“¡Por quedarnos callados seguirá sucediendo!”, comentaban algunos pobladores de La Demajagua mientras esperaban su turno para comprar el pan. Como periodista al fin, presté atención a la conversación, sin embargo no fue hasta que me sucedió cuando pude entender.
Tener el pasaje en la mano y un equipaje no son suficientes para ocupar un asiento en el trasporte de la Empresa Viajero, cuya ruta es Argelia-La Victoria, Atanagildo-La Demajagua y el Tronco-Gerona.
A las 5:30 de la mañana se puede comparar la guagua del barco con la ruta 39. Todos apretados como si fuéramos en una lata de sardinas y la peor parte: quienes no tienen pasaje, sentados y el resto –los viajeros del catamarán– de pie hasta la Terminal.
“¿Todos los sentados tienen pasaje?”, preguntó una señora de aproximadamente 70 años. Te puedes cansar de pedir tu asiento; pues los acomodados en ese momento se vuelven mudos, se hacen los dormidos y viran la cara para otro lado.
Por otra parte una madre con un niño, algo molesta debido a la situación, gritó: “Quiénes tienen pasajes”, una vez más se dirigía a un grupo de “personas con deficiencia auditiva”. Algunos, subestimando la inteligencia de otros, abrieron la aplicación Viajando para intentar confundir, mostrando un pasaje viejo o dejando claro su inexperiencia con las redes sociales.
Reflexionando acerca de esto, me pregunto: ¿Corresponde a los pasajeros exigir sus respectivos asientos? ¿Adónde fueron las viejas costumbres? Antes, el chofer o el conductor pedían mostrar el pasaje y bajaban a quienes no tenían, para montarlos al final, pero actualmente todo esto se ha perdido. Quien está al frente del ómnibus no puede olvidar su responsabilidad en requerir la prioridad para quienes está destinado el referido viaje.
Dada la situación con el trasporte en el territorio, estamos de acuerdo en la colaboración hacia el resto de las personas, muchos de ellos trabajadores, pero la organización y el respeto también deberíamos llevarlos en la mano, así como los cinco pesos que no dejan de solicitar con tanta vehemencia.
Llegar a Nueva Gerona no pone fin a esta odisea, pues de regreso viene la segunda parte de la historia; ahí nos damos cuenta del carácter cíclico de tal situación y si por casualidad se te ocurre preguntar quién tiene la culpa, más vale recordar la letra de la canción de Buena Fe: …¡Ay, la culpa, la maldita culpa no la tiene nadie!…
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