En la piel de Iván

Foto: Yoandris Delgado Matos

Conversación con el coordinador de la red HSH y presidente de la comunidad LGTBIQ+, que agrupa a las lesbianas, los gays, los bisexuales y los trans e intersexuales

Tuve una infancia relativamente feliz, no con una gran vida, pero tuve momentos felices aunque hubo ocasiones en que fui a la escuela con los zapatos rotos. Mis padres se separaron cuando estábamos pequeños y nosotros nos quedamos con mi papá, el pobre, éramos cuatro muchachos.

De niño siempre tuve inclinación homosexual, se notaba en mis gestos, forma de hablar, manera de proyectarme. Cuando nos compraban juguetes para mí eran de varones porque albergaban la esperanza de que no fuera homosexual; aunque me veían así, blandito, me regalaban carritos, yo los rechazaba y me iba a jugar con las muchachitas.

En la primaria me hacían bullying. En aquel tiempo había mucha homofobia, muchas miradas discriminatorias, tanto de profesores como de estudiantes. Yo seguía mis jueguitos con las hembras, aunque también jugaba con los varones, sí mija, me iba para las pocetas o a tumbar mangos.

La secundaria fue un poco fue más difícil, ya éramos mayorcitos y habían alumnos grandes porque repetían y repetían el grado. El séptimo lo hice en la 45, pero como no rendí en el deporte me mandaron para la Esbec Túpac Amaru, donde habían casi hombres; sin embargo, te puedo decir que nunca abusaron de mí.

Recuerdo que éramos tres alumnos homosexuales y entre los tres compartíamos las burlas, aunque los otros dos estaban seminternos y yo sí me quedaba en la escuela, siempre me tocaba un poquito más a mí. Al final tuve que pasar por muchas escuelas debido la cantidad de personas homofóbicas, desde directores hasta alumnos.

Mi papá entendió que no podía seguir en esa enseñanza y me mandaron para la escuela taller, donde no me fue tan mal; terminé mi noveno grado y luego fui a estudiar técnico medio en Construcción civil a la escuela del reparto Delio Chacón, donde encontré profesores y estudiantes maravillosos, pa qué contarte, habían personas muy buenas.

Al final nunca ejercí porque siempre vi la profesión muy masculina para mí. Ya después me dediqué a la calle, a experimentar. Me junté con mi amigo, ahora Nani, pero antes era conocido por Bella y vivimos muchísimas cosas juntos, uf… no te las voy a contar todas porque nos pasaríamos dos o tres días aquí…

 

Foto: Yoandris Delgado Matos

Un día un hombre me tiró para en el río Las Casas porque me quería quitar la ropa y yo no quería, nos llevaban para la Policía por lo mínimo, hasta por hablar alto, nos ponían a limpiar, tiraban agua y nosotros éramos algo así como las auxiliares de limpieza; en La Fe en una ocasión nos cayeron a piedras.

Con todo que eran momentos muy homofóbicos nosotros nos vestíamos de mujer, poníamos tacones, pintábamos la cara y las uñas. Podemos decir que nosotros fuimos los pioneros en enfrentar una sociedad pinera homofóbica.

Llegábamos a algún lugar y la gente nos hacía un coro. Recuerdo que en La Movida, un lugar muy visitado en aquel entonces, teníamos un espacio porque la gente se apartaba y nos dejaban solas. También nos íbamos para otras provincias, sobre todo Villa Clara por ser una provincia mucho más civilizada, pero siempre virábamos para acá.

Un buen día fui a acompañar a Nani a la peluquería, tenía el pelo muy largo, y me encontré con la doctora Iris Thomas, quien me comentó que seleccionaban personas para inaugurar un proyecto de hombres que tienen sexos con otros hombres para la protección del VIH, recuerdo que le dije: si es para darle consejo a los “pájaros”, pues cuenta conmigo.

Luego ella volvió a contactarme para decirme que ya se había creado y yo era el responsable porque ellos me veían como un líder negativo en la comunidad, imagínate, era la candela, pero líder al fin le dije que sí, no había problema.

Desde entonces comencé a ser el coordinador, en aquel entonces no era todavía una red, tan solo un proyecto. Fue en agosto del 2000 cuando se creó a nivel nacional el  “Proyecto de prevención de las ITS/VIH-sida para hombres que tienen sexo con otros hombres” y yo inicié en septiembre de ese mismo año.

Entonces comencé a asistir a Matanzas y otras provincias a capacitarme, la doctora Iris, siempre muy preocupada hasta que dejó de ser la jefa del programa. Así me fui superando, pasando un curso aquí, otro allá, talleres, conferencias, seminarios, incluso internacionales, hasta adquirir los conocimientos  y responsabilidad que tengo ahora.

Te confieso que al principio no le di mucha importancia, pero luego comprendí que era una cosa seria y entonces sí puse mucho interés en aprender. Primero fui voluntario tres años, luego sí me incorporé a trabajar en el Centro Municipal de Higiene y Epidemiología, porque así lo exigían, era un requisito.

