Una notaria aguarda en la terraza del restaurante El Dragón. Los organizadores de FiestaVida ultiman detalles de la decoración. Principito Studio tiene listo el lente que inmortalizará el evento. Un hombre de traje y corbata luce inquieto. La muchacha con vestido blanco que rosa el piso, resalta. Faltan segundos para comenzar la ceremonia nupcial.
Un crescendo de emociones es la ocasión. La alegría en un evento así es contagiosa. Se comporta como virus benévolo que infecta a todos, desde el abuelo que baila rumba cojeando, hasta el niño que corre entre las mesas con un trozo de tarta.
Luz Divina, la novia, confiesa con los ojos brillantes que “llegar hasta aquí ha costado mucho sacrificio. Estoy feliz de cumplir uno de mis añorados sueños”. Asdrúbal asiente, apretando su mano. “Hoy será el punto de partida de una vida perfectamente imperfecta llena de esto”, dice, señalando el bullicio a su alrededor, la mezcla de voces y música.
La boda es el fuego artificial: espectacular, brillante, inolvidable. Pero la vida matrimonial es la lumbre que debe mantenerse encendida con ese mismo combustible de ilusión. La ocasión genera una descarga de felicidad y vínculo. El reto no es alargar ese subidón, sino transformarlo en una base estable. La clave está en convertir la celebración en complicidad, los votos en acciones diarias y los recuerdos en un proyecto común.
De acuerdo con datos publicados en el Anuario Estadístico de la Isla de la Juventud en el 2024, 557 matrimonios fueron contraídos frente a 275 divorcios, cifra que no habla de escepticismo, sino de valentía. Quienes deciden dar el sí hoy lo hacen con los ojos abiertos, conscientes del panorama, pero eligiendo crecer en la excepción, no en la regla.

Por otro lado, según Daymi Acanda Casas, Notaria Pública de la Dirección Municipal de Justicia con 13 años de experiencia laboral, los festejos matrimoniales ya no son patrimonio exclusivo de las parejas jóvenes y heterosexuales, sino que se han abierto a la diversidad, reflejando los cambios establecidos en el nuevo Código de las Familias. Este nuevo panorama es posible gracias a la implementación del moderno marco legal, fundamental para legitimar y proteger las uniones entre personas del mismo sexo”.
En una época donde, incluso, pensar y planificar una vida en común parece una hazaña, la historia de Luz Divina y Asdrúbal queda como un faro para no pocas parejas que, acorraladas por la adversidad, albergan similar anhelo.
Ellos son la prueba tangible de que el amor, cuando es genuino, no espera a que escape, aprende a bailar bajo la lluvia ofreciendo así una lección magistral: que los sueños, por imposibles que parezcan, se cumplen si se tiene la voluntad de priorizarlos.
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