A pesar de la falta de ríos caudalosos, y la desigual existencia de tierras fértiles o de una cadena de montañas esplendorosas, la Isla de la Juventud en sus 2 205 km² de su extensión superficial, presenta muchos otros valores geográficos que protegerlos, significa que la vida está detrás de esa “tarea” y que defenderla a ultranza es un verdadero desafío que bien merece la pena.
Llama la atención como, desde los aborígenes que la habitaban, Cristóbal Colón cuando arriba a la Isla, Alejandro de Humboldt, Don Fernando Ortiz y más acá, el científico Antonio Núñez Jiménez; todos descubren y magnifican la belleza de esta ínsula, el verdor que la rodeaba y la transparencia de sus cristalinas aguas. Naturaleza devenida paraíso, pero donde en pleno siglo XXI hoy peligra su biodiversidad y gana espacio la falta de conciencia de su preservación.
Los aires triunfalistas pululan en algunas cabezas, como aquellos que señalan que los planes de manejo en las seis áreas protegidas de la Isla de la Juventud, donde se ponen en práctica más de una treintena de proyectos, será el Santo Grial en la solución de los problemas que hoy afrontan el cuidado del medio ambiente y del patrimonio natural que abarca este terruño. Es, precisamente, la Tarea Vida como Plan de Estado para el enfrentamiento al cambio climático sustentado sobre una base científica multidisciplinaria, el encargado de contemplar cada espacio geográfico, donde en toda la sociedad se encuentran los protagonistas de su concreción, y no delegarle solo la misión al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), cuando mucho hay por hacer entre todos.
El término tarea está asociado a trabajo y deberes, ambas acepciones describen por su significado, cuánto hay por hacer en los organismos y empresas para alzar las banderas de la sostenibilidad en aras de preservar la vida de los que hoy habitan este planeta, y de futuras generaciones. La falta de objetividad atemperada al contexto actual, y el débil enfrentamiento a las indisciplinas sociales conducen a la fragilidad de las acciones planificadas de la tarea. Todo lo cual se traduce entre algunas de sus consecuencias en: una lenta erradicación de fuentes contaminantes, la descontaminación del río Las Casas con el vertimiento de aguas residuales a este y zonas costeras, el surgimiento de nuevos vertederos con un crecimiento de las tasas de generación de residuos, visible en muchos de los espacios de las ciudades y campos pineros.
La vida no es posible en un entorno contaminado, es por ello que la primera tarea es su defensa a ultranza. Corresponde a especialistas y técnicos del Citma conducir junto al Gobierno local, controlar y gestionar los procesos dirigidos al cuidado y protección del medio ambiente que llevan adelante las entidades estatales y otras formas de gestión, además de la población, por su alta responsabilidad en este esfuerzo territorial por mitigar los daños ambientales ya producidos, y que demanda medidas más enérgicas si se desea que el medio ambiente, no solo se vea como una tarea, sino como la vida que muchos desean salvar.
(*) Presidente de la Asociación de Comunicadores Sociales MEIJ
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