Con los pelos de punta está poniendo a muchos en Estados Unidos y Europa un libro que salió a la luz por estos días.

La derrota de Occidente lleva por título la última obra del historiador y politólogo francés Emmanuel Todd, quien se hizo famoso por anticipar décadas atrás la desintegración de la Unión Soviética.
En su más reciente texto el autor explica el irreversible derrumbe del poder estadounidense junto al Viejo Mundo y argumenta: “Todo el bloque occidental está en una crisis terminal. Estamos asistiendo a la caída final de Occidente” y basa sus afirmaciones en factores que son palpables para quienes observamos con preocupación los zarpazos y decadencia del mundo unipolar basado en “reglas”, sanciones y mentiras.
En primer lugar, señala Todd: “El declive industrial de Estados Unidos y el carácter ficticio de su PBI. En ese país hay una insuficiente formación de ingenieros (y un descenso del nivel educativo en general) además de una merma de la industria productiva: ambas cosas se necesitan en caso de guerra”.
Seguidamente menciona: “Fuerte aumento de las tasas de mortalidad en Estados Unidos”, y subraya los altos índices de suicidios y homicidios y la supremacía de un nihilismo (filosofía de la nada e indiferente al ser humano) imperial expresado en la obsesión por la Guerra Infinita.
En tercer orden refiere Todd la decadencia intelectual, la desaparición de la ética del trabajo y una codicia masiva, cuyo nombre oficial –afirma por lo claro– es “neoliberalismo”.
Esa práctica Fidel la califica como “ideología del imperialismo en su fase de hegemonía mundial” y advirtió que “conduce al mundo entero al genocidio, es un genocidio (…)” con efectos desastrosos.
Así agudizan la crisis general de un sistema en quiebra que muestra en diversos frentes su agonía, impotencia y crueldad.
Según el experto estadounidense Michael J. Mazarr la “espiral descendiente” de EE. UU. se ha acelerado por cuestiones internas y no tanto por factores externos como el creciente desafío directo de China y pérdida de poder e influencia sobre naciones en desarrollo.
Mazarr define entre “los factores internos que determinan la irreversibilidad de la pérdida de la hegemonía” “la desaceleración del crecimiento de la productividad, el envejecimiento de la población, y la polarización del sistema político y un entorno informativo cada vez más corrupto” y torpe, agregaría.
Por mucho que intenten ocultar esos males, cada vez más salen a relucir crudas verdades y fundamentados pronósticos fatales.
Las evidencias están por doquier. Durante su reciente visita a China el presidente de Rusia, Vladímir Putin ha enfatizado: “Las autoridades de EE.UU. están socavando la confianza en el dólar, están debilitando su (…) más importante instrumento de poder: el propio dólar. Se causan daños irreparables a sí mismos“, y agregó: “…simplemente están cortando la rama en la que ellos mismos están sentados. Esto es una estupidez terrible.
“Solo hay que observar –ejemplificó– que el volumen de reservas en dólares está disminuyendo”, mientras el mundo reacciona frente a un proceso inevitable y no quiere seguir al fracasado Occidente.
Valdría la pena que gobernantes y pueblos engañados de los países neocoloniales y más allá leyeran La derrota de Occidente y aterrizaran al mundo real y convulso, pero en transformación también inevitable por el nuevo orden global, justo y multipolar que entre las ruinas del viejo sistema opresor ya nace con Cuba en primera línea junto a China y Rusia y varios organismos internacionales que abren el camino.
(*) Colaborador