Descalza, con el vestido raído, la negra Carlota –de origen lucumí– guía la rebelión de esclavos contra el coloniaje español que estalla en la noche del cinco de noviembre de 1843, en el ingenio matancero Triunvirato, extendida a otras dotaciones, además de alentar la insubordinación en cafetales y fincas ganaderas.
Los sublevados arrebatan las armas a mayorales y lacayos, primeros en sentir el filo de los machetes. Luego de su captura y para dar un escarmiento a la extraordinaria mujer, la atan viva a caballos que tiran en sentido contrario hasta descuartizar su cuerpo.
La valentía de la heroína de sangre africana forma parte de nuestra herencia libertaria; de ahí que muchos años después su nombre honra la epopeya iniciada el cinco de noviembre de 1975, hace 47 años: la Operación Carlota, misión militar internacionalista cubana en Angola.
Ante el inminente ataque racista sudafricano, a gran escala, en contubernio con el imperialismo internacional para aniquilar las fuerzas revolucionarias del Movimiento Popular por la Liberación de Angola, su líder Agostinho Neto solicita ayuda a Cuba.
Las tropas enemigas tratan de impedir la independencia angolana de sus colonos portugueses, pactada para el 11 de noviembre de 1975, pero la llegada de los combatientes de la Mayor de las Antillas frena la agresión contra la naciente República.
Cubanos y angolanos integrados en compañías mixtas con sus acciones combativas y valor preservan la independencia de la nación liberada del yugo colonial portugués.
También acaban con el mito de la invencibilidad sudafricana al derrotar esa fuerza invasora y a sus aliados, además de alcanzar la independencia de Namibia y el fin del Apartheid en Sudáfrica.
Fidel desde el puesto de mando en La Habana condujo las operaciones. Al informar al Comandante en Jefe que la Operación Carlota había concluido el 25 de mayo de 1991, el General de Ejército Raúl Castro Ruz aseveró: “La gloria y el mérito supremo pertenecen al pueblo cubano, protagonista verdadero de esa epopeya, que corresponderá a la historia aquilatar en su más profunda y perdurable trascendencia”.
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