
Erick López aun despierta en la madrugada y se sienta en la cama a repasar los elementos. Todo eso sigue en su subconsciente. De vez en cuando se representa por los aires, se imagina cayendo de pie y, entonces, tras el ejercicio es que le llega el sueño.
“El hombre perfecto”, como lo llamaran en titulares varios medios canadienses tras su participación lesionado en Winnipeg 1999, continúa sobre el tapiz, ejecutando la anilla o los arzones, sus aparatos preferidos.
“Ni en estos últimos meses que he estado dedicado por completo a mi salud, puedo desligarme mentalmente de la gimnasia artística”, dice esto y su esposa Lucía, con quien lleva 10 años de relación, lo reafirma con la cabeza.
“Es una gran conexión la que tengo con ese deporte, aunque ahora esté de reposo”, comenta y comenzamos la entrevista, en el lugar preferido de su casa, donde atesora gran parte de sus hazañas deportivas.
Cuenta que hace unos meses le hicieron un transplante de riñón y que gracias a los médicos cubanos sigue aquí, con su hijo, su ‘Lucy’ y su gimnasia.
“En estos momentos estoy aún recuperándome. Fueron dos operaciones de riesgo. Esto conlleva una recuperación bastante lenta, o sea, de seis meses a un año. Y en eso estoy.
“Quiero agradecer a los médicos de los Institutos de Medicina Deportiva y Nefrología. Estoy muy satisfecho con todas las atenciones, explicaciones y seguimientos dados. Me trataron con mucho cariño y apoyo, para que yo saliera de la situación de salud tan delicada en que estuve
“Igualmente, estuvieron pendientes las autoridades del Inder, muchas amistades y mis vecinos”.

Diciendo esto, Erick recupera energías, cambia el rumbo de la conversación y desde la tranquilidad de su hogar, en el municipio Boyeros, se remonta a los años de atleta.
A la vez, intento hurgar en las claves. ¿Cómo es posible que un solo hombre pueda ganar 18 títulos en citas continentales? Pero mejor, comenzar por el principio.
“Nunca había pensado en la gimnasia. En mi familia, mis hermanos mayores lo que jugaban era fútbol, y mi hermana era profesora de esgrima.
“Generalmente, yo jugaba fútbol con mis hermanos, pero no tenía idea de lo que quería.
“Lo que sí te puedo decir es que comencé muy chiquito en la gimnasia. Poco a poco me fue gustando y me fui comprometiendo con el deporte.
“Me captaron en mi escuela primaria, Manifiesto de Montecristi, en Centro Habana, donde nací. Al frente estaba la academia provincial, sita en Prado y Colón. Ahí se practicaban deportes como la esgrima y la gimnasia”.
Recuerda que fueron profesores a las aulas y captaron a un grupo de niños. Luego, llamaron a los padres para decirles que sus hijos “habíamos sido seleccionados e iniciamos rápido la preparación en la academia provincial.
“Mi primer entrenador fue Modesto Fernández. En esa edad pioneril comenzamos a participar en eventos hasta transitar a las categorías juveniles. En esa etapa escolar me cambiaron de profesor y pasé a entrenar con Antonio Vázquez, ya fallecido.
“Posteriormente, Vázquez fue promovido a la Escuela Nacional de Gimnasia y me asignaron como entrenador a Miguel Valle. Cuando ingresé a la escuela nacional trabajé nuevamente con Antonio Vázquez, precisa”.
Cuenta que desde esas categorías se acostumbró a entrenar muchas horas. “Es una disciplina rigurosa y también traumática, porque incluso puedes llegar a caerte.
“Lo principal es lograr lo que te pide el profesor, los elementos que debes aprender. Aunque, a veces, como niño estaba ajeno a todo eso, porque a esas edades se aprende y se desarrollan muchas habilidades mediante el juego y la observación.
“Hay un parámetro a tener en cuenta en la captación de los atletas, el somatotipo. También, en este deporte es importante desarrollar todas las capacidades físicas, desde las edades tempranas. Es una especialidad muy completa.
“Se debe motivar y hablar con el niño, objetivamente, a través del juego. Con la motivación, se logran muchas cosas. Así hicieron con nosotros. Se tiene que continuar haciendo ese trabajo, para lograr una buena base con vistas al futuro”.

