El turismo como impulsor del desarrollo territorial sustentable

El turismo continúa como un potente inductor de cambios en la estructura económica y social de los países en desarrollo. Es decir, solamente puede concebirse como fruto de un contexto dado, lo que significa que se debe integrar, como objeto de desarrollo, en un argumento determinado: redimiendo sus rasgos peculiares, respetando la historia de las comunidades o los territorios donde se desarrolla, -sus encadenamientos productivos, relaciones y tradiciones-; así como a las aspiraciones de mantener los recursos y atractivos turísticos, entendiendo éstos como la oferta de actividades que implican el uso de un territorio predeterminado que tiene un valor “per se”, pero que es objeto de  transformación en el contexto, adquiriendo un nuevo valor para el territorio.

El turismo visto como propuesta de valorización social de un geoespacio, siempre mantiene una relación directa con el territorio. Este último entendido como ámbito de administración y gestión, pero, sobre todo, como construcción social de sentidos y significados, como espacio de vida y como recurso. En este sentido, la transformación productiva de un territorio considerado de preferente uso turístico debe darse en un marco institucional determinado y éste tendría que ser pluralista y participativo en lo local.  Por lo tanto, las estrategias de políticas deben reflejar la voluntad pública y estar sujeta a los cambios que ésta determine. Además, la concertación estratégica deberá convertirse en instrumento determinante de la transformación productiva con equidad, y en ella el papel del Estado se centra en ser el anfitrión de la transformación y generar comportamientos convergentes con los propósitos comunes.

El papel del turismo en el desarrollo, tiene que impulsar la transformación fructífera de un territorio creando nuevas fuentes de dinamismo que permitan alcanzar objetivos de desarrollo sustentable basado en crecer, mejorar la distribución del ingreso, consolidar los procesos democratizadores, adquirir mayor autonomía de las comunidades, crear condiciones que detengan el deterioro ambiental y mejorar la calidad de vida de la localidad en donde se desarrolla.

La plataforma de sustentación para esta transformación debe apoyarse en una serie de principios o criterios:

a) La actualización integral del modelo socioeconómico, ya que la transformación productiva se insertaría en una red de vinculaciones con la infraestructura tecnológica, energética, de servicios y de transportes, con el sistema educativo, las relaciones entre empleados y empleadores, el aparato institucional público y privado, y también el sistema financiero.
b) La industrialización como eje de la transformación productiva, ya que este sector incorporaría y difundiría el progreso tecnológico, al tiempo que permitiría la vertebración intersectorial de la industria con la agricultura, los servicios y el propio contexto del turismo.
c) La búsqueda de la mejora en la competitividad, por la vía del progreso tecnológico y la innovación, que generase aumentos de productividad en lugar de conseguir esto por la vía de la depreciación de los salarios reales.
d) El crecimiento sustentable, apoyado en la competitividad y la mejora de la equidad, priorizando en cada territorio según las circunstancias.
e) La consideración de la dimensión ambiental y geográfico-espacial, de modo que permita revertir las tendencias negativas sobre el medio ambiente y al mismo tiempo utilizar los recursos naturales sobre bases reales de la investigación y la conservación.

Está demostrado por la historia de muchos pequeños países en desarrollo, algunos de ellos en el Caribe y Centroamérica, que una sociedad no equitativa sólo favorece la competitividad espuria o de corta vida (basada en bajos salarios o en la sobreexplotación de los recursos naturales), haciendo difícil que los beneficios del turismo se encausen hacia el progreso tecnológico y el desarrollo, y redirigiéndolos hacia el consumo o hacia el exterior. Y así, al poco tiempo, la competitividad espuria se iría erosionando y el crecimiento se ralentizaría. Se ha de tener en cuenta que la equidad, entendida como igualdad de oportunidades; transforma la dignidad y el bienestar de las personas en un valor irreductible, articula la vida democrática con la justicia social, vincula el acceso y las oportunidades hacia una ciudadanía efectiva, y de este modo se fortalece el sentido de identidad y adhesión de la comunidad a los nuevos modelos de desarrollo turístico.

Los argumentos anteriores sustentan lo que debe perseguir el espíritu de la política para el turismo, que define lo que le corresponde al sector turístico estatal y privado, en el proceso de implementación del modelo de desarrollo económico y social del país. En este sentido, la política turística debe ser vista como el conjunto de actuaciones y medidas planeadas, emprendidas y realizadas por los gobiernos locales o municipales relativas a la actividad turística en un determinado territorio. En este sentido la política turística de desarrollo de destinos turísticos específicos (territorios de preferente uso turístico), deberá basarse en un exhaustivo y real análisis de la competitividad de los territorios y de las comunidades enclavadas en estos espacios de interés turístico.

Hay que tener presente en estos contextos que la ejecución de proyectos y programas de desarrollo en el sector turismo, en muchas ocasiones mediante el capital extranjero; se produce en espacios seleccionados que no irradian ventajas a territorios próximos. En la mayoría de los pequeños o medianos estados caribeños, la mayor inversión turística con capital extranjero se ha concentrado en zonas costeras, playas vírgenes y cayos; y en las zonas céntricas de las ciudades capitales.

En este sentido, los principales expertos en desarrollo territorial se han referido a la necesidad de comprender la heterogeneidad de los territorios para pensar en el desarrollo local, que está condicionado por el conjunto de recursos naturales, humanos, económicos, históricos, tecnológicos y turísticos, entre otros. No puede dudarse que esta heterogeneidad condiciona la posibilidad de implementar proyectos de desarrollo turístico local, teniendo en cuenta que el sector turístico por sí mismo, no desarrolla ningún país.

Se ha de tener presente que el desarrollo turístico territorial se inscribe en el proceso de crecimiento económico y de cambio estructural, cuando conduce a una mejora en el nivel de vida de la población local en el que pueden identificarse tres dimensiones.

Económica: los pequeños y medianos empresarios locales utilizan su capacidad organizativa en el manejo de los factores productivos locales con niveles de productividad suficientes para ser competitivos en los mercados.
Sociocultural: los valores y las instituciones sirven de base al proceso de desarrollo.
Político-administrativa: las políticas territoriales permiten crear un entorno económico local favorable, protegido de interferencias externas e inspiradas en el desarrollo local.

En este contexto multidimensional se debe concebir el Turismo como uno de los pocos sectores económicos que disfrutan de versatilidad y flexibilidad para adaptarse a las condiciones propias de cada territorio y de cada población. De ahí que el turismo constituya una oportunidad estratégica para el desarrollo local y la transformación productiva del territorio. Coyunturas que deben ser aprovechadas en las políticas del gobierno, ya sea a nivel central, territorial y municipal.

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