
El planeta Tierra está girando más rápido. Las mediciones más recientes, confirmadas por relojes atómicos de alta precisión, indican que entre este 22 de julio y el 5 de agosto próximo podríamos vivir el día más corto en la historia.
La velocidad con que gira nuestro planeta no es fenómeno nuevo, pero sí está cobrando una intensidad sin precedentes. Según especialistas vinculados a la NASA y otras instituciones científicas, la rotación terrestre se está acelerando de forma inusual, y se espera que entre esos días, el planeta realice rotaciones completas de hasta 1,6 milisegundos más rápido que los 86.400 segundos que definen un día típico.
Esta tendencia de rotación acelerada fue observada por primera vez en 2020, y aunque pueda parecer insignificante -un parpadeo humano toma aproximadamente 100 milisegundos-, en el lenguaje del tiempo planetario, la diferencia es abismal.
La rotación terrestre nunca ha sido perfectamente constante. A lo largo del tiempo, fuerzas gravitacionales, tectónicas y atmosféricas han influido en su velocidad. Pero desde 2020, los registros indican una tendencia clara y creciente hacia días más breves.
El consenso científico indica que las causas de esta aceleración pueden relacionarse con múltiples factores: desde interacciones dinámicas en el núcleo interno del planeta hasta la redistribución de masas por el deshielo de los polos y el drenaje de acuíferos subterráneos.
Los dos últimos posibles motivos, asociados al cambio climático global, agregaron entre 2000 y 2018 un promedio de 1,33 milisegundos cada siglo, aunque la tendencia reciente va en sentido contrario.
La Luna, testigo y partícipe
Un elemento que parece tener incidencia directa es la posición orbital de la Luna.
Durante el verano boreal, su inclinación respecto al ecuador terrestre genera un efecto gravitacional que acorta levemente el tiempo que tarda la Tierra en completar un giro.

Esta contribución lunar se estima en una reducción de entre 1,3 y 1,51 milisegundos por día, suficiente para marcar una diferencia en los datos captados por los relojes atómicos.
Sin embargo, para muchos investigadores, ello no basta para explicar el fenómeno en su totalidad. “Nadie esperaba esto”, reconoce el doctor Leonid Zotov, de la Universidad Estatal de Moscú, quien ha seguido de cerca las últimas mediciones.
Desde la década de 1950, los científicos cuentan con relojes atómicos capaces de detectar variaciones ínfimas en la duración del día. La unidad que usan para expresarlo es el Length of Day (LOD), y sus datos se han vuelto fundamentales para la astronomía, la navegación por satélite, la sincronización de redes de telecomunicaciones y el estudio del clima global, entre otros.
Hoy, ese reloj casi perfecto anda diciendo que el planeta va más rápido de lo previsto.

Aunque la aceleración actual podría estabilizarse, o incluso revertirse, los científicos siguen con atención las próximas semanas.
Para Zotov, “hemos llegado al mínimo” de esta fase, lo que sugiere que tarde o temprano la Tierra volverá a desacelerarse. Pero mientras tanto, el planeta sigue girando, cada vez un poco más rápido, desafiando lo que parecían certezas elementales.
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