Imborrable herida en la memoria

–Sentí como una oleada de calor que golpeó mi cara y me tiró al suelo. Levanté la cabeza, vi un hongo de humo saliendo del barco, y me aterré. Algo estaba resbalando por mi rostro, me limpié con la manga de la camisa y era sangre.

–Suena la sirena, mientras la gente corre en todas direcciones para prestar los primeros auxilios. Alguien agarra mi camisa y grita: “¡Estás herido en la cabeza! ¡Regresa! ¡Va a explotar otra vez! ¡Va a explotar! ¡Atrás!”

Así el hombre narra sus vivencias del hecho al extinto escritor Eduardo Heras León, quien lo plasma en su testimonio novelado bajo el título: Óleo de barco con taller de fondo, referido a la voladura del vapor francés La Coubre en el puerto de La Habana, que estremeció la ciudad de extremo a extremo, el cuatro de marzo de 1960.

Ocurre un segundo estallido peor que el anterior al causar la mayor cantidad de víctimas. Resulta escalofriante: humo y llamaradas salen de la popa del carguero convertida en amasijo de retorcidos hierros y madera; el piso se cubre de cuerpos mutilados, brazos, piernas…, manchas de sangre.

Tan pronto sienten las detonaciones Fidel, Almeida, Che y otros dirigentes se funden con decenas de militares, trabajadores, grupos de rescate y salvamento para atender a las víctimas, limpiar los escombros y asistir a la población residente en las inmediaciones de la rada capitalina, que vive una odisea.

La actitud de los líderes no solo los ennoblece ante los ojos de todos, sino que esas imágenes se han repetido incontables veces a lo largo de los años de Revolución socialista, pues nunca los máximos dirigentes han abandonado a su suerte a sus coterráneos.

A consecuencia del sabotaje mueren 101 personas entre estibadores, obreros y miembros del Ejército Rebelde –que custodian la descarga del armamento y municiones comprados en Bélgica para la salvaguarda del país– junto a tripulantes franceses; hubo 400 heridos y una cifra indeterminada de desaparecidos.

Las evidencias indican que esa es la reacción de Washington tras fracasar en los intentos de presionar a otras naciones para que cancelen la venta de armas a Cuba. De ahí, la mano invisible de miembros de la Agencia Central de Inteligencia que, antes de la llegada del carguero, colocan explosivos entre las cajas de granadas, los cuales se activan al retirarse la carga.

El acto terrorista conmueve al pueblo que jamás olvida el horrendo crimen y en respuesta se une más al proceso revolucionario y respalda al Máximo Líder Fidel Castro Ruz cuando pronuncia por primera vez la consigna de ¡Patria o muerte!

Lo hace al otro día del siniestro (cinco de marzo) al despedir el duelo de las víctimas del atentado en un multitudinario sepelio que reúne a los habaneros en la esquina de 23 y 12, en el Vedado, en las cercanías de la necrópolis Cristóbal Colón.

A 64 años del suceso constituye otra imborrable herida en la memoria del pueblo, en particular los jóvenes que son dignos continuadores de la obra conquistada por los próceres, héroes y mártires de la Patria. Ellos, nunca se doblegarán ni entregarán las banderas de su amada nación porque morir por la Patria es vivir.

Ayer como hoy y siempre el ¡Patria o muerte!¡Venceremos!, guía a los pineros involucrados en las transformaciones y el renacer económico del municipio con la motivación de ganar la sede del acto nacional por el 26 de Julio este año.

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Historia Isla de la Juventud
Mayra Lamotte Castillo
Mayra Lamotte Castillo

Licenciada en Periodismo en la Universidad de La Habana; tiene más de 40 años en la profesión.

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