Homenaje a mujeres y hombres altruistas

Sin el aporte que de forma desinteresada realizan los más de 950 donantes voluntarios de sangre en la Isla que por estos días reciben el homenaje por su día mundial, 14 de junio, no sería posible garantizar un eficiente funcionamiento del sistema de salud en el territorio que, además de autoabastecerse del vital líquido, nutre a la industria nacional para producir medicamentos e irradiar valores de generosidad, solidaridad y humanismo, como el que llevan estos hombres y mujeres altruistas.

Cuba es uno de los pocos países en el mundo donde se realizan donaciones de forma voluntaria, muy lejos del sentido mercantil que tiene esa entrega en otros países, y es el sistema social socialista en el que vivimos el que fomenta esos valores estimulados con mayor fuerza en esta jornada de justo reconocimiento.

Un regocijo muy grande

Foto: Melissa Mavis Villar De Bardet

“Ser donante es un regocijo muy grande para el ser humano”, estas fueron las palabras de quien añora donar con la misma frecuencia de antes y a cada llamado acude con una actitud tan positiva como su grupo sanguíneo O+.

A sus 66 años Juan Manuel Guisado Sánchez, trabajador de la Empresa de Servicios al Turismo (Emprestur) en Cayo Largo del Sur, confiesa extrañar los viejos tiempos como donante activo. “Mis inicios fueron a favor de la convocatoria de los CDR y es así como he contribuido con esta noble causa, cuyo fin es salvar vidas”.

Para quien lleva más de 30 años aportando su sangre, no fue suficiente ofrecer este servicio humanitario en un solo lugar. “He donado en Holguín, mi provincia natal; La Habana y la Isla de la Juventud, donde resido desde el año 1975, cuando vine en la Brigada General de Construcción número cuatro”.

Guisado se siente orgulloso de lo que hace y quisiera aportar su sangre como si fuera inagotable. “Cuando dono siento que estoy brindándoles a otras personas amor, vida y segundas oportunidades. Si en algún momento ya no pudiera hacerlo, me quedará la experiencia de haber realizado algo grade y espero ser recordado cada 14 de junio, Día Mundial del Donante de Sangre.

Cuando lo del Saratoga acudimos enseguida…

Cuando lo del Saratoga, “la cola para brindar nuestra sangre era inmensa”. Foto: Wiltse Javier Peña Hijuelos

“Janet, ando buscando un donante de sangre…”, le dije como saludo, y ni pude completar la idea: “Profe, yo se la dono”, convino en el acto –imaginando una necesidad perentoria en mi persona o la familia– como si su respuesta fuera instintiva, de esas que no necesitan pensarse.

Yo hablaba –sin saberlo– con una donante de muchos años. Mujer con quien nos vemos casi todos los días al consumir alguno de sus productos en Doña Lucía, la cafetería que atiende junto a su esposo, en La Fe.

Janet Rodríguez Vega, ahora lo sé, comenzó el aporte de su sangre en 1997, entonces estudiaba en la Escuela de Comercio y Gastronomía; hoy tiene 45 años, y desde entonces –como uno más de los donantes con que cuenta el CDR No. 8, de la Zona 13– no ha faltado a un solo llamado, sea o no de emergencia.

Son muchas sus donaciones, tantas que ni lleva cuenta “porque lo importante es saber que estás salvando a una persona…”

La suya es O positiva, donante universal de todos los positivos.

Estaba en La Habana cuando lo del Saratoga, “acudimos enseguida para brindar nuestra sangre. La cola era inmensa. Y cuando ya casi llegaba el turno, informaron que las capacidades estaban a tope. Había sangre más que suficiente para cuantas transfusiones hicieran falta. ¡Y nos abrazamos …porque entre todos lo habíamos logrado! Fue algo impresionante, como sucede cuando aterriza un avión al finalizar un viaje muy difícil, a punto de estrellarse, y le damos ese aplauso de agradecimiento… a los pilotos… por haber alcanzado lo imposible”.

Eddy también lleva la de otro

Eddy Lucas, donante de sangre por más de 20 años, conserva con orgullo el diploma otorgado por sus más de 100 donaciones. Foto: Casandra Almira Maqueira

Eddy es un vecino de toda la vida, maestro de Química de varias generaciones; puede ser mi padre, pero asimismo es el compañero apresto a tender la mano a quien lo necesite. Entre sus cualidades está, además, la más humana, la de salvar a otros con su sangre.

