Fármacos y equipos médicos rusos se abren paso en el sur global

Ya casi el 65% de los medicamentos en el mercado ruso son de fabricación nacional, un crecimiento de más del 21% respecto al año anterior. Se trata de un gran avance en cuanto a lograr la soberanía del sector farmacéutico, sujeto a sanciones occidentales ocultas, es decir, no impuestas oficialmente, pero sí existentes ‘de facto’, razón por la cual la sustitución de importaciones constituye una de las prioridades para las autoridades del país euroasiático. La meta planteada establece que el 90% de las medicinas vitales y esenciales deberán producirse en Rusia para evitar la posibilidad de escasez.

Al mismo tiempo, se están desarrollando nuevos fármacos. Entre los más esperados se encuentra una vacuna contra el cáncer, a cargo del Centro de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya, de Rusia, conocido mundialmente por su contribución con la vacuna Sputnik V contra el COVID-19. “En los ensayos preclínicos vemos que el tumor —el melanoma— simplemente se disuelve, desaparece, y no solo el tumor en sí, sino que incluso desaparecen las metástasis”, manifestó a finales de 2024 el director del centro, Alexandr Gintsburg.

Se espera que los ensayos clínicos en humanos comiencen a finales de 2025, marcando un paso decisivo hacia su aprobación y comercialización. Cada dosis costará alrededor de 3 000 dólares, no obstante, para los ciudadanos rusos será completamente gratuita. La vacuna, que utiliza la tecnología de ARN mensajero -la misma que revolucionó los fármacos contra el coronavirus- atacará al cáncer de forma muy precisa reduciendo los efectos secundarios en los pacientes.

Asimismo, científicos rusos ya crearon el primer fármaco para tratar la llamada enfermedad de Béjterev, un tipo de artritis -previamente considerado incurable- que afecta a unas 250 000 personas en el país euroasiático, mientras que a nivel mundial se estima que son más de 20 millones las personas que la sufren.

Paralelamente, la industria farmacéutica rusa no deja de ampliar su presencia en mercados del sur global, en particular, en América Latina y el Caribe. En 2024, exportó 45 000 toneladas de medicamentos a 160 países, entre ellos africanos y asiáticos, reafirmándose como uno de los líderes globales del sector.

Aparte de ello, Rusia está avanzando en establecer la producción en el extranjero, como es el caso del Instituto Latinoamericano de Biotecnología Méchnikov, una planta de vacunas, entre ellas contra la influenza, instalada en Nicaragua con tecnología rusa. Actualmente, está en proceso de ampliar su portafolio hacia productos médicos contra las principales enfermedades que afectan a la población como diabetes, neumonía y el cáncer cérvico uterino.

Cabe señalar, asimismo, que el reciente viaje a Rusia del presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez –en ocasión del 80 aniversario de la victoria soviética en la Gran Guerra Patria contra el nazismo- también sirvió para impulsar los lazos entre ambas naciones en el ámbito de la biotecnología y la industria farmacéutica. El mandatario visitó dos de las principales empresas rusas dedicadas a la investigación y producción de medicamentos innovadores: Biocad y Geropharm. Además, el pasado mes de febrero, Moscú y La Habana anunciaron la creación de la primera empresa mixta biofarmacéutica entre ambas naciones.

La otra línea de acción del Gobierno ruso radica en ir incrementado la participación de equipos médicos ‘made in Russia’, tanto en el mercado local, como también internacionalmente. En el caso de América Latina, ya hay casos de implementación de las tecnologías del sector más avanzadas. En Bolivia, gracias a la cooperación con la rusa Rosatom, se ha puesto en operación el Complejo Ciclotrón Radiofarmacia Preclínica para la producción soberana de radiofármacos, un ejemplo del uso pacífico de la energía nuclear en el área de salud.

En Nicaragua, por su parte, se está ejecutando un centro de medicina nuclear, también a través de Rosatom. Sus instalaciones incluirán un moderno hospital dotado de equipos que van a poder producir radiofármacos y que funcionen también para el diagnóstico. “Lo más importante de todo es la transferencia de tecnologías que permitan tratar enfermedades oncológicas, cardiovasculares y neuroendocrinológicas en los ciudadanos nicaragüenses”, subrayaron desde Rosatom.

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