal es poder defender algún día a los pobres y los perseguidos. Mi toga estará siempre al servicio de la justicia. También aspiro a ser útil a Cuba. Estoy dispuesto a sacrificarlo todo por verla como quiso Martí”.
 

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