Del grupo de niños que empezaron en la academia y luego fueron a la escuela nacional mencionó con especial cariño a Joel Carreño, Álvaro Álvarez y Roberto Rodríguez.
“Había algunos mayores y siempre los mirábamos en los entrenamientos. Era el caso de Néstor Sanabria, Valerio; eran profesores, pero se ponían a hacer cosas y los imitábamos. Así se aprendía también”.
Sus padres Martha Beatriz y Héctor habían practicado deportes, pero distantes de la gimnasia. “Mi mamá no era muy alta, pero jugó voleibol en la escuela y mi papá fue boxeador profesional en aquel entonces.
“Mi papá falleció cuando yo tenía cuatro años, había nacido en 1925. Era su hijo más chiquito, el menor de siete hermanos. Como se dice fui el último ‘cartuchazo’, y mi mamá me parió con 45 años”.
Erick llegó a la escuela nacional de gimnasia en quinto grado. “Era un centro donde todos querían estar, porque había figuras como Casimiro Suárez, Roberto Léon Richards, Miguel Arroyo, Félix Roche. No se encuentra donde está actualmente, sino en Belascuaín y Sitio. Todos los equipos de gimnasia transitaron por ahí. Y existía la posibilidad de admirarlos y aprender de las figuras de aquel momento.
“Después, cuando entré al conjunto nacional tuve la oportunidad de estar ahí y verlos cerquita. Además, ser miembro de la preselección con algunos como Aguilera e Israel Sánchez, que eran más jóvenes. Incluso, con Casimiro, que era mayor, fui a eventos de preparación y estuvimos en el Panamericano de 1991. Fue una época muy bonita.
“Me llevaba con todo el mundo. Había muy buena comunicación aunque fuéramos de diferentes generaciones y algunos continuamos con esa amistad, incluso los que están en el exterior”.

El equipo nacional y los primeros triunfos
Al equipo nacional, López entró a finales de la década de 1980, tendría 15 o 16 años. “Incluso, antes se estaba un año a prueba y tenías que ganarte el derecho de formar parte de la preselección. En el caso mío me dijeron, quizás para asustarme, pero surtió efecto. ‘Este año estás aquí. Sí rindes, te quedas, si no para calle’. Y me dije: ‘No, no. Aquí hay que entrenar fuerte y duro’.
“En los juveniles participé en la Copa Moncada, un evento internacional que se realizaba con las primeras figuras.
“En esa misma etapa asistí a los Juegos Juveniles de la Amistad, o sea, a lo que le llamaban Esperanzas Olímpicas. Y tuve la posibilidad o la oportunidad de pertenecer al primer equipo, de ser medallista en esos certámenes bastante fuertes. Ahí participaban todos los países del Campo Socialista”.
Asegura López, que en esos años, la gimnasia generalmente la dominaban Rusia y varios países de Europa. Y que los atletas juveniles que ganaban las Esperanzas Olímpicas, después estaban en los Juegos Olímpicos, “como pasó muchas veces con los rusos y los alemanes.
“Hubo rusos que participaron ahí, por ejemplo, Vidal y Chepo, que después fueron campeones olímpicos. Era una competencia de bastante nivel. Y nosotros tuvimos la oportunidad de lograr medallas de plata y de bronce, como equipo, varios años.
“Además, de alcanzar medallas de forma individual en diferentes aparatos, el certamen daba la posibilidad del tránsito hacia los equipos nacionales”.
Estando en el equipo nacional, su primer evento fue el campeonato del mundo de 1989, en Alemania, donde obtuvo un resultado discreto.
“Era de los más nuevos en el equipo. Prácticamente, en ese momento estaba entre los suplentes, las últimas figuras. Y así y todo llegó la posibilidad de participar y fui el tercer mejor resultado del conjunto, o sea, estaban Casimiro, Félix Aguilera y yo”.
Recuerda que Casimiro Suárez hizo una barra espectacular, muy buena, pero no alcanzó la medalla por el arbitraje. “Todos conocen las injusticias de este deporte de apreciación.
“Era difícil tener un resultado en aquel momento, que sí se pudo lograr después. En aquellos años se hacía la clasificación y competían después los 36 mejores. Hoy son 24 nada más y los equipos son más pequeños. En aquella época, la selección era de siete”.

