Afirma unas de las damnificadas favorecidas con nuevas casas en el poblado que sufrió los mayores daños de Ian

A finales de septiembre de 2022 el poblado costero Cocodrilo tuvo las afectaciones parciales y totales más significativas al fondo habitacional en el territorio al paso del huracán Ian, que llegó a alcanzar categoría 5 y causó otros perjuicios catastróficos en el oeste de Cuba y en EE. UU.
También la mayor cantidad de averías en la red de comunicaciones del territorio tuvieron lugar en esta zona, pero en cuestión de días fueron restablecidas por los trabajadores de esa rama y pobladores, al igual que fueron borrados otros perjuicios con la intensa recuperación que restableció muchos de los techos destruidos.
Sin embargo, las serias dificultades con el cemento y otros materiales de construcción impidieron volver a levantar con la rapidez deseada las casas más impactadas.
Mas, todos allí pueden compartir hoy satisfacciones que no solo se limitan a la restauración de muchas de las viviendas dañadas, entre las cuales están tres entregadas recientemente como parte de las obras dedicadas al Día de la Rebeldía Nacional, el 26 de Julio.
“Lo más importante es que aquí nadie perdió la vida en medio de la devastación, pues fuimos todos evacuados a lugares seguros antes de la tormenta”, afirma Ileana Guerra Hernández, más conocida por la China en esa comunidad, a unos 90 km al sur de la capital local.
Entre sus regocijos no oculta otros y lo dice a viva voz: “Me siento doblemente reconocida. No solo encabezo una de las familias beneficiadas, junto a mis tres hijos, con las casas concluidas, sino que también como jubilada seré favorecida dentro de pocas semanas con el aumento anunciado por el Gobierno cubano, que duplica mi pensión y dará más oportunidades…”.
Lo expresa con visible júbilo a vecinos y visitantes luego de recibir el inmueble entregado por el primer secretario del Partido en la Isla de la Juventud, Rafael Ernesto Licea Mojena, junto a la presidenta del Gobierno en el municipio especial, Yuladis García Segura.
“La felicidad no cabe en estas cuatro paredes. Estoy contentísima, ya se acabó la etapa de espera en que tuve que vivir en la caseta de facilidades temporales, adonde entraban cangrejos y plaga de mosquitos por estar entre el monte y el mar…, pues es bueno el confort de la nueva morada con persianas de aluminio y piso de losa”, reitera Ileana e indica a su alrededor en la cocina comedor.
Con emoción en sus palabras manifiesta su agradecimiento “a los constructores de la mipyme Gran Pino, quienes se esmeraron, pues apenas entraron los materiales terminaron muy rápido la nueva casa, en menos de lo que imaginamos, por eso los apoyé en lo que pude y atendí como si fueran mis hijos, con agua, refresco, café…”.

No menos es el júbilo de Jenny Sánchez Carrillo, trabajadora del círculo infantil Los Marineritos, tras recibir otro de los nuevos inmuebles para su familia “con la satisfacción de tener una edificación confortable gracias a la asignación de los recursos necesarios, la labor en equipo y ágil de Gran Pino, con mucha abnegación y el apoyo de otros como de mi colectivo”.

Uno de los constructores es José Ramón Suárez Wílliam, quien lleva más de cuatro años en la brigada de construcción, habla de las cuatro casas que ya ha edificado junto a otros compañeros para familias damnificadas, una experiencia que califica de “muy hermosa y estimulante por acometer esa labor unida entre trabajadores y jefes para resolver problemas tan sensibles en esta apartada comunidad.
“Es cierto que se dificulta la llegada de los materiales y más aquí por la lejanía de Nueva Gerona y el traslado por mar –comenta José Ramón–, pero cuando llegan al territorio priorizamos la transportación y trabajamos sin descanso como lo hemos hecho en los últimos meses, al punto de permanecer en Cocodrilo el tiempo necesario”.

“Es tan intenso el trabajo que en ocasiones hasta he tenido que dedicarme a la cocina de los albergados aquí para que los hombres pudieran avanzar en la construcción más allá de la jornada habitual”, comenta Deysi Rodríguez Castro, una de las socias y administradora de Gran Pino.
Ella habla con optimismo de los contratiempos vencidos, de las más de diez casas ya terminadas a damnificados del poblado, donde continúan la reparación de otras, entre ellas apartamentos del edificio, y de las 19 moradas concluidas en varias comunidades durante los casi cuatro años de la mediana empresa privada, que también ha levantado inmuebles en La Caoba, Patria y La Fe, y sigue en estos últimos lugares.
Sus vivencias a pie de obra como una más en la veintena de integrantes de la brigada, las rememora con orgullo esta mujer menuda, pero inmensa en su empeño, quien destaca asimismo el vínculo con la población, los barrios, “sin cuyo apoyo y cooperación, dice, no podríamos cumplir con las obras comprometidas ni nuestro compromiso con el pueblo”.