Dotada de condiciones naturales para los cultivos y entre dos lomas de Sierra de las Casas se halla la finca El Abra, propiedad del maestro de obras José María Sardá, donde el 13 de octubre de 1870 el catalán y su esposa Trinidad Valdés Amador acogen a José Julián Martí Pérez y sanan sus heridas, tras haber padecido en La Habana el presidio y los trabajos forzados en las Canteras de San Lázaro en condiciones infrahumanas.
El adolescente de 17 años durante su estancia de 65 días en la hacienda, en calidad de deportado político, se entrega a la lectura en medio de esa quietud, la cobija de la frondosa ceiba, la contemplación del reloj de sol, entre otras actividades, hasta su partida hacia La Habana para de inmediato ser deportado a España.
Al destacado jurista y escritor cubano Waldo Medina Méndez le conceden el título de Hijo Adoptivo de Isla de Pinos por su gestión en la reconstrucción del complejo arquitectónico de la finca El Abra, parcialmente destruido. Allí, la habitación que ocupara José Martí la inauguran como museo martiano el 28 de enero de 1944, hace 79 años.
En los fondos de la casa museo se conservan objetos personales, muebles y parte del ajuar doméstico usado por el patriota mientras estuvo allí, como un libro autobiografiado por Fermín Valdés Domínguez, la réplica del grillete que llevara Martí en las Canteras de San Lázaro y el crucifijo que el joven revolucionario regalara a Trinidad Valdés.
El Abra, hoy Monumento Nacional, es un sitio sagrado de la historia donde permanecen descendientes de los propietarios y de aquellos protagonistas que preservaron para las presentes y futuras generaciones el bello paraje por donde pasaran figuras cimeras de la política y cultura de la nación: Fidel, Raúl, el Che, Camilo, Alicia Alonso, mandatarios de naciones amigas, entre otros.
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