Una amiga no para de dar carreras para conseguir a cualquier precio los medicamentos para su mamá, ya pasada de los 80 años, la cual padece de insuficiencia renal y mal funcionamiento de los intestinos; me dijo que para este último padecimiento adquirió el picosulfato de sodio a un costo estratosférico, el cual requirió de la unión familiar “porque por la vieja, tú sabes, todo”.
A otros enfermos les falta desde las tirillas para medir la glucosa, las agujas y hasta el simple algodón para aplicar tras cada pinchazo. Mamitas buscan desesperadas antibióticos para sus pequeños enfermos y no pocas familias lo solicitan hasta en las redes sociales ante la gravedad de un pariente en la sala de terapia intensiva. Qué decir de quienes requieren tratamientos oncológicos para detener la progresión de un cáncer.
Duele, duele mucho y esa angustia no solo la padecen día a día las familias cubanas y pineras sino también esos galenos arropados con sus batas blancas, quienes se formaron para salvar vidas; no obstante, tienen que reinventarse para lograrlo ante tantas carencias no solo de medicamentos sino también de insumos para operar o hacer efectivo el mínimo tratamiento.
No son pocos los que opinan que esta es una realidad nunca antes vivida, incluso, hasta la llegan a comparar con los años más cruentos del período especial y pueden que tengan razón, pero es que como nunca antes tampoco este país estuvo tan asfixiado y estrangulado como ahora.
Amén de las insuficiencias en el andar por enderezar la economía nacional, existe un factor ineludible, tan real que carcome a Cuba y las familias. Aunque cueste admitirlo, se vea como mera justificación, cuento de camino o “muela bizca”, como dicen en el argot popular, el bloqueo existe, es como esas muertes que ningún ser humano quisiera porque uno languidece con dolor y poco a poco.
Los de mi generación crecimos escuchando esa palabra; sin embargo, las sucesivas todavía más al punto de odiarla porque los ha lacerado de disímiles formas, incluso, hasta de la manera más sutil, al vérseles truncado algunos de sus sueños.
Es que con el transcurso de los años las dimensiones de ese engendro alcanzan dimensiones insospechadas. No bastaban su existencia, las leyes derivadas y modificaciones, hacía falta que a “alguien” se le ocurriera recrudecerlo con más de 240 medidas brutales y, por si fuera poco, incluir al país en la lista de estados patrocinadores del terrorismo.
Según el propio Departamento de Estado, Cuba “apoya el terrorismo internacional ya sea participando en actividades terroristas ellos mismos o proporcionando armas, entrenamiento, refugio, instalaciones diplomáticas, respaldo financiero, apoyo logístico y/o de otro tipo a los terroristas”. ¿Qué ironía?
Sería bueno buscar información acerca de la trascendencia de tamañas sanciones y falacias. Quienes vivimos acá sí conocemos muy de cerca sus efectos porque los sentimos a diario en la vida cotidiana, donde, por ejemplo, se desata una red ilegal de reventa de medicamentos, algunos sustraídos de la industria nacional, sí, pero otros llegan al país porque hay quienes prefieren aprovecharse de las circunstancias.
Y he hecho referencia a este tema porque es extremadamente sensible, escasean los medicamentos y ante la angustia a muchos les cuesta creer que la producción nacional está deprimida por esas materias primas a las cuales Cuba no tiene acceso porque un sinfín de farmacéuticas y bancos se rehúsan a trabajar con el país.
La cancelación de contratos, la negativa de navieras a transportar cargas a Cuba, la imposibilidad de utilizar tecnologías con más de un 10 por ciento de componentes estadounidenses y el incremento de los costos de comercialización, han impactado de manera negativa en el proceso de adquisición de insumos para la sostenibilidad del sistema de salud.
¿Qué nación, por demás subdesarrollada, sobrevive ante un bestial acoso? Entonces, de qué estamos hablando. En casa, habrá mucho que botar y renovar, pero el BLOQUEO, al menos para mí, no es cuento de camino, duele y mucho.