Este viernes se conmemoró un aniversario más del crimen de Barbados, considerado el mayor acto terrorista contra un avión civil en pleno vuelo en el hemisferio occidental, donde perdieron la vida 73 personas, entre ellos cinco funcionarios del gobierno coreano, 11 guyaneses y 57 cubanos, de ellos 24 integrantes del equipo cubano de esgrima ganador en los juegos centroamericanos.

Bautizado el seis de octubre como Día de las Víctimas del Terrorismo de Estado, suceso que nos hace hinchar las venas con solo recordarlo al ensombrecer de negro decenas de hogares.
Han pasado 47 octubres, pero las mejillas continúan humedecidas hasta que se haga justicia; los terroristas que ejecutaron aquel horrendo asesinato campean por su respeto impunemente por las calles de Estados Unidos, país que se autoproclama “cuna de la democracia”, paladín de la libertad y defensor de los derechos humanos.
Acuden a mi memoria anécdotas de testimoniantes: la de uno de los hijos de Guillermo de Valencia, sobrecargo mayor del avión CUT- 1201 de Cubana de Aviación destruido en 1976; Joaquina, hija de Rafael Cabreras, herido de muerte mientras hacía resistencia a cinco individuos que intentaron secuestrar el barco Tres hermanos.
También la de un familiar acerca del ataque pirata contra la lancha torpedera LT-85, con afectaciones a la LT-94, el 23 de diciembre de 1963, en el puerto naval de Siguanea en la entonces Isla de Pinos, donde perdió la vida el alférez de fragata Leonardo Luberta Noy, mientras otros volaron por el aire: Aldo Mendoza Camejo, Santiago Bravo Torrendell, Andrés Gavilla Soto, Fe Hernández Jubán y Jesús Mendoza La Rosa, todos muy jóvenes.
Cómo olvidar lo narrado por Luis Manuel Reyes Nicot del diez de marzo de 1987 cuando venía con sus padres de La Habana en un AN-24. Con cinco años vio a un hombre con algo en las manos que amenazaba con tirarlo si no desviaban el avión para Estados Unidos.
Al rato se sintió una explosión, la cual le produjo fracturas en la clavícula; la granada dejó esquirlas alojadas en su hombro izquierdo y provocó que su hipoacusia leve se convirtiera en una bilateral severa.
¿Por qué tanto rencor? Pudiera preguntarse cualquiera; resulta que Cuba siempre ha sido una piedra en el zapato para los dirigentes de la Casa Blanca, cuya molestia es apreciable en la fuerte política de agresión sistemática considerada como una verdadera guerra en la que no han faltado terrorismo, sabotajes, asesinatos…
Desde 1959 el gobierno de Estados Unidos comenzó a conspirar para tratar de derrocarnos mediante un programa de acciones encubiertas que incluyó la invasión militar de Playa Girón.
Descubrir estas actividades subversivas no ha sido fácil, pues sus grupos terroristas poseen nexos íntimos y se confabulan con agentes y funcionarios del gobierno norteamericano, ante estos actos crueles los cubanos no nos hemos quedado con los brazos cruzados, las advertencias no han faltado.
Los testimonios hablan de cómo la Isla de la Juventud no ha estado exenta de ese odio venido de la Casa Blanca. El primero de enero de 1959 ocurrió el primer hecho terrorista perpetrado por esbirros de la tiranía batistiana; uno de los centinelas de la Circular Tres del mal llamado Presidio Modelo, abrió la puerta para que un grupo de presos que cumplían sanción por varios crímenes escaparan.

Entre estos estaba el asesino de los hermanos Luis y Sergio Saíz Montes de Oca, conocido por el nombre de Margarito Roberto Díaz Medina, exsoldado de la tiranía, quien junto a otros secuestró un auto de alquiler y una lancha y bajo amenaza de muerte obligó a los tripulantes a salir del país.
Ese año, el 16 de abril, apenas cuatro meses después de triunfar la Revolución, un avión de pasajeros DC-3 que realizaba viaje de Ciudad de La Habana a la entonces Isla de Pinos, fue secuestrado por antiguos miembros de los cuerpos represivos, lo desviaron de la ruta y obligaron al piloto a dirigirse hacia Miami. Como todos los que vendrían después, el hecho quedó impune.

Aparejado a ello, el 29 de octubre de 1960, contrarrevolucionarios secuestraron otro donde murió el escolta Cástulo Acosta Hernández; el 17 de abril del ’61 aviones mercenarios que participaban en la invasión a Playa Girón ametrallaron al barco Baire, encargado de proteger la costa norte nuestra, ahí murieron Juan Rafael Alarcón Rodríguez y Armando Ramos Velazco.
Pero la lista hechos no se queda ahí; aparece también la epidemia de dengue hemorrágico que afectó al país, introducida por bandas contrarrevolucionarias e hizo estragos aquí, dejando a Graciela González grave por 48 horas; demoró en recuperarse de las secuelas. Igual sucedió con la fiebre porcina, le abrió un hueco a la economía pinera al tener que sacrificar el ganado en existencia; al tiempo que dejó daños en la agricultura, el cítrico y en otros sectores.
Decenas de atentados suman en estos 47 octubres; pero como mismo Fidel denunció unos días después del atentado de Barbados nada detendrá la Revolución y a la vez se preguntaba “(…) qué se pretende con estos crímenes, ¿destruir la Revolución? Es imposible. La Revolución emerge más vigorosa frente a cada golpe y cada agresión; se profundiza, se hace más consciente, se hace más fuerte. ¿Intimidar al pueblo? Es imposible. Frente a la cobardía y la monstruosidad de crímenes semejantes el pueblo se enardece, y cada hombre y mujer se convierte en un soldado fervoroso y heroico dispuesto a morir”.
El dolor de estos familiares jamás acabará, tampoco el sufrimiento de la Patria, lo mismo que el reclamo permanente ante crímenes semejantes que se mantienen impunes, Cuba aún llora cada octubre.