Férreo y desalmado

En la creciente lucha contra el bloqueo estadounidense no estamos solos, muchos menos afectados por el cerco sienten como propia la injusticia contra la cual se suman interesantes testimonios fundidos a esa batalla heroico.

Redacción digital

“Yo tomé conciencia del bloqueo de una manera brutal, pero a la vez un poco lírica”, confiesa el novelista colombiano Gabriel García Márquez, autor de libros como Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera, que conoció en Cuba los efectos del genocidio.

Relata el también Premio Nobel de Literatura haber podido “comprobar hasta qué punto aquella escasez impuesta por el enemigo iba acendrando la moral social. El mismo año en que se estableció el racionamiento (con la libreta para el control de alimentos) ocurrió la llamada Crisis de Octubre, que el historiador inglés Hugh Thomas ha calificado como la más grave de la historia de la humanidad, y la inmensa mayoría del pueblo cubano se mantuvo en estado de alerta durante un mes, inmóviles en sus sitios de combate hasta que el peligro pareció conjurado, y dispuestos a enfrentarse a la bomba atómica con escopetas”.

“En medio de aquella movilización masiva que hubiera bastado para desquiciar a cualquier economía bien asentada, -prosigue- la producción industrial alcanzó cifras insólitas, se terminó el ausentismo en las fábricas y se sortearon obstáculos que en circunstancias menos dramáticas hubieran sido fatales”.

“Nadie hubiera podido imaginar, en el incierto Año Nuevo de 1964,
–continúa en lo escrito en 1978– que aún faltaban los tiempos peores de aquel bloqueo férreo y desalmado, y que había de llegarse a los extremos de que se acabara hasta el agua de beber en muchos hogares y en casi todos los establecimientos públicos”.

“Muchos sueños aplazados durante media vida y aun durante vidas enteras se realizaban de pronto. Solo que las cosas que se agotaban en el mercado no eran repuestas de inmediato, y algunas no serían repuestas en muchos años… El sentimiento nacional estaba tan alborotado con aquel ventarrón incontenible de novedad y autonomía, y al mismo tiempo las amenazas de la reacción herida eran tan verdaderas e inminentes, que mucha gente confundía una cosa con la otra y parecía pensar que hasta la escasez de leche podía resolverse a tiros…”.

Así nos reímos y meditamos hoy de privaciones como estas y que lejos de amilanarnos, dan fuerzas y encienden el humor y el optimismo.

Por eso los cubanos confiamos en que cuando la Asamblea General de la Onu vote los próximos días 28 y 29 de octubre sobre la resolución 79/7 sobre la necesidad de poner fin a esa guerra económica de Estados Unidos, será la trigésimo tercera ocasión que el tema no solo se someta a escrutinio desde 1992, sino que sea otra indiscutible victoria mundial.

En el actual Segmento de Alto Nivel de la 80 Asamblea General de la Onu en Nueva York los líderes mundiales reunidos para debatir candentes problemas como guerras y peligros del rearme nuclear, violaciones de derechos humanos, cambio climático y pobreza, han reiterado su condena a más de seis décadas de sufrimientos por esa política, exacerbada por la inclusión arbitraria en la lista de países supuestamente patrocinadores del terrorismo.

Igualmente, denuncian la continuidad de la estrategia yanqui de máxima presión, empecinada en provocar el colapso del pueblo en su gobierno, alimentada por falsedades, el recrudecimiento de sanciones selectivas y los intentos de aislamiento, intensificados en los últimos días en que el Departamento de Estado envió un cable a sus embajadas este dos de octubre, donde orienta instar a los gobiernos a rechazar la resolución de Cuba, para impedir el triunfo de Cuba y la solidaridad.

Para justificar el anacrónico asedio, EE. UU. recurre a increíbles pretextos, desde los lazos mantenidos con la ya desaparecida URSS hasta las falsas imputaciones que han echado a rodar con la calumnia de la participación cubana en el conflicto militar en Ucrania, una campaña difamatoria para dañar el respaldo internacional que tiene Cuba en las votaciones.

Temen al descalabro del pasado año cuando 187 países expresaron estar a favor del reclamo cubano, en un sufragio en que EE. UU. e Israel quedaron nuevamente aislados y derrotados.

Pero si bien a las cifras del daño económico por el bloqueo, se puede llegar con facilidad, y afirmar que superan ya los 170 mil 677 millones de dólares los perjuicios acumulados en seis décadas, más de dos billones de dólares según el valor del oro, resulta imposible cuantificar la resistencia del pueblo y calcular en números el rechazo de millones a ese genocidio bajo cuyo sufrimiento ha nacido más del 80 por ciento de la población.

Solo de marzo de 2024 a febrero de 2025 causó pérdidas por más de siete mil 556 millones de dólares, según el informe actualizado de Cuba para el análisis convocado en Naciones Unidas dentro de pocos días.

Menos aún puede medirse el dolor de las muertes, lesiones o limitaciones por negarse las medicinas y equipos imprescindibles para salvar enfermos, ancianos y discapacitados en esa estrategia desalmada y feroz.

Miles son las víctimas de las acciones terroristas que forman parte de esa política criminal que no tiene límites en el salvajismo ni la arbitrariedad.

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Isla de la Juventud Opinión
Diego Rodríguez Molina
Diego Rodríguez Molina

Licenciado en Periodismo en la Universidad de La Habana.

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