Del colchón al aire, el primer campeón de nuestra delegación

Foto: Tomada de la página del autor en Facebook.

Desde que subimos al avión su cara era familiar. Algunos lo miraban más, otros menos. Han pasado 31 años de su retiro y los jóvenes deportistas cubanos que iban en el vuelo para los XIX Juegos Panamericanos no lo vieron pelear nunca sobre un colchón. Ahora vestía de traje y era uno de los encargados de la seguridad del vuelo. De momento alguien le pregunto: ¿Oye, tú no eres Amadoris González, el luchador…?

Con la sonrisa de haber sido descubierto por la familia que más hermanos, amigos y amor le ha dado en su vida, dijo un sí que escondía más pena que orgullo. “Soy yo, pero de aquí solo me conoce Mijaín y algunos entrenadores, pero la lucha no viene aquí”, argumentó como queriendo evadir las preguntas que le venían arriba de un periodista curioso.

Un colega sacó un libro para no apelar a la memoria y lo dibujó en segundos: Fuiste doble campeón en Juegos Panamericanos: 1987 y 1991 en la división de 57 kilogramos., Amadoris se acarició el poco pelo y se soltó a confesar, con los ojos aguados y un nerviosismo más grande que cuando conquistó el bronce mundial juvenil y meses más tarde el mismo puesto, pero entre los mayores.

“Hablar de eso me da nostalgia. Yo disfrutaba estas delegaciones a los Juegos Panamericanos como veo ahora a los muchachos. Teníamos un equipo macho macho, con un Raúl Cascaret fuera de liga, que se hizo doble campeón mundial y perdió en 1987 con el americano Schultz porque lo había grabado en todos los combates de ese ciclo”, dijo y se le vio emocionarse cuando hablaba del santiaguero, a quien consideraba su ídolo cuando arribó en 1981 a la selección nacional de mayores con apenas 14 años.

El avión entró en turbulencias y Amadoris pidió cumplir con su deber. Se sentó en el fondo y llamó a que nos sentáramos, pues ya tenía a su alrededor más de 15 caras asombradas de tanta historia inspiradora para esos muchachos que volaban hacia Chile. Minutos más tarde, al pasar por nuestras filas, lo volvimos a atrapar entre preguntas y últimos consejos.

“Es cierto, tengo la victoria por pegada más rápida en la lucha grecorromana y libre. La conseguí en ocho segundos, en el mundial de Budapest en 1986. De eso casi ningún periodista habla…”, dijo y me miró como invitándome a hacerlo. Y aquí ya está escrito. “Lo que más quisiera es la quinta de oro de Mijaín. Ese es el más grande de todos. Cada vez que pasa por el aeropuerto y estoy trabajando lo saludo y hablamos de la lucha greco de hoy, muy diferente a la mía”.

Amadoris no aparenta los 57 años que cumplirá el próximo 26 de noviembre. Solo sus orejas con coliflor denotan que fue luchador. Es paciente, habla pausado y jamás ha tenido que usar la lucha en su trabajo de sobrecargo o agente de seguridad encima de un avión. “La lucha solo me enseñó a ser mejor persona. Y así se lo estaba comentando hace unos días a mi familia”.

Quizás esta crónica o relato rápido sobre una de esas grandes figuras de nuestro deporte que andan silenciosos y modestos entre nosotros debió terminar con un final más feliz. Debimos proponerlo ahí mismo como nuestro primer campeón de esta edición de los Juegos Panamericanos. Del colchón al aire nos había dado una lección increíble de arraigo al deporte y de amar lo que uno ha sido siempre: cubano.

Otros artículos del autor:

Deporte
Colaboradores:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *