
Cuando a las 4:15 de la tarde del martes 30 de julio de 1957 una descarga de 22 balas cae sobre Frank País García se acribilla no solo al brillante estratega y jefe de la clandestinidad, sino los sueños del joven cristiano y maestro de profunda raíz martiana.
Aquella aciaga tarde avanza la muerte en un aparatoso despliegue de las hordas de la tiranía de Fulgencio Batista, con el sanguinario José María Salas Cañizares al mando.
Puesto sobreaviso en la vivienda No. 204, donde reside Raúl Pujol Arencibia y están reunidos con combatientes guantanameros, Frank País –el único que portaba arma– da instrucciones a Pujol de despedir a los compatriotas y que él regrese a su trabajo en la ferretería, a lo cual responde enérgico: “El movimiento me ha responsabilizado con tenerte aquí, y si ocurre algo muero contigo”.
Minutos más tarde salen de la casa, durante el chequeo a los transeúntes por una delación los descubren y una descarga de plomo por la espalda le da a País García, unida a otro disparo detrás de la oreja; su sangre y la de Pujols Arencibia tiñen de rojo el estrecho piso del Callejón del Muro en su natal Santiago de Cuba.
Una mirada retrospectiva conduce a México, donde se conocen Fidel y Frank; acuerdan el Levantamiento Armado de Santiago de Cuba bajo el mando del segundo, el 30 de noviembre de 1956, indispensable para facilitar el desembarco de los 82 expedicionarios del yate Granma por Las Coloradas y como acción principal está el cerco a la fortaleza militar con el fin de neutralizar a la tropa enemiga y acopiar las armas.
En la madrugada de aquella jornada histórica la ciudad estalla en metralla a cargo de combatientes que pasan en autos vestidos con el uniforme verde olivo y el brazalete rojo y negro, al tiempo que gritan: “¡Abajo Batista!” “¡Viva Cuba libre!”
Al nacer el Ejército Rebelde y en su condición de Jefe Nacional de Acción y Sabotaje del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, Frank organiza una vasta red clandestina extendida por el oriente cubano que le envía un refuerzo con más de medio centenar de combatientes, armas, parque, ropa y otros pertrechos. Así se convierte –junto a Celia Sánchez Manduley– en decisivo puntal en respaldo a la Guerrilla en la Sierra Maestra en sus comienzos.
Fidel en las montañas y Frank en el llano son las dos máximas figuras de la Revolución hasta la caída del último.
Llegan los días infaustos de 1957: primero cae Josué, el hermano menor, y al mes exacto, Frank; en medio del dolor indescriptible la corajuda Rosario García (Doña Rosario), la madre, sabe que han muerto como ella los enseñó a vivir.
Cuando el sepelio, devenido multitudinaria manifestación de duelo del pueblo en nombre de toda Cuba, los compañeros del Movimiento 26 de Julio le plantean la necesidad de conducir el féretro por céntricas calles para que el adiós a los dos camaradas entrañables se convirtiera en acto de agitación y combate. Ella entiende esa solicitud y responde: ¡Frank no es mío, es de ustedes! La acompañan otras madres patriotas.

Los santiagueros desafían las armas que les apuntan en esquinas y plazas; recorren las vías cantando y clamando justicia, bajo una lluvia de flores procedentes de muchos balcones.
A 67 años del fatídico suceso, está vigente con una fuerza renovada la figura de quien, cercano a cumplir 23 años, sintetiza todas las virtudes revolucionarias y representa un símbolo patriótico para cubanas y cubanos.
Por los caprichos de la Historia, al cabo del año de su muerte, ofrenda su vida en combate –el 30 de julio de 1958– el Comandante del Ejército Rebelde René Ramos Latour (Daniel), quien sustituye al Jefe Nacional de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio.
No fueron solo Frank, Raúl y René los fallecidos un 30 de julio. Esta fecha es símbolo de nuestro martirologio. Cayeron también en combate el general del Ejército Libertador Juan Bruno Zayas Alfonso, en 1896; otro 30 de julio, pero de 1967, pierde su vida otro revolucionario: el capitán José María Martínez Tamayo (Papi). Su caída acontece en Bolivia, al conformar la guerrilla internacionalista del Comandante Ernesto Guevara La Serena (Che).
Es por estos hombres que marcan un día para la historia y derraman su sangre redentora por la Patria que se instituye la referida fecha como Día de los Mártires de la Revolución Cubana. Ellos y otros combatientes son el mejor legado para las nuevas generaciones, las cuales, junto al pueblo, cada 30 de julio les rinden tributo.
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