Sería imperdonable…

Foto: Tomada de Internet

Este primero de octubre los abuelitos del barrio estuvieron más entusiastas de lo habitual, fue como si le robaran la alegría al tiempo. Los Hogares de Ancianos y Casas de Abuelos se engalanaron para la sorpresa; mientras el hospital general docente Héroes del Baire no pudo obviar el Día Internacional de las Personas Mayores, proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1990.

Es que no se podía ni puede anular el tema, todo lo contrario, cada vez hay que visibilizarlo porque tanto la población cubana como la pinera envejece, no es un secreto y lo hace de forma muy acelerada; de hecho, el 2024 culminó con el 25,7 por ciento de los habitantes con 60 años y más, con lo cual Cuba encabeza la lista de los países más envejecidos de América Latina y el Caribe.

Vale plantear que la definición de envejecimiento, desde el punto de vista demográfico, está relacionada con el incremento en la proporción de personas de edad avanzada en relación con el resto de la población, de igual manera se asocia no solo al aumento de la proporción de ancianos sino también a una disminución de niños y jóvenes entre cero y 14 años.

Esta problemática, agravada en la actualidad por los bajos niveles de fecundidad y, por tanto, los nacimientos; además de las migraciones, sobre todo de ciudadanos jóvenes, constituye uno de los principales desafíos demográficos que enfrenta la nación.

Es palpable en cada sector de la sociedad e impacta de manera directa en áreas como la economía, la familia, la seguridad social, el remplazo del capital humano y la salud, entre otras.

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Y si bien hoy se tejen historias que dignifican a los ancianos y corroboran que son prioridad a pesar de las estrecheces financieras, también salen a la luz otras que lastran y duelen, como esa contada por el doctor Mariano Valle Vargas, director del principal centro hospitalario aquí: “Hace unos días al salir de la institución me encontré a un abuelo solo, desorientado, no sabía para dónde coger”…

No es un hecho aislado. Abundan los abuelos que enfrentan esta etapa de la vida sin la atención de la familia, quizá por despreocupación de esta, haber decidido residir en otra provincia o nación “porque desde allá puedo proveerlo mejor”, cuando muchas veces la presencia, esa bendita presencia física, cariño, conversaciones, risas, pasadita de mano donde duele, compañía es tan solo cuanto necesitan.

Sin duda alguna, este fenómeno precisa intencionar aún más la atención integral e interdisciplinaria a este amplio segmento de la ciudadanía. Y me satisface que en el encuentro realizado en el Héroes del Baire se haya presentado un proyecto que habla de habilitar una sala o un área para prestarles atención especializada a todos aquellos ancianos frágiles.

Los presentes comentaron hasta de emplear manillas que incluyan el nombre, dirección u otros detalles importantes para aquellos abuelitos que sufren de demencia u otros padecimientos que afectan las funciones mentales con el objetivo de brindarles ayuda en caso de necesitarla.

Pero teniendo en cuenta que el fenómeno tiende a agravarse las propuestas deben ser más abarcadoras. Ahí está el incremento de sus pensiones, aunque todavía insuficiente ante una inflación galopante; sin embargo, urge pensar en ampliar, acondicionar locales o construir nuevos hogares y casas de abuelos, asegurarles esos medicamentos que tantos desvelos les causan hoy debido a las limitaciones productivas de la industria y cuantas iniciativas puedan ponerse en práctica en pos del bienestar de los adultos mayores.

Ah, la familia, no puede quedarse a la zaga, a esta le corresponde asumir con ternura la responsabilidad de proteger a los ancianos porque el desamparo no puede verse y mucho menos posicionarse como un suceso común en nuestra sociedad.

Para viejo vamos todos, escucho decir a cada rato a quienes peinan canas. El envejecimiento es un proceso irreversible y corresponde responder desde los disímiles ámbitos a las demandas de este proceso. Sería en verdad imperdonable no hacer más por quienes lo han dado todo, por quienes pierden fuerzas al escalar la montaña de la vejez, pero merecen miradas tiernas, serenas, cargadas de gratitud.

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Karelia Álvarez Rosell
Karelia Álvarez Rosell

Licenciada en Defectología en la Universidad Carlos Manuel de Céspedes, Isla de la Juventud. Diplomada en Periodismo con más de 30 años en la profesión.

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