Fidel es el nombre del viento que levanta a cada cubano
Jaime Sabines, Cuba 65
Lo veo ahora mismo enhiesto en medio del Malecón, sobre aquella tribuna improvisada al lado del monumento del águila defenestrada y una enorme multitud enfrente. Agitaba una banderita cubana y su voz tenía toda la energía de la dignidad del mundo.
Ante la afrenta del llamado Plan Bush para una Cuba Libre y el nombramiento de un soñado “procónsul” para dirigir desde Washington los destinos de nuestro país, Fidel levantaba aquella mañana del 14 de mayo de 2004 el machete de palabras de una nación mambisa contra el presidente imperial:
“Ignora por completo que al pueblo digno y altivo que ha resistido 45 años la hostilidad, el bloqueo y las agresiones de la potencia más poderosa de la Tierra, ninguna fuerza del mundo podría arrastrarlo como un rebaño, atado cada uno de ellos con una cuerda en el cuello.”
[…]”Este pueblo puede ser exterminado ―bien vale la pena que lo sepa―, barrido de la faz de la Tierra, pero no sojuzgado ni sometido de nuevo a la condición humillante de neocolonia de Estados Unidos.”
De prostíbulo y garito de marines y mafiosos yanquis a un país reconocido mundialmente por su dignidad y principios, Fidel Castro Ruz cambió para siempre a Cuba.
Si la ética fue su práctica permanente, la dignidad fue su brújula constante. La aprendió desde sus años en Birán y la predicó y defendió en cada instante de su vida.
Si Martí lo convirtió en aspiración suprema, Fidel lo hizo práctica revolucionaria: “el culto a la dignidad plena del hombre” ha sido la línea que traza la ejecutoria del proceso político cubano.
“He vivido siempre y viviré tranquilo el resto de mi vida, porque sé defender con dignidad los derechos de mi pueblo y el honor de las naciones pequeñas, pobres o débiles, y me ha movido siempre un sentido profundo de la justicia. Soy revolucionario y moriré siéndolo”.
Desde 1959 la voz de Cuba fue escuchada y respetada en todos los escenarios, porque se alejaba de la genuflexión a los imperios y se basaba en la dignidad de todo un pueblo.
Fidel Castro hizo de esta pequeña isla del Caribe una potencia moral admirada y respetada por los pueblos del sur.
También se convirtió en el símbolo de la resistencia a la opresión, del coraje frente a la adversidad, de la fidelidad a los principios. y en la esperanza de los humillados a una vida decente.
“¡Somos una nación pequeña, pero digna de respeto! ¡Somos una nación pequeña en tamaño, pero grande en dignidad! ¡Somos una nación pequeña en tamaño, pero a la que hay que respetar, sencillamente, porque el cubano ha demostrado que sabe morir; porque, sencillamente, el pueblo cubano ha demostrado que a pesar de los tanques, y los cañones y las bombas y los aviones y a pesar de los miles y miles de soldados, más miles de los que nos puedan mandar más nunca, supimos arrebatarles las armas de la mano, supimos conquistar a sangre y fuego nuestra libertad!”
Nos enseñó que la dignidad no es palabra hueca o simple retórica, es sentimiento, actitud, y arma para inspirar confianza entre los amigos y respeto en los adversarios. Es el mayor de los valores de la condición humana.
Sólo un pueblo con dignidad puede sobrevivir, como el nuestro, a los grandes desafíos y agresiones que recibe.
Hay que sembrar dignidad, porque los pueblos pequeños, los pueblos pequeños como el nuestro, solo pueden sobrevivir y marchar adelante con mucha dignidad; los pueblos pequeños solo se salvan de la sumisión cuando tienen mucha dignidad. Porque solo la dignidad, que quiere decir también valor, que quiere decir espíritu de sacrificio, que quiere decir heroísmo, salva a los pueblos e inspira respeto”.
La dignidad, nos mostró, emana de los pueblos, pero se fertiliza con la convocatoria y el ejemplo de sus líderes. Fue él, en todos los escenarios y en todas las batallas, la encarnación más alta de la dignidad de su pueblo. Si se quiere vencer, si se quiere enfrentar los reveses o los obstáculos momentáneos, es ineludible llamar a la dignidad y el honor de los seres humanos.
”Nosotros podríamos decir que el deber fundamental de los hombres que dirigen es saber apelar a esa condición del hombre, a ese sentido del honor y a ese sentido de la dignidad del hombre. Porque es el único resorte, la única fuerza, pero por fortuna el resorte decisivo, la fuerza fundamental de los pueblos.”
Junto a esa defensa suprema de la dignidad como fuerza de un pueblo, Fidel nos mostró y luchó todos los días por la dignidad individual de los cubanos, que pasa por la posibilidad de vivir y aspirar a mejores condiciones de vida, pasa por la justicia y la equidad social, pasa por “ser tratado y tratar a los demás como seres humanos”.
Aún en las duras condiciones del Periodo Especial, no dejó jamás de luchar por salvar la dignidad como valor supremo de cada uno de los cubanos. Pobres, pero dignos, se decía en casa cuando los valores parecían desmoronarse ante las precariedades. ¿Sin dignidad, de qué vale la vida?
“Quienes han conocido la libertad no renuncian a ella, prefieren renunciar a la vida antes que renunciar a la libertad, prefieren renunciar a la vida antes que renunciar a la dignidad, porque, ¿de qué vale la vida sin libertad y sin dignidad?”
“Quien conoció la dignidad, quien conoció la libertad, quien conoció el honor, quien conoció la igualdad, quien conoció la justicia social, aunque no haya vivido en aquella época, no se resigna ni se resignará jamás a vivir sin ella cualquiera que sea el precio.”
Fidel tras proclamar a Cuba como Primer País de América Latina Libre de Analfabetismo. Foto:Archivos Fidel Soldado de las Ideas
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Fidel fue quien más alto nos enseñó a los cubanos el valor de la dignidad. La convirtió en nuestra más valiosa manifestación como grupo social. La hizo valor tangible para un país pequeño pero respetado. La convirtió en poderoso escudo y en símbolo de admiración para los desposeídos y marginados de la Tierra.
Los que hemos tenido el privilegio de conocer la libertad, la dignidad y la justicia, nunca nos resignaremos a vivir sin ellas.”