Ya llevo casi 22 años y ahí he hecho de todo, desde trabajar en los almacenes, hasta en la recepción de muestras, bueno pa qué, en todo lo que haga falta estoy. Ahora tengo a mi padrastro enfermo, debo cuidarlo y eso me limita un poco, pero sigo dispuesto.

Nunca me he considerado una mala persona, me gusta colaborarle a mis compañeros, ahora los ayudo mucho más. Insertarme me ha dado la posibilidad de ser mejor persona, comprender que no hay gente mala sino que necesitan un camino y una oportunidad. Yo era una “salá” de la calle y lo encontré.

Cada vez que alguno tiene un problema estoy ahí. Cuando algún muchacho o muchacha de la comunidad no tiene trabajo o me plantea una situación enseguida me desvivo por ayudarlos, hago hasta lo imposible por encontrar una solución.

He visto a muchos amigos míos morir de Sida y cuando fallece uno, crecen esas ganas de ayudarlos. Lamentablemente la gente se sigue infectando y te aseguro que no es por falta de orientación o consejo acerca de cuán importante es el uso del condón.

Este trabajo con los hombres que tienen sexo con otros hombres, las mujeres homosexuales, las personas que conviven con VIH, tienen prácticas de sexo transaccional… me ha cambiado la vida, son muchas las historias que he tenido que escuchar en las sesiones de consejería.

En la coordinación prestamos servicio de pruebas rápidas a quienes tienen dudas acerca de su estado serológico, pero primero le damos una sesión de consejería para prepararlo y luego otra en caso de ser positiva; posteriormente lo invitamos a realizarse chequeos cada seis meses porque el VIH tiene un período de ventana de tres meses a un año.

También hacemos servicio de terreno y realizamos pruebas rápidas en la calle. Un día a la semana vamos a los sitios de encuentro donde acuden los HSH, ahí les hablamos de la diversidad sexual, la homofobia, el respeto, sí, porque nosotros para exigir respeto tenemos que respetar; además, llevamos el control y la prevención de quienes viven con VIH.

Recientemente incorporamos la asesoría jurídica. Contamos con un equipo multidisciplinario, el cual lo integran una jurídica, una sicóloga, un representante de la comunidad de personas que viven con VIH, al igual que la coordinadora de esta red, una trabajadora social, pero necesitamos un espacio fuera del CHEM o las instituciones de Salud Pública para que la gente pueda acceder de manera libre, sin temores y se sientan más cómodas.

Desde hace más de 20 años represento a nivel nacional la comunidad LGTBIQ+ y en cualquier escenario digo que la de la Isla está comprometida y defiende las conquistas de la Revolución. Es cierto, hay algunos que se han salido del país, pero no por problemas políticos sino porque en otras regiones pueden realizarse mejor al tener otras oportunidades como homosexuales.

Muchos de nosotros están integrados a la sociedad, participamos en actos políticos, en caravanas en contra del bloqueo, en los desfiles por el Primero de Mayo, donde no hemos participado como comunidad porque existe una gran cantidad que marchan con sus colectivos laborales.

Y volviendo a las oportunidades, es verdad que se ha ganado en igualdad y respeto a los derechos de las personas, pero todavía falta mucho, por eso considero importantísimo la actualización del Código de las Familias, el cual ahora está muy atemperado a nuestro tiempo.

Las personas se han concentrado más en el matrimonio, que nunca se especifica sea entre dos personas del mismo sexo sino entre dos personas, las que sean; pero el Código va mucho más allá, defiende a las familias, nos concede más derechos a todos, a los impedidos físicos, los niños, los ancianos, las embarazadas…

¿Con qué sociedad sueño? Con una sin homofobia, donde las miembros de la comunidad LGTBIQ+ pasen inadvertidas. Durante años nos han visto como diferentes y la Cuba que yo quisiera es aquella donde ya no hayan heterosexuales, homosexuales ni transexuales sino personas, solo personas con sus gustos, preferencias y sueños.

 

Iván López Mendoza, coordinador de la red HSH y presidente de la comunidad LGTBIQ+, que agrupa a las lesbianas, los gays, los bisexuales y los trans e intersexuales.
Cuba eliminó en 1997 la referencia a la homosexualidad como agravante de un delito en el Código Penal. En 2013 el Código del Trabajo prohibió la discriminación por orientación sexual y, en 2017, el Plan de Desarrollo Económico y Social hasta 2030 incluyó como principio la no discriminación por orientación sexual e identidad de género.
Además en 2019 cuando entró en vigor la nueva Constitución de la República de Cuba, que prohíbe toda forma de discriminación por orientación sexual e identidad de género, reconoce los derechos sexuales de la población y el derecho de todas las personas a formar una familia.

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Karelia Álvarez Rosell
Karelia Álvarez Rosell

Licenciada en Defectología en la Universidad Carlos Manuel de Céspedes, Isla de la Juventud. Diplomada en Periodismo con más de 30 años en la profesión.

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