Instituciones como ACPDI defiende la necesidad de crear centros ocupacionales para las personas en situación de discapacidad mayores de 18 años

Está sentado, sus ojos recorren las paredes. Sobre la mesa hay un papel en blanco y entre sus dedos, un lápiz. Quizá comience a dibujar, o simplemente esté inmerso en su mundo, ese mundo exclusivo al que no todos tienen acceso.
Richard fue diagnosticado con Síndrome de Down, pero esa «(dis)capacidad» está de más cuando se le mira y se percibe humanidad y sensibilidad.
«Nos sentimos orgullosos de nuestro hijo. Siempre muestra amor, es muy independiente, y nos ayuda a su padre y a mí en las tareas del hogar», comenta Marta Álvarez Rodríguez, la madre de Richard.
Su pequeño, dice, tiene 18 años y trabaja en el jardín de la Asociación Cubana de Personas en Situación de Discapacidad Intelectual (Acpdi), «lugar que le ha dado el espacio para crecer e interactuar con otras niñas y niños, con condiciones parecidas».
Precisamente, Acpdi surge con ese propósito: aglutinar a las personas en situación de discapacidad intelectual, acompañadas de sus representantes legales o apoyos, y trabajar de conjunto con los organismos del Estado en programas y políticas públicas, en pos de sensibilizar y crear oportunidades para su incorporación a la sociedad.
«Estoy bien. Trabajo… me gusta el jardín. En casa ayudo a mami, a papi, a mi abuela, cocino, boto la basura…», dice Richard un poco apenado, pero con la convicción de saberse merecedor de toda atención.
Como él, al cierre de 2023 existían alrededor de 150 000 personas con discapacidad intelectual en la Isla, según datos del Departamento de Atención al Adulto Mayor y Discapacidad del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
Yusmila Hernández Castillo, vicepresidenta en la sede nacional, explica que la actual asociación, que cuenta con cien miembros oficiales en la provincia de La Habana, comenzó como una red de apoyo, en 2013, entre madres de hijos pequeños con discapacidad intelectual, que intercambiaban experiencias respecto a los cuidados.
«Fue un largo camino. Creamos un grupo y comenzamos a hacer encuentros en las comunidades, con infantes en esta situación, y con sus familiares, no sin antes involucrar a varios ministerios. Pero en junio de 2023 surgimos como asociación, y actualmente existen siete sedes en diferentes provincias del país».
En el centro se realizan varias actividades que contribuyen a las habilidades sociales de niños, niñas, adolescentes y jóvenes. «Se les enseña costura, técnicas básicas de carpintería. Además, contamos con áreas destinadas a la motivación y la autonomía, para que aprendan a hacer algunas labores del hogar como limpiar, barrer, cocinar…», cuenta Yusmila Hernández.
En una de las salas de la institución se encuentran, aproximadamente, 12 infantes. Aunque es martes, no importa. Se aferran a su instante de felicidad en ese pequeño lugar.
«Las personas que imparten talleres lo hacen gratuitamente. Muchas son madres que tienen a su hijo en situación de discapacidad, y otras, personas sensibilizadas con el tema que vienen por el deseo de apoyar», advierte la Vicepresidenta, y rememora el día de la entrega de los carnés a los miembros asociados:
«Fue algo emotivo. Los que mejor pueden expresarse dijeron con orgullo, “mira, ya tengo mi carné”, “ya soy Acpdi”, y son cosas que motivan. El esfuerzo no ha sido en vano, porque ellos se sienten reconocidos».
Conocer a Ketty Piedra, madre de Manay, y a Yudith González, mamá de los gemelos Marlon y María, los tres con 13 años de edad y que asisten al centro por la jornada veraniega, es corroborar lo evidente. Las dos coinciden en que Acpdi les ha permitido a sus hijos relacionarse y «ganar confianza».
«Antes de entrar a la Asociación, mis hijos eran muy tímidos, tenían miedo de salir y que se rieran de ellos. Yo también era muy precavida, porque pensaba que los iban a rechazar, que no los aceptarían. Pero esta asociación me ha ayudado a comprender que ellos tienen la oportunidad de ser alguien en la vida. Aquí se divierten, cantan, bailan…, ya no son tímidos, y me siento contenta porque hablan mucho conmigo», alega Yudith González.
De igual forma, Ketty Piedra reconoce que «es un trabajo al que hay que ponerle corazón. Todos tienen diferentes diagnósticos y algunos problemas en la motricidad, pero cuando se les conoce, así como al amor que desprenden, ves que tienen para dar más de lo que las personas quizá esperan».
Consciente de que el sendero debe continuar en la promoción de espacios inclusivos, Mayelín Oliva Rodríguez, presidenta de Acpdi, dice que reciben el apoyo de los ministerios de Salud, Educación y Trabajo y Seguridad Social.
Bien sabe, sin embargo, que una de las mayores preocupaciones de los familiares de las niñas y niños es el futuro, pues existe una deuda colectiva en cuanto a la falta de garantías en la accesibilidad a los universos laboral y estudiantil, tras cumplir los 18 años de edad.
Por eso, todo el colectivo ansía materializar el sueño de crear centros ocupacionales para las personas mayores de 18 años, «y así las que puedan incorporarse a la vida laboral lo hagan, pero las que no, se mantendrán vinculadas a la institución.
«Los niños con discapacidad intelectual tienen oportunidades porque la Educación en Cuba ofrece muchas ventajas. No obstante, una vez que salen del sistema educativo, muy pocos son los que se incorporan a la vida laboral. Entonces, carentes de esto, acuden al vínculo sociofamiliar, y la madre –generalmente la cuidadora– deja de trabajar y se dedica por completo al cuidado. Por tanto, se beneficiarían las personas cuidadas y las cuidadoras, porque estas últimas podrán incluirse en la vida laboral».
A decir de la Presidenta de la Asociación, se requiere sensibilizar y comprender que estos infantes tienen autonomía. De igual forma, se deben crear los ajustes razonables para que puedan disfrutar, generosamente, sus derechos.