
Lo ocurrido este sábado en los poblados de La Victoria, a unos 30 kilómetros al sur de la capital local; Atanagildo Cajigal y La Demajagua para celebrar la víspera del Día Internacional de los Trabajadores demuestra que en Cuba no hay lugar apartado cuando de unir fuerzas se trata y de reiterar que ¡Cuba no se rinde ni se vende ni se raja!
Y así devino el día previo al Primero de Mayo en que los pobladores de esos asentamientos del suroeste pinero y otros salieron a expresar a viva voz esa voluntad en una jornada de compromiso y de lucha, en que en palabras y en hechos enarbolaron ¡Cuba vive y trabaja!, el lema cubano de la fiesta proletaria.
Tras dos años sin celebrar la fecha debido a la pandemia, los actos fueron contundentes junto a la clase obrera y en familia, a los que retornaron los pobladores con más fuerzas que antes por las lecciones de esa inolvidable batalla por la vida y los valores afianzados.
El Sí por Cuba manifestado en La Victoria llevaba el orgullo de sus trabajadores y demás vecinos de ser el primer poblado construido por la Revolución en tierras de latifundios vinculados a turbios negocios de la dictadura de Fulgencio Batista y puestas en manos del pueblo.
Allí llovieron iniciativas como la muchacha jinete que agitaba la bandera cubana, el talento de artistas aficionados o las motorinas que con cuadro de Fidel y la enseña nacional en alto, recorrieron calles tan alegres como sus niños y jóvenes con carteles confeccionados por ellos con los colores de sus cotorras y planes agropecuarios.

No menos fue el entusiasmo en el poblado de Atanagildo Cajigal, también levantado por combatientes y que lejos de olvidar sus raíces, hizo de cada casa su plaza por el Primero de Mayo y engalanó a toda la comunidad con la creatividad de su gente y su casa de cultura, con cortinas de encaje, cintas, lazos, afiches y banderas que llamaron la atención de visitantes y lugareños. Los pioneros uniformados se unieron a veteranos y jóvenes, marcharon por las calles, mientras enarbolaban consignas de vivas a la Revolución, a su generación histórica y a quienes continúan al frente de un proceso indetenible.
En La Demajagua no quedó ni un poblador sin salir de casa para asaltar con cantos, poesías, danzas, cabalgata, bicicletas, carretones y camiones con carteles y afiches con fotos y consignas enaltecedoras de reafirmación revolucionaria.
Noraida Trimiño Velázquez, con entusiasmo significó la movilización de ese sábado y expresó el sentir de sus compatriotas de defender a Cuba no solo con palabras sino también en el trabajo de cada día y el aporte de todos. Como parte de ese empeño los trabajadores de la panadería conformaron panes semejando el Primero de Mayo.
No habían salido los primeros rayos de sol y dirigentes del Gobierno, el Partido, el movimiento obrero y demás organizaciones ya recorrían esos poblados lejanos, para compartir las variadas propuestas dedicadas a una fecha que aquí es cotidiano empoderamiento de los trabajadores, al calor de una movilización popular que hizo historia y confirma que no hay lugar apartado para la unidad.

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