No es lo mismo

No es lo mismo bloquear a Cuba que a Rusia; dirá usted que eso es una verdad de Perogrullo, pero repasemos algunas evidencias. El bloqueo es una forma de guerra por vías no violentas que pueden generar violencia. El bloqueo a Cuba en nombre de la “libertad” y otros argumentos que fueron cambiando con el tiempo es un acto de genocidio aunque no se capte con la inmediatez del espanto que causa una bomba sobre una ciudad.

Bloquear a Rusia es otra historia: se trata de una potencia con múltiples redes de comercio con Europa y el mundo. Los efectos de tal medida afectan a Rusia, Europa, al propio Estados Unidos y lesiona, con daños colaterales, a economías abiertas como la nuestra. A los efectos de una pandemia, se suman los de una guerra dentro de otra guerra.

Asistimos a un mundo donde se están redistribuyendo las polaridades de un mundo unipolar. La hegemonía estadounidense es desafiada por dos potencias que emergen en el nudo del comercio mundial: China y Rusia. Si la llamada “Trampa de Tucídides” nos habla de la reacción de una potencia cuando se siente amenazada por un poder emergente, no hay otra cosa que esperar que la guerra y la destrucción de un competidor. La diferencia está en que en los tiempos de Tucídides no se sospechaba la posibilidad de armas nucleares, aunque sí del poder destructivo del propio hombre.

La guerra en Ucrania es un capítulo en el libro de esta historia. Y toda guerra de este tipo duele, somos todos perdedores cuando hay una mancha de sangre humana sobre la tierra, o cuando un niño abre los ojos espantados, sin comprender el ruido de los aviones. Para detener a tiempo la guerra era preciso detener el egoísmo de los poderosos.

Esta guerra ha ocupado un lugar protagónico en las redes digitales; se desata una rusofobia que ataca incluso a la cultura ajena a la guerra. La llamada libertad de expresión prefirió silenciar a los canales rusos porque los medios occidentales tienen propietarios poderosos, y es preciso dar una narrativa que se corresponda con cierta hegemonía.

Cuando Estados Unidos invadió a múltiples países, en nombre de la seguridad nacional, de la democracia, de valores occidentales, incluso ante la destrucción de la propia Yugoslavia, no se desató en algunos sectores un sentimiento antimperialista que ahora sí lo provoca la guerra de Rusia en Ucrania so pretexto de la desmilitarización y desnazificación del país.

Ahora la guerra va acompañada de guerra comunicacional, desinformación, apelación a las emociones sin comprobar la fuente de una imagen: guerra cultural por el dominio de las mentes. Es curioso que en los días iniciales de la Segunda Guerra Mundial, Stalin era presentado en Estados Unidos con sus mejores galas, y a los niños estadounidenses se les enseñaba a cantar el himno de la Unión Soviética. Luego, al comenzar la guerra fría, pasaron a ser el enemigo.

Cuando se derrumbó el socialismo en la URSS eran los amigos de occidente y se alzaron copas. Ahora vuelven los rusos a ser los malos de la película: ¡no es oportunismo, es guerra cultural!

En este contexto se acelerará la carrera por poner la ciencia en función de la hegemonía para asegurar territorios de supervivencias. La robotización de la guerra o la computación cuántica podrían hacer la diferencia para dominar o asegurarse de no ser dominados. Las palabras que hoy se utilizan para configurar ilusiones corren el peligro de pasar al latón de la basura: libertad, derechos humanos…

Europa debe prepararse para no ser una vez más raptada, como aquella ninfa con igual nombre, que termina en las manos avariciosas de Zeus. Los países de la periferia tendrán que buscar sus alianzas saltando por encima de las trasnacionales que dominan a naciones. Cuba, tendrá que sacar desde adentro la enormidad de sus posibilidades creativas y entender la complejidad del mundo hoy.

No es lo mismo bloquear a Cuba que a Rusia. En nuestro caso, no podemos autodestruir la esperanza, tenemos que alzarnos, con un pensamiento que no deje morir la solidaridad, esa que mantiene viva la dignidad de respetar a los demás.

(*) Profesor universitario y colaborador

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