Que no se nos apague la esperanza

Sí, hubo gente que festejó a su manera, como pudo. Sé de vecinos que se juntaron para darle cuerpo y espesor a una caldosa. Otros quemaron muñecos, hubo quienes salieron con maletas para el anhelado viaje  y hasta tiraron uno, dos, tres… cubos con agua justo a las doce de la noche de este 31 de diciembre porque no les parecía suficiente para llevarse toda la suciedad y lo malo de este 2024, para mí y muchos el más difícil de los últimos años.

Mira que nos ha hecho reinventarnos. Nos generó un exceso de cortisol y mantuvo en 800 metros planos como nuestra corredora Ana Fidelia, sobre todo por la inestabilidad de los alimentos, incluyendo los de la canasta familiar normada, y los precios escalofriantes que cobran a pesar de los acorralamientos a los que han sido sometidos, pero los “pillos especuladores” insisten en burlar cuanta ley aparezca.

En realidad me preocupa sobremanera este “sálvense quien pueda”. Hasta a mí, que siempre ando pintando de colores la vida, sentí a veces cómo se me acababan los lápices, pinceles, acuarelas, lienzos…

Este fin de año no sabía si era prudente pedir deseos porque creo que esta vez la lista sería interminable. Sentí que los del más allá pondrían carita y hasta retorcerían los ojos por ese exceso de peticiones.

Sin embargo, lo hice y lo hago público, pedí mucha salud para ese burujón de gente que adoro y complementa; también mucha sapiencia para conducir los destinos de esta Cuba enmarañada, hilarante y amada a la vez, aún en medio de las más inciertas turbulencias porque el país en verdad debe convertirse en ese proyecto donde se concreten los sueños y se pueda, simplemente, vivir.

Si sobreviví fue por ese cálido refugio llamado hogar, donde las angustias se disipan, los abrazos calan, las risas alientan, la unión te hace fuerte, el optimismo te ayuda a que nada ni nadie te impidan ver el sol y el amor te engrandece, te salva.

Si sobreviví fue por toda esa gente linda que tengo desde siempre y nuevas que llegan a mí para reanudar mis alegrías. Y si sobreviví también fue por ese periodismo del que no logro desprenderme cuando me quedan escasos días para llegar a una adultez arropada de adolescente.

Si estoy aquí, presta a abrirle los brazos al 2025 es porque hace mucho tiempo elegí los sueños para decorar la vida, la esperanza para sostenerla y la valentía para afrontarla.

Y habrá que multiplicarla porque este año no viene diferente: continuarán las guerras, los deseos de asfixiarnos cada vez más, las desigualdades, los fenómenos naturales, la crisis mundial. El escenario no avizora muchos cambios alicientes, pero la vida sigue y no nos perdonaría si nos detenemos como simples espectadores a verla pasar.

Al menos yo elegí reiniciarme y recargarme para desandar con renovados bríos en la etapa que recién comienza. ¡Que no se nos apague la alegría y la esperanza!

 

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Isla de la Juventud Opinión
Karelia Álvarez Rosell
Karelia Álvarez Rosell

Licenciada en Defectología en la Universidad Carlos Manuel de Céspedes, Isla de la Juventud. Diplomada en Periodismo con más de 30 años en la profesión.

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