FOTOS: Gerardo Mayet y tomadas de Facebook
El aire en la Isla de la Juventud huele a tinta fresca y a historia vieja. Mientras su ciudad capital sopla sus 195 velas de fundada, otra celebración con ecos profundos tiene lugar entre libros y manuscritos. No es solo un festejo sino un examen de salud. Y la literatura cubana, según los resultados del XXV Premio Fundación de la Ciudad de Nueva Gerona, respira con fuerza, aunque a veces describa realidades ásperas.
La cita, convocada por el Centro Municipal del Libro y la Literatura junto a Cultura, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) y la Asociación Hermanos Saíz, es un microcosmos de Cuba. Los 46 cuadernos llegados de casi toda la nación, con la ausencia de Cienfuegos y Guantánamo, descansan ya juzgados sobre la mesa. Han pasado por las manos de un jurado de peso.
Veinticinco años manteniendo vivo este encuentro no es poca cosa. Es una tradición que se enraíza en el panorama cultural nacional, como los mangles de la costa sur.
El anuncio de los ganadores de Narrativa pone un silencio expectante. La mención es para Cuentos por cobrar de José Manuel Santiesteban, de Artemisa, un título que, sin querer, parece un comentario de época. Pero el premio mayor se lo lleva una obra que, según el acta, no teme adentrarse en los abismos.
El gato en la caja del habanero Brian Serrano Alfonso, es descrita como valerosa. Los adjetivos que la definen son intensos: subjetividad atormentada, ritmo que no decae, impactante. El jurado va más allá y define su universo como “un aquelarre cercano a la locura y la demencia”. No es una literatura de evasión, sino una inmersión en los estados límites del ser humano contemporáneo.
En poesía, las menciones a Luis Lexander Pita, (Matanzas), por Esta tarde la poesía entre nosotros; Raúl Leyva Pupo, (Las Tunas) por Los puentes quebrados y Luis Manuel Pérez Boitel (Remedios) por El pájaro siberiano, muestran un mapa diverso.
Mas es el matancero Yans González García quien se alza con el XXV Premio. Su obra Hijas del tiempo, habla de equilibrio perfecto y grandeza del legado. Es la poesía como tributo y consagración, una cuerda floja entre el dominio formal y la emoción. En su perfil de Facebook, el autor compartió la “agradable noticia”, un destello de la vida real del escritor tras el verso pulido.
Quizás el momento más visceral de la premiación llega con el Premio Especial Waldo Medina de la filial local de la Uneac. Lo recibe Rafael Carballosa Batista con El hambre de vivir. Su título es una declaración. Al tomar la palabra, Carballosa no dialoga de métricas ni de musas. Habla de la Cuba de hoy. “Una Cuba contemporánea y los duros días que vive la nación desde la perspectiva de un poeta civil que sufre igual que el cubano de a pie”, dice. Lo define como “una apuesta por salvar al ser humano frente todo tipo de exclusiones”. Aquí en el corazón de la ceremonia, la literatura deja de ser arte para convertirse en testimonio y salvavidas.
A un cuarto de siglo de este concurso, no elude el desasosiego de su tiempo, pero busca, desde la isla grande hasta la nuestra, la forma exacta, el verbo preciso, para nombrarlo y, quizás, empezar a transformarlo. Nueva Gerona al cumplir 195 años, no recibe solo felicitaciones. Recibe espejos, y en ellos, el rostro complejo y valeroso de su país.
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