“Hola Diego, mi nombre es Elizabeth y quisiera colaborar con ustedes en el periódico… ¡claro, por supuesto!”
Esas fueron las primeras palabras que sostuve con Diego Rodríguez, Jefe de Información del periódico Victoria. Para muchos puede ser ese libro abierto sobre cualquier tema, para mí es esa persona que poco a poco, sin notarlo, se convirtió en un maestro.
Todavía recuerdo cómo me llamaba solo para alentarme y decirme “serás una gran cronista”, pues según él dejo en mis letras cuanto no puedo expresar con palabras; “hasta me sacaste lágrimas”, me dijo un día.
Quienes me conocen saben que no soy de mucho hablar, más bien me considero una persona tímida y retraída, pero cuando de letras se trata intento plasmar lo más ameno posible mi punto de vista sobre algún tema. Eso, en parte, se lo debo tanto a Diego como al maravilloso equipo de trabajo del semanario, pues forjaron en mí esas ansias por escribir.
Constituyen momentos inolvidables mis primeras coberturas como reportera en formación de la mano de Gerardo Mayet, su director, o los primeros textos corregidos por Karelia, editora de la Web, y Niurka, en la Redacción, o los consejos del Yejo (Yesmani) sobre fotografía.
Cómo olvidar cuando hice mi primera crónica y el reconocimiento por colaborar cuando la situación epidemiológica azotaba con mayor fuerza.
Es un medio que quiere hacer mucho más cada día y las ganas están ahí. Saber escuchar y guiar a las nuevas generaciones son un gran paso para consolidarse como un colectivo que se nutre no solo de periodistas consagrados, sino también de quienes queremos comernos al mundo luego de la academia.
Es el medio donde te sientes como en casa, donde cada integrante brinda sus conocimientos de la mejor manera posible.
Si de escuela se trata son ellos quienes día a día enseñan a los jóvenes un periodismo evolutivo y dinámico, pero sobre todo demuestran que el periodismo sin humildad no es posible.
Para mí el Victoria es sinónimo de aprendizaje.
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