
Cuando al esbirro de la tiranía batistiana Esteban Ventura Novo le preguntaron si las mujeres habían dicho algo, contestó: “Los animales estos le han pegado tanto para que hablaran, que la mayor (Lidia con 42 años) está sin conocimiento y la más joven(Clodomira 22 años) tiene la boca hinchada y rota por los golpes, solo se les entienden malas palabras”.
Ni a la holguinera Lidia Esther Doce Sánchez –mensajera de la Columna Cuatro comandada por Ernesto Guevara de la Serna– ni a la manzanillera Clodomira Acosta Ferrales –de la
Columna Uno del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz– les pudieron sacar ni una sola palabra, a pesar de haber sido varias veces torturadas salvajemente.
Ambas, en su condición de integrantes del Movimiento 26 de Julio y mensajeras, recorrieron una y otra vez los abruptos caminos que conducían desde las elevadas montañas de la Sierra Maestra al llano, siendo portadoras de diversos mensajes y direcciones para cumplir encomiendas de sus respectivos jefes.
Por una delación, Lidia y Clodomira fueron sorprendidas en el apartamento de un combatiente de la clandestinidad mientras cumplían una misión en La Habana.
Efectivos de la policía, dirigidos por los coroneles Esteban Ventura Novo y Conrado Carratalá Ugalde, en horas de la madrugada del 12 de septiembre de 1958, asesinaron a los combatientes clandestinos Reinaldo Cruz Romeo, Alberto Álvarez Díaz, Onelio Dampiell Rodríguez y Leonardo Valdés Suárez, Maño, quienes también se ocultaban allí. Ellas lucharon con sus propias manos, las arrastraron por las escaleras, las montaron en una perseguidora y se las llevaron a la Oncena estación de la policía y luego a la Novena.
El día 15, ya moribundas, las volvieron a torturar; esta vez, con un proceder macabro: las subieron a una lancha –al fondo del puesto naval de La Chorrera, en el área de La Puntilla– y metieron a cada una en un saco con piedras, las hundían varias veces en el mar y las sacaban.
Al no salir de sus labios ni una sola palabra –pues las heroínas prefirieron morir que revelar sus secretos sobre las luchas clandestinas y rebeldes que comprometieran la vida de sus compañeros de lucha– los sicarios las lanzaron finalmente en el agua en la madrugada del 17 de septiembre de 1958.
El Che, conmovido, expresó: “Sus cuerpos han desaparecido, están durmiendo su último sueño, Lidia y Clodomira, juntas, como juntas lucharon en los últimos días de la gran batalla por la libertad (…) Dentro del Ejército Rebelde vivirá eternamente la memoria de las mujeres que hacían posible con su riesgo cotidiano las comunicaciones por toda la isla”.
A 65 años de haberlas desaparecido, las cubanas se inspiran en su ejemplo, pues siguen siendo faro para nuestro pueblo.
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