Que el sector del Comercio en la Isla de la Juventud haya cumplido al 76 por ciento el plan de circulación mercantil, que según el viceministro primero del Ministerio de Comercio Interior (Mincin), Yosvany Pupo Otero, fue el resultado más bajo del país, corrobora cuánto queda por hacer y transformar en el sector.
Ello me hace pensar en un viejo refrán: Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente. Lo traigo a colación porque todo parece indicar que en un sueño prolongado andan los trabajadores del ramo, pues a pesar del nuevo modelo de gestión que propicia autonomía financiera, comercial y económica no se generan suficientes bienes ni prestaciones de servicios de excelencia.
Al respecto se habló en el balance anual, donde salió a relucir el inmovilismo existente cuando el contexto actual demanda de aprovechar cada una de las oportunidades y “libertades” encaminadas a adquirir mercancías y productos indispensables para ampliar las ofertas.
Es cierto que en parte este incumplimiento guarda relación con la inestabilidad del suministro de la canasta familiar normada, la venta de productos alimenticios y no liberados como son los materiales para la construcción; así como la marcada carencia de piezas y accesorios para las reparaciones de equipos de cocción de alimentos, entre otros.
Para nadie es secreto cuán difícil le resulta al Estado asegurar la canasta a cada consumidor porque lo venimos sufriendo durante los últimos meses debido al brutal bloqueo y las persecuciones financieras que estrangulan a la economía cubana; sin embargo, ante el actual escenario faltan autogestión, creatividad y aplicación de alternativas que generen transformaciones en función de mejorar desde la calidad del servicio hasta el salario de los trabajadores.
La autonomía concedida, tanto por el Decreto 28 como por la Resolución 99 de 2019 del Mincin faculta a los directores de las unidades a comprar productos por autogestión, ello posibilita paliar las dificultades con el abastecimiento.
Por ejemplo, la gastronomía popular y especializada ya no recibe prácticamente ningún suministro, pero por esa vía se puede gestionar lo necesario en insumos, medios básicos y alimentos; no obstante, todavía hay quienes esperan a que se haga el milagro y todo le llegue “por la canalita” como en etapas precedentes.
Durante el balance se expusieron valiosas experiencias nacionales como la de crear una Unidad Empresarial de Base encargada de la compra de abastecimientos en el sector no estatal para luego venderlas a los establecimientos. En el caso de la Isla no resulta necesario fundarla porque para ello está la Empresa Comercializadora Mayorista.
Ahí tenemos un paso ganado, solo falta engranarla y echarla andar para que haya mayor presencia de productos hasta en las bodegas y quién sabe si hasta contribuya a desinflar esa inflación que asfixia a no pocos pineros.
Otro de los asuntos que amerita resolverse con prontitud es la capacitación de los trabajadores ante el éxodo hacia otros puestos mejor remunerados y el polo turístico Cayo Largo del Sur, pues el recobro de la profesionalidad constituye una debilidad.
De igual manera preguntas como ¿por qué no encadenarse con otros actores de la economía?, ¿cuántas unidades han establecido contratos con productores?, ¿qué impide intercambiar mercancías con otras provincias?, ¿por qué todavía permanecen subutilizados los centros de elaboración?… denotan que el sector del comercio, la gastronomía y los servicios urge salir del letargo.