
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, afirmó hoy que en marzo decidirá si busca la reelección en 2026, contienda marcada por su peso político, su edad (80 años) y la ausencia de Jair Bolsonaro.
«Para ser candidato necesito estar al ciento por ciento. Si estoy como estoy hoy, tengo plenas condiciones. En marzo decidiremos las cosas con calma», señaló durante una entrevista concedida a TV Record Pernambuco.
Acto seguido dejó claro que no descarta entrar nuevamente en batalla electoral si considera amenazada la democracia.
«Si depende de mí, esas inmundicias que gobernaron el país no volverán. Si es necesario para impedir el regreso de negacionistas, seré candidato», remarcó.
Los sondeos recientes reforzaron ese panorama. Estudios de AtlasIntel y de CNT/MDA ubicaron a Lula en primer lugar en todos los escenarios de primera y segunda vuelta para 2026, con aprobación superior a su nivel de rechazo.
Su figura, pese al desgaste natural de tres mandatos previos, mantiene capacidad de aglutinar sectores progresistas, moderados e incluso pragmáticos que ven en él un «muro de contención» frente al extremismo.
Mientras Lula evalúa su futuro, la derecha brasileña enfrenta la elección más incierta desde 2018.
Con Bolsonaro preso e inhabilitado por su participación en conspiración golpista, la tendencia figura sin capacidad de articular estrategia y su imagen muy dañada.
El bolsonarismo (adeptos del exgobernante ultraderechista) carece de un liderazgo capaz de heredar, sin fracturas, los votos de la extrema derecha.
Políticos como Tarcísio de Freitas, Romeu Zema y Michelle Bolsonaro aparecen en escenarios hipotéticos, pero ninguna consigue aún convertir intención de voto en competitividad real, ni mucho menos reproducir la capacidad movilizadora del exmandatario.
El campo conservador llega así a 2026 dividido, urgido de un nombre que no solo represente su identidad ideológica, sino que pueda hablarle al electorado moderado que rechazó el radicalismo tras los episodios golpistas del 8 de enero de 2023 en esta capital.
La prisión de Bolsonaro, además de desarticular la estrategia de su movimiento, deja a la derecha en un dilema: moderarse para ampliar su base o radicalizarse para mantener a su núcleo más fiel.
A Lula, en cambio, le tocará enfrentar otros desafíos. La economía en recuperación lenta, las tensiones con el Congreso Nacional dominado por el Centrão (tendencia centro), el desgaste institucional acumulado y la presión para renovar el liderazgo dentro del propio Partido de los Trabajadores (PT).
Una eventual candidatura suya deberá equilibrar continuidad, estabilidad y capacidad de diálogo en un país que sigue polarizado, cansado de crisis y atento al rumbo de su democracia.
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