A diferencia de otros, este permanece oculto y distante, sin embargo guarda en su interior las más bellas experiencias de quienes pasan por allí. Cuando lo conocí estaba clara de que era lo que menos me gustaba, mas, confieso, luego quedé atrapada.
Allí comencé mis prácticas laborales y no pude alejarme de esas ocho páginas, que en ocasiones no son suficientes para quienes aman escribir. Cuando se acerca el cierre de la edición escrita, un sinnúmero de palabras e imágenes inundan la redacción cada jueves, aunque la web se actualiza cada día.
Los lectores esperan impacientes la llegada del impreso, pero el trabajo del reducido colectivo no cesa, muchas veces desde el hogar mediante el teletrabajo a que obligó la covid 19, incluyendo a estudiantes como yo en la parte final de la carrera de Periodismo.
Pero el Victoria rompe las distancias y más que un órgano de prensa es familia, escuela, casa, pasión y entrega incondicional.
Hoy formo parte de este escenario, testigo y cómplice de ocasiones importantes durante mi trayectoria universitaria.
¿Cómo olvidar mis inicios aquí? Para mí el semanario ha representado oportunidad, enseñanza, crecimiento en todos los planos…En él solo he visto puertas abiertas, como la grata experiencia de los testimonios, comentarios y otros géneros relacionados con el adulto mayor, publicados en estas mismas páginas con el epígrafe: Atardecer de juventud, título del portafolio profesional que me hizo merecer la Licenciatura.
Para la realización del riguroso ejercicio de culminación de estudios se necesita principalmente el apoyo de un medio de prensa dispuesto a colaborar con la selección, revisión y publicación de 30 o más productos comunicativos referidos a la mencionada temática, de por sí compleja.
Aquí encontré eso y mucho más, por eso decidí formar parte de un equipo con el cual me siento identificada desde antes y comprometida para seguir descubriendo los encantos de una prensa que no envejece –a más de medio siglo de su nacimiento– junto a jóvenes que hicieron de la Isla de la Juventud sueño permanente, obra sin edad y creación cada día.
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