Juegos Panamericanos: La mejor competencia de Erick
Antes de La Habana 1991, sus primeros Juegos Panamericanos, Erick participó en los Centroamericanos de México 1990, alcanzando una medalla de oro en el caballo con arzones y una plata en el all-around, por detrás del local Telesforo Pineda.
“El resultado me sorprendió. Y en La Habana 1991, no pensé tampoco ser parte del equipo y mucho menos ganar.
“El entrenador en aquel entonces era Agustín Barca. Recuerdo que siempre me decía: ‘Tú cúmpleme con el plan, haz esto‘. Y yo siempre me dejé guiar.
“Una de las características que se necesita en este deporte es la disciplina. Y la planificación es fundamental para lograr el objetivo.
“Él me insistía: ‘Hazme lo que está aquí’. A veces, uno se siente bien y quiere hacer de más. Y el profe también está en su momento de decir. ‘Espérate con esto ahora, o sí podemos. Dejarse guiar es bueno”.
Recuerda que esos Panamericanos se organizaron en dos sedes: La Habana y Santiago de Cuba. “La gimnasia competía junto con otros deportes en Santiago. Nos fuimos para allá prácticamente un mes antes para ir adaptándonos a las condiciones.
“Constantemente, se hacían controles, porque no estaba definido todavía el equipo. En ese momento era uno de los últimos. Fue una época en la que estaba Casimiro, Aguilera, Menéndez; había un grupo de atletas con calidad y se lograron los resultados esperados.
“Nunca soñé ser parte del equipo y ni remotamente ganar la competencia. Quizás, por el hecho de ser novato. Cuando uno se inicia no tiene esa presión ni todo el mundo está pendiente de qué harás. Solo fui a competir. Y se dio: cuatro medallas de oro y una de plata, y también se ganó el por equipos”.

En la venidera cita, Mar del Plata 1995, reconoce que sí vivió la presión que no existió en su primer Panamericano de La Habana 1991. “Es que ya había sido campeón. Y uno piensa : ‘¿Qué pasará?’
“No puedo perder. Ya yo gané. Soy el campeón panamericano. Ahora tengo que vencer.
“Recuerdo que Mar del Plata como fue en marzo requirió de una preparación atípica. Entonces, todo eso atentaba. Era doble la presión que teníamos. Como equipo, queríamos ganar.
“Y a nivel individual no lo comentaba, pero tenía una presión interna que me decía. ‘¿Cómo terminaré? Tengo hacerlo lo mejor que pueda’.
“En aquel momento se hablaba de que siempre había que ganar. ‘Si viene el campeón mundial, viene a competir. Pero nosotros estamos aquí para ganar’. Esa era la mentalidad.
“Quizás, los entrenadores se reunían aparte y se preguntaban: ¿se puede o no se puede? Pero a nosotros, lo que sí nos decían es que no podíamos perder. ‘Aquí hay que ganar, caballero’.
“No quiere decir que se minimizaba al resto de los equipos. Pero decíamos: ‘Tenemos que ganar’. Si superamos a este conjunto que tiene su historial. Para nosotros no son rivales. Y había atletas entre esas selecciones que habían sido medallistas mundiales. Entonces, decíamos: ‘Él será campeón y todo, pero aquí hay que competir y ganar’. Y eso era lo que se vivía en aquel entonces”.
Comenta que en ese Panamericano se perdió el por equipos por determinados errores, pero él después conquistó el título en el all round. “No tenía esa satisfacción de decir: ‘Ganamos’. Estaba contento, pero el pedacito ese que perdimos me apagaba un poco, porque el equipo era lo fundamental. Ganando el por equipos, era todo lo demás. Si cada quien hacía lo suyo, se lograba ese objetivo”.
De los Juegos de 1999, en Winnipeg, refiere que fue una competencia en la que no pensó tampoco tener buenos resultados. “Días antes se me acerca el entrenador y me dice que nadie en la historia había ganado tres Panamericanos. Pero yo no lo interiorizaba, porque mi objetivo era ganar el por equipos, obtener un buen resultado y que la competencia me sirviera de preparación para el campeonato del mundo.
“Tampoco la preparación fue dirigida a ganar ese título. Quiero aclarar que, generalmente en nuestro deporte, después de los Juegos Panamericanos, se hacían los campeonatos mundiales, clasificatorios para los Olímpicos.
“Hoy, hablamos de que es una preparación atípica, tener tantos eventos en un año. Que me disculpen los conocedores, los especialistas de la prensa, pero el criterio que tengo es que eso no influye.
“Nosotros tuvimos preparación atípica siempre. Y nada. Nunca se mencionó eso como algo relevante, un obstáculo. Participábamos como certámenes fundamentales en Panamericanos y un mes después teníamos los campeonatos mundiales, clasificatorios para los Juegos Olímpicos.
“Lo digo porque últimamente existe la tendencia de que ‘este es un año difícil, de muchos eventos’. Pero cuando se revisa, cada deporte tiene dos o tres competencias fundamentales en una misma temporada. Y también pienso que lo fundamental lo decide uno, el que para ti es el más importante.
“Y ya te digo muchas veces tuvimos eventos fundamentales que nos coincidían. Y la preparación continuaba. Es decir, hay certámenes donde el entrenador debe saber planificar. Voy a transitar por aquí como algo importante para mí, por el nivel. O voy a coger esto para fogueo, desarrollo. Y, entonces, ese es fundamental o los dos son fundamentales como nos pasaba a nosotros. De ahí la planificación que se hacía.
“Fundamentales para nosotros eran los Juegos Panamericanos que había que ganarlos. En aquel momento se hablaba así. Aquí no podemos perder ni a las escupidas. Y tenías luego que ir al Mundial, buscar la clasificación olímpica y se clasificaba también”.

