Presta a las más diversas opciones está la etapa estival. Grandes y chicos confluyen en los distintos espacios para juntos amenizar las jornadas. Cada tarde la improvisada cancha en la parte trasera del Museo Municipal cobra vida con jugadas perfectas a toque de balón. No hay árbitros ni cumplimiento estricto de los reglamentos del balompié porque lo más importante ahí son los deseos de pasarla bien, divertirse de manera sana y aprender unos de otros. El match entre los rivales se iguala; el Chanta, Toni, Yeti y el hombre aplanadora de los Tembas salen en busca del desempate, mientras por los Chamas, Denzel, Anthony, el rubio Yamal, Bebé, Pedro, el Tingui… no admiten intimidaciones y combaten de a lleno en pos de la victoria. Prima la euforia como en el mejor de los campeonatos y los protagonistas desprenden entusiasmo en cada gota de sudor.
Desde las gradas llegan los vítores, olas, risas y demás muestras de apoyo para ambos grupos. Mirtha (ama de casa) y Catey (jubilado) no imaginaron poder divertirse tanto con algo tan apartado de sus rutinas cotidianas.
Al final todo redunda en beneficios cuando se logra justo lo que amerita un verano siempre joven: integración y empatía.
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