No cesaron las llamadas y preguntas a la redacción: “Saben algo de un terremoto”, “en mi casa todo se mueve”, “y estos temblores, conocen por qué”… Mientras los teléfonos en el Victoria no dejaban de sonar los trabajadores del periódico tampoco salían del asombro, el cual estuvo acompañado de inquietudes, precauciones y hasta chistes.