De pronto, vuelve a los Panamericanos de 1995 en Mar del Plata, una cita que marcó, sin dudas, su carrera deportiva y demandó mayor esfuerzo. “Fueron en marzo y nosotros tuvimos en octubre el campeonato del mundo, en Japón.
“Fue a mi criterio, uno de los eventos más malos de mi carrera deportiva por diversas razones, sobre todo ajenas. Psicológicamente, eso afecta. Pero, no soy de entrar en esos detalles.
“Te puedo poner como ejemplo que en los Juegos del 1991, 1999 y 2003, al mes siempre fueron los campeonatos de mundo. Para que tengas una idea, en la cita del orbe de 2003, alcancé el quinto lugar en el all around y fui finalista en las barras paralelas. De la medalla en el 2001 te hablo más adelante”.
Erick, insiste en que en Winnipeg 1999, llegó su maestría deportiva. “Era uno de los mayores de la selección, pero había que ganar el por equipos. Y la preparación era dirigida por día. Usted tiene que ganar en este aparato y usted el segundo lugar. No te puede vencer el de México ni el otro.
“Compite hoy, mañana, pasado. Y así cada quien sabía la responsabilidad que tenía. En el caso mío, tenía en la mayoría de los aparatos.
“Poco tiempo antes de la competencia, yo estaba en trámites de la vivienda y las cosas de la casa. Después de que hago el trámite, regreso ya con dolor en el pie. El entrenador me dijo que entrenara suave porque ya era tarde y yo estaba cansado por todas las cosas que había hecho en el día.
“Entonces, en ese momento me empezó el dolor en el pie. De ahí, vine para la casa y al otro día cuando me miré, vi que era un granito que me había salido.
“Pensé: ‘Me lo voy a quitar para poder competir y estar en el entrenamiento normalmente’. Y eso es lo que me llevó a la complicación. Los entrenadores me dijeron: ‘Tienes que quedarte en casa, no puedes estar en el gimnasio porque ahí hay polvo y eso te puede afectar’. Y lo que quedaba era una semana para salir para los Juegos.
“Asumí otro plan. Era un entrenamiento desde la casa, sentado, pensando, sin ver el gimnasio. Me traían los medicamentos, tenía que meter el pie en fomento, incluso el doping me lo hicieron aquí.
“Después, la vida me enseñó que hacía falta ese descanso. Quizás no era idóneo un descanso total, pero a lo mejor era que había que bajar un poquito las cargas porque estaba muy saturado”.

