A Fernando Domínguez Sánchez, conocido como el Kingo, se le da muy bien cultivar hortalizas, ese es su fuerte, así lo aseveró a este redactor el asociado de la cooperativa de créditos y servicios Ricardo González, mientras desde su estrado confeccionaba los últimos mazos de quimbombó del día y nos revelaba algunos de sus trucos para cosechar mejores resultados desde el surco.

Su finca, enclavada en lo intrincado del barrio Los conyugales, un poco más allá del museo y monumento nacional Presidio Modelo, posee una extensión de 4,6 hectáreas (ha). A la vista resalta ese verdor y la tranquilidad que caracteriza esos entornos, añorados por quienes habitan en las grandes urbes atiborradas de hollín y rebullicio.
Te reciben uno extensos sembradíos de ajo porro, muy bien atendidos y custodiados por no pocas plantas de fruta del pan que ya comenzaron a dar sus frutos. Al percibir la formidable salud de esos plantíos es inevitable no pensar que lo de trabajar la tierra lo lleva en su ADN.

Su nombre hace recordar precisamente a un ilustre que durante años cosechó excelentes resultados dirigiendo las labores agrícolas en el organopónico de la zona del nueve plantas en Abel Santamaría. Pues sí el Kingo es hijo del octogenario Fernando Domínguez, de quien de niño aprendió los secretos de la siembra de hortalizas. Hijo de gato…
“Mi papá sembraba lechuga y otras verduras en un área ubicada detrás del estadio Cristóbal Labra –rememoró Domínguez Sánchez– desde que tenía cuatro o cinco años estuve ahí con él ayudando en el laboreo; años después me gradué de artes plásticas en la academia Wifredo Lam, pero al final me decidí por la tierra y ya acumulo alrededor de 15 años en estos trajines, sin embargo siempre recuerdo que comencé desde pequeño con mi padre.
“Principalmente produzco cultivos varios y sobre todo las hortalizas –destacó–; siembro tomate, en primavera quimbombó, habichuela y en estos momentos estoy incursionando en la fruta del pan; tengo 120 árboles sembrados y yo mismo hice los semilleros aquí.

“Ahora estamos en cambio de cosecha, estoy terminando de recoger lo que va quedando del quimbombó para comenzar a preparar la tierra, los semilleros y arrancar con el tomate, la remolacha y otros cultivos.
“En otro momento también hice mis pruebas con yuca, boniato y calabaza; llevo par de años plantando quimbombó, pero hace tres atrás sembré durante dos consecutivos esa hectárea –nos señaló– de calabaza, se daba muy buena al igual que el boniato”.
Precisó que utiliza la tracción animal para el laboreo en la tierra y la materia orgánica para atenuar la escasez de fertilizantes y productos químicos existente en la actualidad en el país.
“Busco materia orgánica en las vaquerías o la consigo con personas que poseen caballos. Además, trato de plantar cultivos que no necesiten mucho de esos compuestos, como son los casos de la remolacha y el tomate que no son muy enfermizos”.
Sobre el riego de los sembrados aclaró que “depende en lo fundamental del agua que cae del cielo, hay plantaciones que con dos o tres aguaceros ya no necesitan agua en demasía. Por ejemplo las de fruta del pan llevan poco riego, resuelven con las lluvias.
“Con anterioridad regaba con el agua del Tabaco, llevo aproximadamente dos años sin sembrar tomate por el tema del riego, no obstante ya el tabaco tendrá de nuevo disponibilidad de agua, de ser así retomaré esos cultivos, si no, incursionaré con yuca y otras producciones. Yo formo parte de la cooperativa, pero en realidad todas estas tierras pertenecen al Tabaco.
“Son tierras fértiles. Aquí empecé a trabajar con un señor que por desgracia enfermó, en aquel entonces tenía solo una hectárea, todo aquí era maleza y marabú, comencé a limpiar y ya cuento con 4,6 ha. Me gusta sembrar frutales, desde que llegué planté más de un centenar de árboles de aguacate, este año parieron alrededor de 30 a 40”.
Señaló que más adelante pretende cercar una franja con el propósito de fomentar la cría de carneros para el consumo familiar y de conjunto con los cerdos que hoy posee garantizar la proteína en la alimentación de la familia.
Los frutos que obtiene de la tierra van destinados a Salud Pública, el hospital docente general Héroes del Baire, entidades como la Empresa Industrias Locales, asimismo a los mercados, placitas y otros puntos de venta.

Trabaja por lo general con la familia, primos, tíos; no es una fuerza laboral constante “porque vienen según el tiempo del cual dispongan a partir de que mantienen otras ocupaciones. Sin embargo tratamos de remunerarlos de la mejor manera mientras dan su máximo esfuerzo aquí con nosotros.
“En las tierras siempre tengo algo sembrado, ahora puedes ver el ajo porro. Todos los días corto más de 100 mazos y los entrego en los diferentes puntos de venta, en los Caneyes, el Bosque, placita del Cayacito, hospital. Me siento muy bien aquí, me encanta este lugar y disfruto mucho sembrar bastante hortalizas”, concluyó.