El epicentro de la lucha por la justicia está hoy en Gaza, la ciudad más poblada de Palestina, donde Israel como potencia ocupante perpetra, con el apoyo de EE. UU., una masacre solo comparable con uno de los más crueles genocidios de la historia y que se acomete con otros crímenes de lesa humanidad como el exterminio, la limpieza étnica y el castigo colectivo.

Esa franja que enlaza Asia y África, citada en textos bíblicos, saqueada por imperios y reconstruida por su pueblo rebelde ante invasores, se ha convertido en símbolo mundial de la batalla por la justicia, y más tras ser visitada por Ernesto Guevara meses después del triunfo de la Revolución Cubana, en 1959, que marca el inicio del carácter mundial de esa causa.
Era la primera vez que un reconocido revolucionario presencia la devastación ocasionada por la catástrofe cuando Naciones Unidas favorece la creación del Estado de Israel y el colonialismo sionista desata la limpieza étnica de Palestina, de donde expulsan a más de 800 000 personas.
Allí el Che recorre campos de refugiados, entre ellos el de Al-Bureij, expresa el apoyo de Cuba y habla de la resistencia como única forma de liberación.
En 1948 los palestinos fueron expulsados de sus tierras y 77 años después de la Nakba (catástrofe), no solo continúan las injusticias, sino que Israel y EE. UU. insisten en nuevo plan de exterminio, genocidio y apartheid.
Por eso defender esa causa hoy es defender principios universales de derechos humanos; más, abandonarla o ignorarla significa renunciar a la esencia de la humanidad, como acaba de demostrar el vecino imperial en la Organización de Naciones Unidas, que indigna a todo el orbe.
“El gobierno de los Estados Unidos ha bloqueado una vez más, con el abuso del privilegio del veto en el Consejo de Seguridad, los esfuerzos de la comunidad internacional para poner fin a la masacre que perpetra Israel en Gaza”, denuncia el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, en la plenaria convocada por el uso del veto de los EE. UU. en el Consejo de Seguridad, este primero de octubre.
En vez de contribuir a la paz global, razón de ser de ese principal órgano de la Onu, con el repudiado veto eterniza la barbarie sionista.
No tiene ya límites el salvajismo contra la tierra palestina donde cada día mueren quince palestinos por desnutrición, 12 de ellos niños, rehenes de una operación colonial y de desplazamiento forzado, han sido destruidos el 80 por ciento de los edificios y siguen muriendo por miles.
“Privar de agua, electricidad, medicamentos y combustible a una población civil sitiada no es una estrategia militar, sino un crimen de lesa humanidad, un castigo colectivo, un genocidio”, condena el canciller cubano además y califica inadmisible la utilización del hambre como armas de guerra.
Es el mismo clamor que se multiplica por el cese al fuego en los territorios ilegalmente ocupados en Palestina y al genocidio por más de siete décadas de ocupación israelí, abusos, ataques y exclusión, así como en favor de la creación de dos Estados que permita a palestinos la libre determinación.
Los sionistas dicen que en Gaza solo hay bestias humanas, pero los salvajes son Israel y cómplices que cada día dejan en la Franja menos niños inocentes con vida al exterminarlos con armas occidentales, mientras siguen los traspiés de EE. UU. en la batalla diplomática por esa causa.
Ahora, además de vulnerar el Acuerdo sobre la Sede de 1947 –de la Onu–, negó visas a la delegación palestina para que no participara en el Segmento de Alto Nivel del 80º Período de Sesiones de la Asamblea General.
Igual es el desprecio del gobierno israelí por la Onu, el Derecho Internacional y Humanitario y los llamados mundiales a la paz, con sus ataques contra otros países como Líbano, Siria, Irán y Yemen y más recientemente Qatar, que atenta contra mediación de esa nación.
El apoyo político, militar y financiero de EE. UU. a Israel, no solo expresa el doble rasero del impero, también confirma su empeño de perpetuar la barbarie sionista, de la que también se hace responsable.
A la paz justa y duradera solo se podrá llegar –reafirma la posición de Cuba– mediante la solución de dos Estados, con la creación de uno palestino independiente y soberano dentro de las fronteras anteriores a 1967.
Pero aún la Asamblea General puede hacer más, como exigir la apertura de los cruces fronterizos y corredores para el acceso humanitario seguro, bajo supervisión de la Onu, brindar asistencia humanitaria a la población, convocar al embargo de armas contra Israel, y excluirlo de organizaciones y conferencias de Naciones Unidas, cuya Asamblea, tiene la potestad de declarar al genocidio y al apartheid como crímenes de lesa humanidad.
Cada vez más gobiernos, organismos y millones de personas rompen el silencio de la barbarie, incluso reconocen a Palestina y exigen sanciones a Israel, como las movilizaciones en EE.UU., Europa y América Latina al presionar a gobiernos que ya tampoco temen ser acusados de “antisemitas” y desoír a Netanyahu cuando asusta con que “toda crítica a Israel es antisemitismo” como si fueran víctimas y no criminales.
El repudio llega al punto de que judíos progresistas del mundo, e incluso dentro de Israel, se levantan contra la masacre, al calor de un movimiento demostrativo de que la lucha por Palestina no es odio contra los judíos, como tergiversa lo más recalcitrante del imperio, sino una causa de justicia y humanidad, que hoy tiene su centro en Gaza ante un genocidio que ya no pueden ocultar ni silenciar.