Fidel y los Juegos de Winnipeg
“Como otro de los momentos cumbres de su carrera archiva en su memoria un encuentro con Fidel tras el Panamericano de 1999. “El pueblo cubano desconoce mucho del arbitraje de la gimnasia artística. No tiene cultura de eso.
“En cambio, usted pone un juego pelota y todo el mundo dice: ‘Eso era out, aquello quieto… y así empiezan las discusiones. En el caso de la gimnasia no ocurre, tiene un reglamento bastante complejo.
“Agradezco que el pueblo siempre estaba apoyándonos y quería que uno ganara. Se la pasaban todo el tiempo pendiente: ¡Ahí va fulano.
“Por otro lado, la preparación iba dirigida a que usted gane este aparato, usted la plata y usted el bronce en este. Yo tenía que ganar, pero no tenía responsabilidad en la barra fija. De los dos compañeros que sí la tenían, uno falló y el otro no entró a finales.
“Llega a la final en la competencia, gana el canadiense y yo la plata. El pueblo como no conoce de arbitraje, comienza a decir que me habían quitado la medalla.
“Cuando Fidel oye eso, cómo era él, no comenta nada, pero cuando se reúne con nosotros me dice: ‘Ven acá: ¿cómo es eso de que te quitaron la medalla? ‘.

“Ahí le contesté: ‘No me la quitaron, realmente él me ganó. Hice mi parte que era hasta ahí’, y le expliqué los reglamentos, que tenían mayor dificultad.
“Fidel tomó eso como una prueba de la honestidad de los atletas cubanos. No era el afán de decir: ‘Sí me quitaron la medalla’. Él ganó. Yo hice mi parte y era hasta ahí”.
Reconoce, además, que había sido una difícil temporada para él. “Estuve tiempo sin entrenar. Incluso me fui de aquí para Canadá con la lesión, prácticamente escondido, pero con muchas precauciones, porque primero estaba la salud.
“Mi motivación era el por equipos, queríamos ganar.El entrenador no te decía: ‘Ve, pero te comentaba: Tenemos que ganar’.
“Por el compromiso que sentía así con molestias y todo me monté en el avión.Me acompañaban el entrenador, el médico y el psicólogo, tampoco queríamos que se supiera mucho mi situación.
“Me habían inyectado antes de montarme al avión. Y cuando empezó a subir, los dolores no los aguantaba, además, estaba en un asiento muy chiquito.

“Entonces, me mandaron para primera clase. Mis entrenadores hablaron con los que estaban frente a la delegación, me cambiaron de asiento con Juantorena y me sentaron al lado de José Ramón Fernández. Ahí traté de dormirme.
“Subí el pie un poco y logré estar más cómodo, pero los dolores continuaron y cuando aterrizamos me siguieron atendiendo con inyecciones.
“Llegado el momento del entrenamiento lo que hacía era no apoyar el pie. Ejecutaba los aparatos, pero no hacía los elementos de salida, me bajaba. Y no entrenaba el manos libres ni los saltos.
“El día antes de la competencia, no sé si era presión o adrenalina, pero me probé. Hice una salida en uno de los aparatos, vi que pude caer y me paré. Así empezamos poco a poco mi entrenador y yo.
“Los compañeros de otros países, que sabían que yo estaba lesionado, me veían primero sin hacer nada, y estaban tranquilos, pero cuando uno empezaba a hacer ejercicios, me miraban diciendo. ‘¿Y este va o no’?.
“Y los entrenadores: ‘Dale que tú puedes, pero siempre con el cuidado necesario para que no me pasara nada’”.
Recuerda que tras el resultado (oro en anillas, paralelas, caballo con arzones y en el all-around), los medios canadienses lo calificaron como ‘el hombre perfecto’.
“Hasta me hicieron esa pregunta por televisión y yo les dije: ‘No, no soy perfecto, todo ser humano tiene errores‘. Pero ellos lo siguieron divulgando y lo publicaron en muchos lados, sobre todo por mi técnica”.
Luego llegó el campeonato del mundo en China, una experiencia difícil para Erick. “No fue muy buena, quizás por todo eso de que eran eventos fundamentales y estaban muy cercanos unos de otros”.

