En el 48, no olvidamos a nuestros campeones

“¡Pégate al agua Felo! ¡Pégate al agua!”. No puedo evitar afligirme cada vez que escucho la grabación de la caja negra, prueba irrefutable del crimen de Barbados.

Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.

Antes de hundirse el avión a unas millas de la costa barbadense, el capitán y piloto al mando Wilfredo (Felo) Pérez Pérez, elegido ese mismo año Héroe Nacional del Trabajo, y el copiloto Miguel Espinosa Cabrera contactan con la torre de control aéreo.

“¡Tenemos una explosión a bordo, estamos descendiendo inmediatamente! ¡Tenemos fuego a bordo! ¡Solicitamos aterrizar de inmediato! ¡Tenemos una emergencia total!”.

Ellos tratan de llevar la aeronave de regreso, pero como realizar un aterrizaje de emergencia ya no es posible maniobran para salvar las vidas de quienes están en las playas cercanas.

Impiden de esa manera la pérdida de muchas más vidas, que las de los 73 pasajeros y tripulantes a bordo que fallecen a causa del atentado: 57 cubanos, entre ellos, los atletas del equipo nacional juvenil de esgrima ganador de todas las medallas de oro del Campeonato Centroamericano y del Caribe de esa disciplina, celebrado en Venezuela; 11 guyaneses –la mayoría estudiantes becados en Cuba– y cinco funcionarios coreanos.

Horas antes es notoria la algarabía de los deportistas al subir alvuelo CU-455 de Cubana de Aviación que cubre el itinerario desde Guyana con el destino final La Habana y el tránsito por las islas de Trinidad, Barbados y Jamaica.

Nadie repara en los venezolanos Hernán Ricardo y Freddy Lugo Lozano, quienes ocupan asientos por veintiséis minutos: montan en Trinidad y Tobago, ponen las dos bombas, se bajan en Barbados y luego regresan a la ínsula de partida donde horas después de las explosiones las autoridades de Trinidad los arrestan.

En su momento declaran haber actuado bajo las órdenes de Luis Posada Carriles y Orlando Bosch Ávila, extremistas de origen cubano y autores intelectuales del crimen.

La Perla de las Antillas resulta blanco incesante de las acciones terroristas de todo género urdidas por el vecino del norte, desde ataques piratas contra naves mercantes y embarcaciones pesqueras hasta agresiones biológicas en seres humanos, así como atentados a instalaciones y personal cubano en el exterior, incluidas sedes diplomáticas.

Pero el más repugnante y monstruoso acto terrorista cometido en ese período ocurre el seis de octubre de 1976, al estallar en pleno vuelo el avión civil cubano, el cual queda envuelto en llamas a los diez minutos de su despegue del aeropuerto internacional Grantley Adams, en Seawell, Barbados.

La mayor parte de los cuerpos reposan en las profundidades del mar, solo los restos mortales de ocho cubanos son rescatados, trasladados a La Habana y velados en la base del Monumento situado en la Plaza de la Revolución José Martí.

De solo rememorarlo duele, duele mucho imaginar el pánico cundido dentro de la aeronave y el dolor de los familiares de las víctimas, al cual se une el de nuestro pueblo que jamás olvida que detrás de la voladura del avión está la mano siniestra de la Agencia Central de Inteligencia y la complicidad imperialpues el caso todavía está impune y los culpables intelectuales y conjurados han muerto en territorio estadounidense, país que los ampara hasta el final.

En el 2010, el Consejo de Estado declara el seis de octubre Día de las Víctimas del Terrorismo de Estado, en recordación al ominoso sabotaje cometido en esa fecha de 1976, hace 48 años.

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Historia Isla de la Juventud
Mayra Lamotte Castillo
Mayra Lamotte Castillo

Licenciada en Periodismo en la Universidad de La Habana; tiene más de 40 años en la profesión.

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