“La primera vez que vi tan cerca al Comandante fue en un Congreso de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (Feem). Yo no podía ni aplaudir. Todo el mundo era ‘¡Fidel! ¡Fidel!’ y a mí las lágrimas me corrían porque era la primera vez…”, dijo con voz entrecortada Margarita Rives Pantoja, quien no pudo evitar que los ojos se le humedecieran en gran manera.
A ella, como a miles de cubanos, hablar hoy de Fidel –a seis años de su partida a la inmortalidad– les estruja el corazón, como al hijo que ha perdido al amado padre, mas del Líder Histórico siempre habrá que hablar en presente porque es presencia imperecedera, vida, obra y Revolución. Por eso prefiere a través de sus vivencias resaltar los valores del hombre cabal, humano, visionario…
Con 42 años de graduada y más de 45 frente al aula, esta profesora de Inglés, merecedora de múltiples reconocimientos, colaboradora en la República Bolivariana de Venezuela y con una trayectoria destacada como dirigente estudiantil y en los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), tuvo el privilegio de en más de una ocasión disfrutar de la presencia del Comandante en Jefe.
“Guardo recuerdos muy gratos. No solo de mi intercambio personal con él, sino de momentos desde mi propia infancia porque me crié en la comunidad Julio Antonio Mella y todos conocen que por ahí pasa la carretera que va hasta el Sur, una de las primeras obras de la Revolución y nuestro Comandante iba de forma asidua a esa zona, protegida por la belleza de sus playas; nosotros los niños nos parábamos al lado de la carretera, le gritábamos adiós y él siempre nos respondía. Casi siempre iba leyendo con sus espejuelos grandes y negros en un jeep.
“En aquella etapa no había mucha escolta. Eran momentos muy lindos de la Revolución y pasaban uno o dos jeeps cuando más.
“Trabajé varios años en el preuniversitario José Maceo. Era un centro insignia en la Isla y por las características de nuestros estudiantes, casi siempre que Fidel venía, nosotros estábamos por donde él llegaba. Todo el mundo decía: ‘¿Dónde está el pre Maceo, en el puerto?, pues por ahí va a llegar’. Esa etapa fue también la de las escuelas internacionalistas aquí. Vino en disímiles ocasiones y nosotros siempre estuvimos presentes.
“Posteriormente, ya un poco más madura, participamos en dos congresos de la Feem, en el cuarto de la Unión de Jóvenes Comunistas, además, en algunos del Sindicato y hasta nos acostumbramos a tenerlo ahí, siempre estaba presente.
“Alentaba a los jóvenes diciéndonos que sí podíamos. Que nosotros éramos los responsables de seguir adelante. Les daba muchas lecciones a los estudiantes.
“Recuerdo con especial cariño el IX Congreso de la Juventud donde estuvo en casi todas las sesiones, pero a mí me seleccionaron para que formara parte de la comisión de escrutinio y cuando terminaban esos eventos él acostumbraba a bajar e intercambiar con los jóvenes, los estudiantes.
“Fue en el Palacio de las Convenciones, teníamos un tiempo limitado para votar y yo, bajito –eso pensaba yo–, dije: ‘Divídanse por las puertas’. Entonces él me preguntó: ‘Por qué puerta voy yo’. A lo que respondí: ‘No, no, usted va por la que usted quiera’, y me tocó la cabeza.
“Es increíble. Estaba al tanto de todo. Se preocupaba hasta de si las muchachas estaban bien vestidas en los eventos.
“Pienso que Fidel se fue físicamente, pero está vivo entre nosotros porque además, en cada obra que observamos está presente y nos hemos propuesto que no será olvidado. En los barrios, centros de trabajo, de estudio, en todos los lugares se hacen actividades para recordarlo y continuar su legado. ¡Vive, sí, Fidel vive!”