Giro completo: Panamericanos de Santo Domingo 2003
Con la modestia que lo distingue expresa que tampoco pensó llegar a los Panamericanos de Santo Domingo 2003, pero ya dentro disfrutó la experiencia.
“Al igual se me explicó que tenía la posibilidad de ser cuatro veces campeón panamericano, pero yo normal, sin creérmelo.
“Incluso, me enseñaron al estadounidense Abraham Grossfeld. Estaba ese día en la competencia. También era gimnasta y acumulaba 14 oros, pero ya te digo, lo del récord no me preocupaba, seguía centrando en los resultados.
“Y no tenía presión de que voy a competir para coger la medalla. La presión era de que no me podía caer, porque no podían ganar otros el por equipos, teníamos que ser nosotros. Era el compromiso.
“Mi responsabilidad era subirme al aparato, hacer mi ejecución lo mejor posible y tratar de no caerme en ese momento”.
Recalca, además, que la preparación tampoco había sido dirigida al récord, “más aún que teníamos campeonato del mundo después, para clasificar para Atenas 2004.
“Días antes de ir a Santo Domingo me volví a lesionar en La Habana. Entrenando me zafé de la barra y el pie me cayó en el tabloncillo.
“Cuando me hicieron la placa tenía fractura en el dedo pulgar. El médico me dio las indicaciones y le dije que estuviera tranquilo que cuando llegara a Dominicana, el tapiz sería más suave y no me dolería el pie.
“Siempre me ponía una esponjita y probaba si podía. Resulta que cuando llegué a Santo Domingo, el tabloncillo estaba más duro que el de aquí”, comenta entre risas.
“Pero eso no me detuvo y logré ganar ese Panamericano y alcanzar seis oros”.
El habanero de 50 años confiesa que aunque luciera con esa inmutable seguridad el nervio siempre existió en sus presentaciones y que era una mezcla con miedo, “porque es un deporte traumático por las ejecuciones que se hacen, los ejercicios. A veces, hasta en el aire, te puedes perder, no sabes cómo vas a caer o se te puede presentar un dolor.
“A la altura no le tengo miedo. De niño jugando, en ocasiones, hacíamos cosas de locos. Pero hay ejecuciones como la barra fija que desde pequeño las veía delante de mí con temor.
“Por eso siempre le hacía caso a mi entrenador para no darme o sufrir algún percance. Confiaba mucho en los profes, en que estaban ahí para ayudarnos.
“Quizás crecí con temor a la barra fija, un aparato que dominaba técnicamente, lo hacía muy bien. Llegué a ser medallista, pero no me gustaba, lo respetaba”.

Entre sus preferidos menciona el all around. “Considero que fui un gimnasta bastante completo. En la etapa que me tocó vivir de la gimnasia, o la mayor parte, el gimnasta tenía que practicar los seis aparatos, ahora pueden ser tres, pero en aquella época eran todos.
“De forma individual me gustaba mucho el caballo de arzón, aún cuando era uno de los más complejos técnicamente. Creo que lo dominaba por la base que me dieron los profesores, eso te ayudaba.
“A veces, el entrenador tenía que estar en algún momento en una reunión determinada y no podía llegar al gimnasio y yo empezaba solo hasta que él llegara, porque era un aparato del que no me preocupaba nada.
“La anilla también me gustaba, no así la barra. El otro que me costaba, era el manos libre, por las molestias que tenía en los pies, por fracturas, esguinces crónicos. Y llegó una época, ya casi al final de mi carrera, que tenía entrenar con los pies amarrados- como decimos- con un extraple puesto en los tobillos”.
El mundial del 2001 en Bélgica y los Juegos Olímpicos
En cada campeonato del mundo que participaba Cuba era el sueño de conseguir una medalla y esta aspiración también motivaba el andar de Erick. “En la generación de Cuervo, de Casimiro, tuvieron muchas posibilidades y nada. El mejor resultado había sido el de Casimiro, cuando fue cuarto en 1981.
“Recuerdo que en 1997 quedé séptimo en el all around, al igual que en la anilla, pero siempre esperábamos más.
“Terminábamos la competencia y venían los integrantes de otros países y me felicitaban. Y me decían: ‘Oye, muy buen trabajo’, pero no cogía la medalla. O me decían: ‘Te llevaron recio’, pero al final no se conseguía. Entonces, teníamos ese sueño.
“Y después de ese evento es que hago ese análisis. Siempre me gustó la anilla también. Al pueblo le encantaba verme en ese aparato a partir de Winnipeg, pero cuando busco la historia, en todos los Panamericanos yo había ganado en la paralela y da la casualidad, que el mejor resultado siempre lo tuve ahí.
“La vida me demostró que lo que mejor trabajé o dominé siempre fue la paralela, donde alcancé la plata.
“Y la preparación no fue dirigida nunca a la medalla en la paralela, o sea, fue de forma general. Se insistía en que había que hacerlo todo bien y hacíamos mucho hincapié en la anilla, aunque en la paralela se trabajaba para buscar un resultado a nivel mundial.
“En ese campeonato del mundo, el primer día de competencia, terminé segundo en el all around. Ya yo había ganado varias copas americanas y el arbitraje me respetaba en ese momento.
“Y en la final, en el primer evento, por un errorcito no fui medallista, o sea, terminé quinto en el máximo acumulador. Fue por un error en manos libres, rocé en el piso un ejercicio y eso llevó a una penalidad.
“Pero en la paralela sí alcancé la medalla de plata y confieso que fue bajo mucha presión. Quiero aclarar que no fue la primera presea de Cuba en un campeonato mundial de gimnasia, porque la primera fue el bronce de Charles León en el caballo de salto, aparato que se compite antes de la paralela. Por eso él fue el primero, pero la mía si es la primera medalla de plata”.
Alega que en ese mismo mundial, se repetía una y otra vez que no podía irse sin medallas. “Ya estaba en las finales y pensaba tal aparato es más sencillo, el mío es más complejo. Pero eso nadie lo sabe, ni lo va a ver. Ahí lo que se va a ver es la medalla”.
Recuerda que cuando llegó el momento de competir en la paralela entró nervioso y que todo era presión. “Por poco tengo un fallo, pero me decía internamente: ‘Relájate’. “Tenía mucha presión, mi carrera deportiva estaba terminando, me sentía un poco cansado, pero luego continué y no me arrepiento, porque creo que mis resultados incrementaron.
“Además, el cuerpo de entrenadores siempre tuvo consideraciones conmigo y me ayudó en todo por ser un atleta longevo”.

