¿Qué ha pasado en Caracas, Venezuela, esta semana luego de la juramentación de Nicolás Maduro Moros en la Asamblea Nacional de Venezuela el diez de enero último como presidente constitucional para los próximos seis años?

La gente sigue saliendo a trabajar normal, los niños al colegio y los estudiantes en sus universidades luego de la nación vestir sus mejores galas para celebrar esta nueva victoria.
Uno de los protagonistas de la celebración relata no haber visto nunca esas escenas de un presidente relegido “salir en desfile con una camioneta de la #Fanb sin techo ni blindado, al aire libre con el pueblo Millones con Maduro a su lado. Un carro descubierto sin nada y la mujer al lado dispuesta a morir con su esposo…”.
Como hasta ahora, las calles de la nación sudamericana siguen limpias del odio y de quienes pretendían aguar la tranquilidad en el inicio de 2025.

Ninguna de las acciones extremistas empañó el brillo de la fiesta popular, que no terminó en enfrentamientos internos ni derramamientos de sangre, como esperaban los enemigos del chavismo, entre ellos el expresidente de Colombia, Álvaro Uribe, quien llamó a una intervención militar en Venezuela, irresponsable petición rechazada con dureza desde Cuba y otras naciones.
Pero mientras los extremistas del exterior buscaban nuevas puestas en escena para su show político, unos 2 000 delegados de varias partes del planeta convertían la patria bolivariana en epicentro de la lucha mundial antifascista y palpaban por doquier la fiesta democrática de la toma de posesión presidencial.
Mas, como no les funcionaron las maniobras para impedir la juramentación, el propio día diez de enero la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro de EE. UU. sancionó a ocho funcionarios venezolanos y la Unión Europea penalizó a 15 miembros del Consejo Nacional Electoral, el poder judicial y las fuerzas de seguridad.
Pataleta de fascistas impotentes y más descréditos a opositores que se sumaron a los traidores que reclaman la intervención.
Ante el ataque nazi con bombas incendiarias a la sede del Consulado General en Lisboa, Portugal, el canciller venezolano Yván Gil denunció la agresión y afirmó que “las agresiones irracionales de los grupos desquiciados no podrán revertir los avances de la Revolución Bolivariana”.
Y es cierto, delimitar en el mapa a los gobiernos sumidos al imperio que apoyan a los vendepatrias y los muchos que en diversas regiones respaldan a Maduro como presidente legítimo, deja claro que lo de Venezuela no es solo una disputa entre antichavismo y chavismo, sino entre la hegemonía occidental unipolar dominada por EE. UU. y la contrahegemonía multipolar con Rusia y China.
Son elocuentes verdades que al decir de Aníbal Garzón en la red social X, desbaratan el show de Edmundo González, María Corina Machado –ya con 20 muertos y los de las guarimbas– y sus amos.
Nicolás Maduro fue investido como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela en su tercer mandato, reconocido por un mundo que ya no es solo Europa ni EE. UU., sino uno nuevo que se levanta.
Luigino Bracci Roa llegó a confesar en redes sociales en Internet que no sabía que le daba más asco de Edmundo: “Que él celebre que EL GOBIERNO DE ISRAEL lo haya reconocido, o que celebre haber logrado NUEVAS SANCIONES contra Venezuela” por EE. UU., los mismos que ampararon a Pinochet, Videla, Stroessner… y otros fascistas y cuente con el apoyo del narcotraficante Uribe y del neofascista Javier Milei.
Tal es la podredumbre del contubernio criminal que se desploma con sus mentiras, ataques, sanciones y amenazas en las calles de Caracas.
(*) Colaborador