
Las emociones resultan indescriptibles, los ojos y rostros de cada uno delatan esa inmensa gratitud por Cuba, Fidel Castro y esta Isla de la Juventud, a la cual muchos llegaron siendo niños y marcados por el dolor de los pueblos oprimidos.
Durante estos días he visto cómo el pecho se les ensancha ante cada reencuentro con esos planteles educacionales, que sobrepasaron las lecciones y el aprendizaje porque fueron sus hogares por años, el refugio para la hermandad; ante el abrazo o estrechón de manos con el director de la escuela o aquellos “profes” que con el decursar del tiempo se convirtieron en padres, familia.

Ahora llegan a la Plaza Memorial El Pinero, lucen un pulóver blanco dedicado al aniversario 45 de la educación internacionalista que llegó a reunir a alumnos de más de 30 naciones de África, América Latina y Asia.
Son más de 50 los exbecarios extranjeros que han venido para la celebración de una obra, sueño del querido Fidel. Ya no son niños ni jóvenes. Ahora son profesionales, lucen canas y la piel marcada por el tiempo. Muchos llevan en la mano la bandera cubana, la de la estrella solitaria, y a cada instante, cuando se les estruja el corazón, cuando se les agolpan los recuerdos, se les escucha decir: ¡Cuba, qué linda es Cuba!

Sanson Setaye, uno de aquellos muchachos etíopes, habló en representación de todos. Rememoró la llegada, cuánto les aportaron las enseñanzas adquiridas y agradeció al país “por formar y trazar un futuro para ellos desde la constancia y el amor”.
Y presentó una feliz idea, abrazada por todos, la de reconstruir, con el esfuerzo colectivo, una escuela modelo para que sirva de museo de este proyecto tan humanista y solidario.
El viceministro de Cultura de la República de Mozambique, Fredson Víctor Bravo, leyó un mensaje del presidente mozambicano Filipe Nyussia los participantes en el evento y al igual que la señora María de Lourdes Batista, embajadora de la República de Burkina Fasso, agradeció la ayuda que Cuba ha dado a los pueblos africanos.
Momento conmovedor resultó cuando subieron a la plaza Rody Írsula Figueredo, director de la primera escuela internacionalista aquí y Juan Antonio Rodríguez Utria director del centro educacional con el cual se cerró tan noble programa.
Los aplausos no cesan, como tampoco los abrazos cuando profesores les entregan reconocimientos a los exalumnos asistentes a la jornada por las cuatro décadas y media de la creación de las escuelas internacionalistas, por ser protagonistas de este sensible proyecto.
Suenan los tambores, ya quedan atrás los estribillos de La Guantanamera, que esta vez y de manera reiterada cantan como un himno; el folclor, las tradiciones, los sueños, la solidaridad los une; les remueve las añoranzas y los convida a la próxima celebración: los 50 años de un sueño que perdura y da sus frutos en disímiles confines del mundo: la educación internacionalista.


