Como principio universal los valores humanos que utilizan y rigen el comportamiento de un numeroso grupo de personas, conduce a la vida armónica dentro de la sociedad en su conjunto. Un invento, marcado por el tiempo y la propia existencia de los que antes y ahora pueblan el planeta.

El pasado siglo constituyó un período de grandiosos inventos e innovación, cuando el mundo cambiaba velozmente y nuevas ideas y productos surgían. Pero para algunos productos, nada había cambiado, como sucede con los valores morales y sociales que marcan la diferencia de quiénes somos. La creación pareció detenerse tras la invención inicial, pero muchos se empeñan en hacer que no valga la pena.
Sobran los ejemplos de las inventivas de variados productos que llevan siglos existiendo, y aunque sus materiales y tecnología han cambiado, sus diseños básicos siguen siendo los mismos y de uso generalizado en cada continente. El papel higiénico, la tostadora, la palanca, el torno, la polea, la cuña, el tornillo. Lo mismo ocurre con las bicicletas, las esposas, las cremalleras, las cuerdas, las cucharas, la pasta, las hamburguesas y el sujetapapeles. ¿Y los valores? ¿Qué valor tienen los valores?
Durante la década de los noventa, empezó a exteriorizarse una preocupación mundial por el comportamiento del ser humano y sus consecuencias en todos los ámbitos. Algunas de las causas señaladas son la pérdida de la conciencia social. Aspecto este en que muchos se han “desapuntado” como diría una conocida.
Estudiosos y defensores del tema se han encargado de apuntar cómo dichos valores, al no estar definidos ni por la cultura, ni por la religión, ni por el tiempo, ni por ningún otro condicionante, son innatos al ser humano, perdurables en el tiempo y trasladables a cualquier lugar del mundo. Entre los valores humanos más importantes encontramos la ética, la sinceridad, la empatía, el amor, la gratitud, el respeto al prójimo, la paciencia, la tolerancia, la bondad, la humildad, la paz, la solidaridad, el amor, la justicia, la responsabilidad, la equidad, la amistad, la libertad, la honestidad, entre otros.
Y sí, ciertamente, existen conductas y actitudes objetivamente positivas y otras negativas. Pero, qué conduce a pasar por alto estos y otros muchos valores que definen el cómo somos. A pesar de la existencia de los valores universales, cada persona puede añadir otros valores individuales que tienen que ver con su personalidad, con la educación recibida, con la sociedad en la que vive, con su nivel cultural, con sus creencias. Son precisamente el acumulado de todos los valores, lo que nos construye como personas y son los responsables de nuestra manera de actuar en la cuadra, en el barrio, en el trabajo, en la sociedad.
Tal vez una persona sin los valores fundamentales no sabría qué hacer en cada instante, cómo comportarse en la vida, o tal vez haría cualquier cosa en cada momento sin pensar en las consecuencias. Por ejemplo, si un vecino te molesta cada noche conectando su equipo de música sobrepasando los decibeles admisibles al oído, e interrumpiendo la paz del hogar, ¿qué serías capaz de hacer? Si tienes hambre cuando vas caminando por la calle, ¿cogerías lo que quisieras del piso o depósito de basura? Si caminas por la calle y escuchas cómo se gritan obscenidades que denotan la falta de educación y escasez de palabras para establecer una comunicación civilizada, ¿también actuarías de la misma manera? Es difícil imaginar cómo sería una persona sin ningún valor, ¡pero ahí están! En la lista de lo repudiable.
Los responsables de los cambios “positivos y negativos” que tiene el ambiente, social y natural, es la propia sociedad que en él convivimos. Se impone generar un cambio positivo en el comportamiento de esas personas o grupos humanos que se empeñan en hacer la vida desagradable a los que lo rodean, pasando por alto elementales normas de convivencia, y escudados de las complejas y sensibles dificultades por las que hoy transita el país.
Los valores son un “invento” que no han cambiado en siglos, lo que pone de manifiesto su relevancia, validez e importancia cuando se trata de la “buena” o “mala” convivencia social y lo valioso de su preservación. Es parte de nuestra vida diaria y define el quiénes somos. Es la aptitud práctica para decidir con honestidad entre la conducta digna e indigna, que marca al hombre como ente social y que despliega sentimientos, principios y convicciones. Supera la generalidad meramente física, y entra en lo ético de la actividad social.
Por lo que valor es lo que es válido para el hombre, y vale para el hombre lo que tiene significado en su vida. Nada tan alejado de la sociedad actual donde valores como la solidaridad, la responsabilidad, la honestidad, el respeto, la humanidad, entre otros muchos, se hacen tan necesarios y nada compatibles con la apatía, la grosería y chabacanería que vemos a diario enarbolados por quienes se niegan a compartir el sistema de valores que nos identifica como pueblo.
(*) Colaborador
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