Cada nuevo inicio de curso escolar es tiempo de nuevos comienzos; de rencuentros para unos, de conocer a otras personas, que en la mayoría de los casos terminan siendo amigos; cada inicio es tiempo de mucho más.

Para todos está cargado de emociones, expectativas, desafíos académicos y alegría; pero también del vital valor de la responsabilidad, no solo por el hecho de levantarse temprano y realizar tareas, trabajos evaluativos, exámenes y aprender, sino porque para la familia la vida vuelve a la normalidad, puesto que son diez largos meses de período lectivo, lo cual implica la cooperación de todos en casa.
De septiembre a julio es tiempo de obligaciones y deberes, de fomentar la autonomía y organización, de unidad y apoyo tanto de los padres y la familia, como de los maestros y el resto del personal en cada centro escolar para crear un entorno positivo y propicio para el éxito del curso, aun cuando las condiciones no son las mismas de años anteriores.

Además, y no menos importante, que ese comienzo esté libre de la idea de repetición que en ocasiones se arrastra del anterior, del inmovilismo que viene de las circunstancias difíciles en las que se viven; que prime el compromiso y se aprecien las posibilidades de cambios que da, en fin, de trabajar más y retomar las rutinas y hábitos de los que se descansa en las vacaciones.
Si hay una parte de la población que además del comienzo de un año tiene la oportunidad de volver a empezar, esos son los alumnos y profesores en septiembre; que este curso 2024-2025 sea pródigo en actitud positiva, iniciativas creadoras y formas de hacer renovadas que hagan posible que sea de mejores resultados que los precedentes, pero siempre con la máxima de que volver a empezar no es repetir.