“¡Pero claro que recuerdo la primera vez que doné! Fue un 14 de febrero y por un llamado de la Unión de Jóvenes Comunistas, era un muchacho, no tengo con claridad el año, pero sí me acuerdo que todavía era estudiante. A partir de entonces se hizo habitual”.

Quien se nombra Lucas también y García Blanco de apellidos, posee sangre del tipo O+ y no fue el único donante en su familia, tal vez porque de algún modo heredaba, en especial de su papá, el espíritu revolucionario y cumplir con deberes tan cívicos y nobles.

“Mis dos hermanos fueron donantes, también incorporados desde la década de 1980 como yo; lo hacíamos como corresponde, cada tres meses, que es un período estimado para que el organismo se recupere entre una donación y la siguiente.

“Por ese gesto he recibido varios reconocimientos, pero el que guardo con mayor regocijo es el del XXX Aniversario de los Comités de Defensa de la Revolución, en ese entonces yo vivía en un barrio de Abel Santamaría y fue un acto con todos los honores. Ese diploma tenía tres categorías: bronce, plata y oro, que fue la que me confirieron”.

Lucas García, no solo ha sido un activo donante de sangre durante su vida que apenas llega a los 59 años, sino un comprometido cederista con cerca de una década como coordinador, y siete años de delegado de la circunscripción 38 del Poder Popular, en la zona 83 del consejo popular Sierra Caballos, del cual es hoy su presidente.

Desde su barrio ha contribuido a mantener e incorporar con su labor a otros a ese solidario gesto que desde el 2013 no puede realizar.

“Desde hacía casi un año no me sentía bien de salud, y un día casi me desmayé; entonces me llevaron al hospital y los análisis dieron que tenía seis de hemoglobina y quedé ingresado para tratamiento. Fueron jornadas complejas, debieron hacerme unas seis transfusiones, incluso de plasma.

“En ese momento me di cuenta de que esa sangre era de personas que como yo la entregaban voluntariamente, sin imaginar a quien le podría servir en cualquier momento”.

A partir de entonces Eddy no ha vuelto a donar porque un problema de salud no le permite fijar el hierro, mas vive con la certeza de que como muchos han sobrevivido gracias a sus más de 100 donaciones, por sus venas corre también la vida de alguien más.

Una familia de donantes

Foto: Melissa Mavis Villar De Bardet

Este hombre alegre y lleno de energía, no aparenta tener 53 años, sin embargo ha sabido aprovecharlos al máximo y dedicar varios de ellos a su país.

Robert Lafita Hinojosa, más conocido por su primer apellido, es uno de los donantes voluntarios de sangre más activo de La Demajagua. “Comencé en 1987 y desde entonces no he dejado de hacerlo. He donado más de cuatro veces al año; la última vez que lo hice fue en el mes de abril. Si el banco móvil de sangre no viene hasta aquí voy a Nueva Gerona, pero no dejo de hacerlo. Para mí ser donante lo es todo y poder salvar vidas es una gran satisfacción”.

Este combatiente de la epopeya internacionalista cubana por la soberanía de Angola, reside en una pequeña comunidad conocida como Conducta; donde la relación entre vecinos es armónica y prevalece la unidad. “Aquí pertenezco a los CDR y a la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, participo en todas las actividades propuestas por estas organizaciones u otras a nivel de barrio y brindo mi apoyo cuando hace falta. Recientemente tuvimos a un vecinito enfermo y estuvimos pendientes de él, incluso me sumé a quienes contribuyeron de forma monetaria”.

Lafita tiene un diplomado en Instalaciones Eléctricas, pero se desempeña como Agente de Seguridad y Protección en la subestación eléctrica de Atanagildo Cajigal, formando parte de una de las empresas considerada centro promotor de las donaciones de sangre en el territorio por el elevado número de quienes extienden su brazo para tan valioso aporte.

Él constituye inspiración para su familia y se siente orgulloso de haberle inculcado los mejores valores para convivir en sociedad. “En este núcleo familiar nos sentimos comprometidos con la Revolución. De mis dos hijos, el menor cursa la carrera de Ingeniería en Telecomunicaciones en La Habana, el mayor de 27 años dona sangre desde el 2012 y mi esposa antes lo hacía, pero al debutar con diabetes mellitus no pudo continuar”, confiesa.

Para Robert aún queda mucho por hacer y aunque se está  acercando a la edad de riesgo para continuar con sus donaciones, afirma: “Mientras tenga salud seguiré aportando mi gotica de sangre O positivo”.

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