Metabolización del alcohol, heredada de los simios

La capacidad humana de metabolizar el alcohol se habría desarrollado hace diez millones de años, derivada de la práctica de los grandes simios de comer fruta fermentada.

En la pasión de los chimpancés por la fruta fermentada está en el origen de la capacidad de los humanos para metabolizar el alcohol, que se habría desarrollado hace más de diez millones de años.

Así lo demuestra un estudio dirigido por los científicos británicos Catherine Hobaiter, de la Universidad de Saint Andrews, y Nathaniel Dominy, del Dartmouth College, publicado en la revista BioScience.

El punto de partida de los investigadores fue observar el comportamiento de la mayoría de los grandes simios africanos, los únicos que se alimentan de la fruta caída, para lo que también se acuñó el nuevo término “scrumping”, o sea, “robar con astucia” la fruta.

Por lo tanto, la capacidad humana para metabolizar el alcohol podría haberse originado hace más de 10 millones de años, a partir de un comportamiento común a muchos grandes simios africanos, que hasta ahora había recibido tan poca atención que ni siquiera había forma de registrarlo.

Se sabe que estos simios, con excepción de los orangutanes, son los únicos que comen con bastante frecuencia fruta caída, generalmente muy madura y con distintos niveles de etanol por su fermentación.

Según el estudio, este comportamiento también parece coincidir perfectamente con la capacidad de metabolizar el alcohol: análisis genéticos realizados en 2015 demostraron que este rasgo, debido a una única mutación genética, es común solo a los humanos y a los grandes simios, con la excepción del orangután.

El rasgo podría haber sido heredado de un ancestro común que vivió hace más de 10 millones de años.

Esta hipótesis se explorará con más profundidad en estudios futuros, que también buscan analizar si el “scrumping” está asociado con compartir.

“Una característica fundamental de nuestra relación con el alcohol es nuestra tendencia a beber juntos, ya sea una pinta con amigos o una gran reunión social”, afirmó Catherine Hobaiter, psicóloga de la Universidad de St.
Andrews y una de las autoras del estudio.

“El siguiente paso es investigar cómo la alimentación compartida con fruta fermentada también puede influir en las relaciones sociales de otros monos”, concluyó.

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