Prueba de fuego por la paz en África (I)

Vivencias y reflexiones de un corresponsal de guerra hace 40 años

Durante la misión en Angola/ Foto: Archivo Personal

El mismo año en que cayó en combate el periodista Juan Candelario Bacallao, en una emboscada el 19 de octubre de 1985 mientras cumplía misión en Angola, regresaba yo de esa trinchera internacionalista donde cumplía similar tarea.

Al cabo de 40 años es justo evocar a Candelario Bacallao con la celebración por primera vez del Día del Corresponsal de Guerra Cubano ese día en su honor desde este 2025 y la jornada conmemorativa que, a propuesta del Círculo de Corresponsales de Guerra de la Unión de Periodistas de Cuba, también recuerda a los demás profesionales que perdieron la vida en África y otras partes en defensa de verdades tan nobles como tergiversadas por los enemigos, quienes, sin embargo, no pudieron ensombrecer la justeza de la causa por la que luchaban esos hombres y mujeres con las armas de la palabra, la imagen, la voz y las ideas.

Durante la misión en Angola/ Foto: Archivo Personal

Al África fui en 1984 con 29 años, mientras laboraba en el periódico Victoria de la Isla de la Juventud, cuando luego de una rigurosa preparación militar en el primer curso de corresponsal de guerra durante un año en la Academia Superior de las Far Máximo Gómez y varios polígonos del país fui seleccionado para esa misión en Angola, la cual entonces consolidaba su soberanía frente a los agresores sudafricanos y bandas armadas por EE. UU. que intentaban descuartizar al nuevo estado tras su liberación en 1975.

Partí con la nostalgia de dejar atrás a mi hijo de cuatro años, al resto de la familia, a mi colectivo y a muchos compañeros, pero con un puñado de ideas y sueños que me hacían invencible.

Formaba parte del contingente militar cubano y junto a la cámara fotográfica Zenit al cuello, un manojo de rollos, agenda y bolígrafos llevaba mi fusil al hombro, pistola, casco y demás pertrechos como oficial de las Far en una misión militar especial.

Conservo en la memoria muchas anécdotas que el tiempo, lejos de borrar, reafirma junto a las convicciones y el orgullo por haber aportado mi granito en las victorias de Angola, de Cuba, del sur de África y de la solidaridad, que llenaron de esperanza al mundo.

Entre las muchas vivencias están la de aquella tarde en que procedente de la capital angolana llegué a Cabinda, la provincia angolana más al norte y habitada por una de las mayores selvas del planeta, con los oídos reventados y tragando sangre, por la altura del avión militar de carga en que viajaba, al sobrevolar Zaire para evadir la artillería de fuerzas enemigas en ese país.

Fue conmovedor conocer y compartir la vida bajo tierra de los combatientes cubanos y angolanos, el entusiasmo con que se enfrentaban a los peligros y la gran hermandad lograda en el fragor de los combates y la preparación para asegurar la victoria en el próximo encuentro, así como enfrentar emboscadas y sabotajes de bandas armadas por Sudáfrica y el gobierno de EE. UU.

Una de las medallas recibidas: Por la Victoria Cuba-RPA, otorgada a los combatientes internacionalistas por el Consejo de Estado de la República de Cuba/ Foto: Archivo Personal

Nunca olvidaré que los 30 años, aquel 18 de diciembre de 1984, los cumplí aislado con paludismo en un hospital, como tampoco se borra la imagen de la vieja máquina de escribir con teclado con alfabeto portugués –dejada por los colonialistas lusitanos cuando se retiraron tras ser derrotados– en que hice la mayor parte de los reportajes periodísticos, que luego enviaba por valija militar a la oficina del entonces Ministro de las Far y Segundo Secretario del Partido, General de Ejército Raúl Castro Ruz, donde decidían en qué órganos se publicarían, entre ellos los periódico Granma y Juventud Rebelde, Bastión (órgano de las Far), así como las revistas Bohemia y Verde Olivo, entre otros medios.

La primera página de uno de los reportajes publicados en Bohemia/ Foto: Archivo Personal

Aún estaban frescos los vibrantes mensajes de Fidel cuando las batallas de Cangamba y Sumbe, en 1983 y 1984, todos sentíamos que él estaba allí con nosotros y enorgullecía que dirigiera personalmente las acciones militares junto a Raúl desde el puesto de mando especial en el edificio del Minfar a más de 13 000 km de distancia, del otro lado del Atlántico, con órdenes acertadas, informándose de la situación y disponiendo lo necesario para no dejar de proteger a ningún combatiente y asegurar la victoria.

En el centro, de pie, el corresponsal junto a otros oficiales de las Far en Luanda/ Foto: Archivo Personal

Tuve el privilegio de compartir suerte con esos valientes soldados y oficiales que partieron, de manera voluntaria, de la Patria, regresaron victoriosos y muchos andan aún con modestia en nuestras calles como héroes anónimos que engrandecen la nación.

Entre ellos estaban los caravaneros de largos recorridos para avituallar a las tropas enclavadas en la profundidad del extenso territorio angolano, los temerarios zapadores desactivando minas, los cooperantes civiles que hicieron de sus predios (edificios) bastiones de resistencia hasta con las armas ante los ataques enemigos y los miles de reclutas y reservistas que se hicieron diestros fortificándose en cada posición conquistada.

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Isla de la Juventud
Diego Rodríguez Molina
Diego Rodríguez Molina

Licenciado en Periodismo en la Universidad de La Habana.

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