A pesar de su amplio palmarés, siente que quedó con deudas en Juegos Olímpicos:
“Casi siempre fui finalista del all around, ocupando en las dos ediciones que participé; Sídney y Atenas los puestos 9 y 14, respectivamente, y estuve también cerca en las finales de anillo.
“En el 2004 había estado muy bien. En ese ciclo había ganado eventos previos, pero el arbitraje en Atenas no me ayudó.
“Sabían que venía de un buen año y me fusilaron en mi primera presentación, en la barra. La había hecho mejor que en otros certámenes. Eso psicológicamente me afectó, me desmotivó, porque la puntuación no estuvo acorde.
“Recuerdo, incluso, que se demoraron para dar la nota. Es una muestra de las injusticias, a veces, del arbitraje. Los árbitros conocen al atleta, y dicen, si le damos esta puntuación, se nos va a ir por ahí, y se nos colará. Y así”.
Erick López se retiró del deporte activo después de Atenas 2004, tras 26 años de arduo quehacer deportivo. Luego, trabajó como miembro de la Federación Cubana de gimnasia. Al unísono fue metodólogo de la comisión y subdirector técnico de la escuela nacional. “Estuve en esa dualidad mucho tiempo. Después, me quedé solamente como metodólogo de la comisión.
“También me encargué de mi superación, hice una maestría ejecutiva en gestión de las organizaciones deportivas.
“Hace un tiempecito decidí jubilarme, pero sigo vinculado, como miembro de la Federación”.
En eso entra su esposa Lucy y le alcanza las pastillas que le tocan en este horario, las doce del día. Se las toma y comenta que aún queda un tema pendiente: “Por su puesto que seguiré a la gimnasia en los Panamericanos de Santiago de Chile.
“Cuba cuenta con un equipo bastante bueno, con muy buenos resultados en los Juegos Centroamericanos.
“Confiamos en figuras jóvenes como Diorges Escobar, doble medallista centroamericano y participó hace poco en el campeonato del mundo. A ellos, como a todos los jóvenes que se inician, les recomiendo disciplina, esa es la calve para lograr éxitos”.
En Juegos Panamericanos, Erick López alcanzó 18 medallas de oro, tres de plata y una de bronce, quebrando el récord que mantuvo por más de 35 años el gimnasta estadounidense Abraham Grossfeld (14- 2-5).
Otros resultados relevantes de Erick López
- En los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Maracaibo 1988, lideró la selección cubana que ganó ocho medallas de oro, cuatro de plata y otras tantas de bronce.
- En 2001 triunfó como máximo acumulador en la Copa América por invitación, un certamen en el cual tomaron parte solo gimnastas de la élite.
- En 2002 obtuvo la medalla de oro en el Panamericano de la disciplina, con sede en Cancún, México, como máximo acumulador.



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